viernes, 13 de noviembre de 2009

La garantía de las libertades individuales

La tradición liberal posee diferentes vertientes, si hablamos de la Europa continental o de Inglaterra. Puede decirse que, en el primer caso, la Ilustración forma parte de las misma corriente de pensamiento y de práctica. En Francia, el liberalismo surge en oposición al feudalismo y absolutismo del pasado, el llamado ancien régime. Es por la reacción de la Iglesia Católica, y su fuerza política, que el liberalismo francés va asociado al librepensamiento y el anticlericalismo (en la tradición inglesa, puede hablarse tal vez de mero "inconformismo religioso"). En la Francia actual, y en otros países de Europa, resulta impensable que la derecha política salga a la calle del brazo de la Iglesia Católica, como sí ocurre lamentablemente en España. El liberalismo francés parece que tuvo como modelo, no obstante, al inglés; Montesquieu, en su El espíritu de las leyes, tomó como modelo la Constitución inglesa de esa separación de poderes que preconizaba (garante, según la tradición liberal de la libertad individual).

A pesar de todo, hay que comprender el avance que suponían ciertos modelos políticos de carácter liberal. Montesquieu describía una forma de gobierno constitucional regulado por la ley, protegida de cualquier clase de despotismo y tiranía. Además, este autor dio en su obra un enfoque naturalista para la vida social y política, según la cual las condiciones climáticas y geográficas tenían una gran influencia para las instituciones sociales y para el comportamiento. Existe una corriente de pensamiento en Francia, previa a la Ilustración, que es la de los libertins érudits y su humanismo escéptico; descubrieron en escepticismo de los filósofos griegos clásicos y contribuyeron al proyecto de la Ilustración de una gran enciclopedia del conocimiento, combatiendo ya la superstición y el fanatismo.

Pero los filósofos del siglo XVIII tendrán una fe infinítamente superior en la razón humana y en el progreso. Condorcet, en su Historia del progreso humano, considera que no existe nada en la naturaleza o en la contingencia humanas que evite una futura sociedad en la que hayan sido erradicados todos los males, del tipo que fueren. Tanto es así, como también opinará más tarde Proudhon, que esta doctrina de la perfectibilidad evitará incluso todo modelo supuestamente perfecto, ya que ello supondría el definitivo estancamiento. La vida humana se encuentra abierta a una superación constante e indefinida. No estamos solo ante una doctrina que rechaza cualquier fatalismo, sino también ante toda una visión de la historia. Según la misma, la era clásica de florecimiento del aprendizaje y de las letras, así como de una práctica política sujeta a la ética y la razón, fue interrumpida en su tendencia natural por un cristianismo que inauguró un tiempo de oscuridad y sumisión. Casi contemporáneo de Condorcet es Godwin, autor que se considera inmediatamente preanarquista (puede decirse que es el que estableció el puente para que naciera el anarquismo), que abundaría en la idea de la autoperfectibilidad del género humano gracias a la razón. El autor de Justicia política hablará también de cierta ley del progreso, la cual puede interrumpirse o estancarse, pero no evitarse. Puede decirse casi que hablamos de una teodicea, una religión humanista, que implica (a pesar de la simpatía con la que la podemos observar) una necesidad.

Ese fe en el progreso no la compartían todos los autores franceses de la época, y Voltaire incluso la ridiculizará en su Cándido. Las ideas de los filósofos franceses de perfectabilidad se pusieron a prueba con la Revolución francesa, la tradición liberal insiste que prácticamente se autorrefutaron. Es por eso que en Inglaterra los valores liberales se preservaron a través de una forma de conservadurismo, visto el peligro totalitario que suponía la "voluntad general" de Rousseau. Un feroz crítico de la teoría rousseauniana fue Constant, al que ya aludí hace poco con su visión de los dos tipos de libertad. En esta distinción de dos concepciones de la libertad, negativa y positiva, se sigue abundando en la actualidad con intereses claramente políticos. Con la excusa de una supuesta garantía de ciertas libertades fundamentales, se justifica el Estado y el gobierno de unos pocos, y se escatima la posibilidad de que cualquier persona puede intervenir en los asuntos que le atañen (presentándolo de manera reduccionista, ignorando las ideas auténticamente libertarias). Se sigue identificando en la actualidad la llamada "libertad positiva" con la formación totalitaria de una supuesta "voluntad general" (peligro del que siempre advirtió el anarquismo, ya que la democracia liberal se basa paradójicamente en ello), la cual anularía las libertades individuales. Esa dicotomía presentada por Constand, y más tarde completado por otros autores, no es reconocida tal vez claramente por la clase política; pero se presenta un sistema supuestamente democrático con características de ambas concepciones, que no anulan en ningún caso la dominación política (la protección de la libertad y la ley manan siempre del Estado, de una instancia separada de la sociedad).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno su artículo, como siempre.


"En la Francia actual, y en otros países de Europa, resulta impensable que la derecha política salga a la calle del brazo de la Iglesia Católica, como sí ocurre lamentablemente en España."

La derecha española no es liberal.