jueves, 18 de junio de 2009

Trascender lo gris e injusto, buscar el compromiso

¿Vivimos malos tiempos para el pensamiento? Desgraciadamente, la respuesta parece ser afirmativa. Consecuentemente, no existen demasiados visos de poder transformar la sociedad de manera inmediata (obviamente, hacia mejor). Encaminar la realidad hacia un futuro mejor, o la acción cotidiana de subvertir la realidad, parece el primer deber de un anarquista (cuando considera que la dominación está presente en todos los ámbitos). En eso que se llaman "los intelectuales" (término odioso que parece llevar implícito una mezquina división del trabajo, pero que aceptaremos de momento para situarnos) parece haber una vana esperanza, no solo por lo propia mediocridad del pensamiento de la mayoría de ellos o por su falta de compromiso con el cambio, también por su desapego a unos valores auténticamente emancipadores (su salto de un dogma a otro, su insistencia en el autoritarismo, resulta indignante). La inmensa mayoría de los intelectuales que escucho o leo parecen anclados en modelos ya agotados, en un pensamiento ya creado (algo que no tiene porque ser malo, pero tiende a su uso como fin y no como medio), son incapaces de resultar creativos y/o espontáneos. La historia de la filosofía, la historia de la ideas, la historia misma, es un punto de partida para transformar la realidad (la individual y la sociopolítica). El espíritu crítico, la negación, resultan imprescindibles para apartar lo que se considera perverso o injusto, pero el afán "creador" debería también formar parte de cada uno de nuestros pensamientos y de cada una de nuestras acciones. El intelectual, al que aparentemente se le ha dotado con todas las armas para la reflexión, parece incapaz en la posmodernidad (si es que existe tal cosa) de no quedarse subordinado al sistema (la realidad actual) de una manera o de otra. ¿Dónde están las ganas de cambiar el mundo? ¿Dónde, la confianza en los individuos y en los movimientos sociales (iba a decir las masas, pero es un término que se me atraganta), únicas capaces de cambiar verdaderamente lo que se considera injusto a nivel social? Fe, esperanza, son conceptos de los que también partimos para tratar de dinamizar nuestra voluntad libertaria, pero en pocos de los llamados "intelectuales" encontramos nada de esto. Efectivamente, son malos tiempos, muy malos, para el pensamiento, en esta época en que parece facilitarse y fluir libremente la "información" (una información pobre, devaluada, alejado del verdadero conocimiento y de la reflexión). ¿Los llamados pensadores son tal vez un reflejo de una situación de falta de valores y de compromiso? (creo que algo de eso hay en la llamada posmodernidad). Entonces, se confirma la penosa mediocridad de su pensamiento (o, tal vez, su alejamiento de lo cotidiano, de lo existente en el plano social). Las ideas, en mayor o en menor medida, y por muy compleja, burocrática o tecnocrática que sea la sociedad (el Estado, más bien, o el lugar de trabajo como microcosmos de aquel), tienen que influir en la realidad (tienen que erosionar, algo al menos, una sociedad definida por la dominación y por la mediocridad). Por muy diluidos que pretendan que están ciertos valores, el individuo (voy a hablar de lo que conozco, no de la humanidad en abstracto) sigue confiando en conceptos como libertad, justicia, moralidad... Conceptos que se han dado en todas los regímenes sociopolíticos que han surgido de la mano del hombre (diremos mejor, de algunos hombres), pero que no han alcanzado nunca su verdadera plenitud, por no decir claramente que se han visto claramente pervertidos en su nombre. El compromiso, por parte de intelectuales y de todo el mundo (porque todo el mundo posee la facultad de pensar y de crear), con unas ideas emancipadoras en lo social y en lo individual me resulta imprescindible (inclusive, para la propia condición y desarrollo de uno mismo). Y las únicas que alcanzan en mi opinión ese alto ideal humano, de permitir a todos los individuos desarrollarse de la manera que lo entienda cada uno de elos, son las libertarias ("anarquismo" no es un concepto del gusto de todos, pero otra cosa resulta también de que hablemos de liberación o emancipación, individual y social, tan estrechamente unidas). No estaremos de acuerdo todos los seres humanos en nuestra concepción de esos altos valores (que, por otra parte, nunca alcanzan su perfección definitiva), pero permitiremos al otro llegar a sus propias conclusiones, tener su propia educación y su propia manera de entender la plenitud de la vida, si buscamos la coherencia entre medios libertarios y fines libertarios. Para ello es necesario un compromiso constante (con la libertad de uno mismo y, consecuentemente, con la del otro), una comunicación constante, un pacto constante. La sociedad no es como nos gustaría en gran medida, cambiarla no es tarea fácil, ni algo que se pueda llevar a cabo sin un fuerte movimiento social (con toda la dificultad que ello conlleva, incluso de tomar una deriva autoritaria, algo desgraciadamente que también forma parte de la asociación humana), pero la ausencia de compromiso, la incapacidad de elevarse por encima de lo establecido, de lo gris e injusto (incluso de esos que se llaman intelectuales), resulta indignante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hi,

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