sábado, 12 de junio de 2010

El "deber" de ser feliz

La intervención en la entrada anterior, la cual agradezco muchísimo, hace que me pregunte, frente a tanto "ismo" académico, si podemos etiquetarnos sin más en nuestra actitud vital. Diré, como trato de demostrar en este blog, que mi compromiso es fuertemente antiautoritario y, consecuentemente, trato de conciliar el pensamiento con la vida cotidiana, tratando de no caer ni en la vulgarización ni en esa pose de ciertos intelectuales perteneciente al inalcanzable "mundo de las ideas" (Platón ha hecho mucho daño). "Anarquismo" es una bella palabra, todo lo demás se me antoja útil, aunque matizable en su uso coloquial o especializado (que, algunas veces, son antagónicos). El gran ejemplo son los vocablos "escépticismo" y "pragmatismo"; si el primero le doy un uso amplio, que se me antoja muy atractivo, el segundo me parece tantas veces rechazable en la vida cotidiana (especialmente, si sacrifica otros factores) y, en cambio, resulta una escuela filosófica moderna, atractiva e influyente.

Lo que considero es que la vida es el resultado de multitud de factores concurrentes, por lo que me resulta limitador (e irreal) ponernos una etiqueta, por muy atractiva que se presente. Mi escepticismo es una actitud vital, que rechaza las grandes verdades, que suele portar la clase dirigente, pero también muchos aspirantes a serlo. El proyecto de la modernidad, en el que el anarquismo se incluye en su momento (con matices, ya que ese proyecto no deja de ser autoritario), supondría la definitiva emancipación gracias a esos grandes discursos. Pero la llamada posmodernidad, en la que el proyecto anterior se da por periclitado, no creo que suponga simplemente esa "gran verdad" que es la "Mentira" (con mayúsculas). Una amiga mía alude a esta época como el gran trono del monarca que hemos dejado vacío, con lo cual se cuela cualquier otra "verdad", cuando lo que tenemos que hacer es volarlo en pedazos (el tramo final de la metáfora es mío). En cualquier caso, a mí me gusta definirlo como una tensión entre modernidad y posmodernidad, en la que tratemos de realizar, definitivamente, los postulados emancipatorios de la primera. El anarquismo tiene mucho que decir al respecto. ¿Anarquismo posmoderno?, no me gusta definirlo así; pero hay que aceptar que el pasado, tomado de forma dogmática e impositiva, puede actuar como lastre.

No sé si el rechazo de grandes verdades me hace caer en una suerte de escuela pragmática, ya digo que es posible y no me desagrada. La identificación con el humanismo es esa escuela se me antoja también muy atractiva. A propósito de todo este batiburrillo de filosofía y actitudes vitales, siempre me viene a la mente (y al espíritu) ese autor extraño y tremendamente atractivo que era Johann Kaspar Schmidt (más conocido por Max Stirner). Es un hombre importante en la tradición ácrata, aunque él mismo nunca se definiera como tal, y es tal vez uno de los grandes símbolos del anarquismo (como ideas intemporales). Ya puestos a poner apelativos, ¿podemos definir a Stirner como "hedonista"? Naturalmente, sería reduccionista hacerlo, aunque recomiendo su lectura para todo aquel que haya caído en la desidia y falta de ánimo. Uno de los primeros deberes del ser humano es el ser feliz, el gozar al máximo, aunque claro que hay que tener en cuenta todos los factores que influyen y obstaculizan tal cometido (por eso el anarquismo hace propuestas políticas y éticas muy concretas, que tienen mucho que ver con el ámbito humano y terrenal). Según la filosofía de Stirner, las relaciones con el mundo están definidas por lo que el "único " (cada uno de los seres humanos) goza de él y lo usa para su goce. Frente a los que se ocupan de conquistar la vida, ocupándose meramente de vivir, lo que se reclama aquí es consagrar todas las fuerzas a "servirse de la vida", "gozar de ella". Frente a los deberes que impone el sentir religioso, acerca de qué hacer, qué buscar, qué sentido tiene la vida para ser verdadera, cuál es mi verdadero yo, cómo prepararnos y realizarnos en esta pesada tarea mortal, se reclama gozar del mundo a través de uno mismo.

Es una visión de la existencia con la que me identifico en gran medida, a pesar de que la vida necesite del contrapeso de otros factores, desterrando cualquier "fantasma", cualquier "esencia" humana o "yo espiritual" (algo que se presenta, una y otra vez, con multitud de caretas y tantas veces con el subterfugio de la ciencia). Si la postura de Bakunin, de partir del materialismo para todo desarrollo terrenal y espiritual (consecuencia de aquel, de alguna manera) es muy atractiva, no lo es menos esa postura de desterrar todo "Ideal" visto como una búsqueda inane (y, lo que es peor, obstaculizadora del disfrute y del desarrollo de uno mismo). Se trata de acabar con una vida determinada por la necesidad (la búsqueda cotidiana del pan), y también con la "angustia aspiritual" y con el afán "idealista" (aquí, no hace falta aclarar que se alude a toda una tradición filosófica, no al uso vulgar del término). Stirner lo definía como "estar hambriento de una verdadera vida", lo que supone no tener ningún poder sobre la vida presente de uno mismo y sacrificarla finalmente por la otra (subordinada siempre, en mayor o en menor medida, a un plano que no es humano, el que pertenece a uno mismo). Stirner no quería arrodillarse ante ninguna abstracción especulativa (llámese Dios, Idea, Patria, o incluso Moral o Humanidad), lo dejaba todo en manos de egoísmo capaz de armonizarse con el de los demás (atribuía esas capacidades a cada uno de los seres humanos, todos ellos "únicos"). De nuevo nos encontramos ante una palabra de significado peyorativo, "egoísmo", que sin embargo puede tener una lectura filosófica tremendamente interesante. El anarquismo recoge muchas influencias, propone una moral muy concreta y poderosa, de respeto por el otro (y de reconocimiento en el otro), frente a la cual la visión de Stirner puede ser tremendista (pero un contrapeso importante). En cualquier caso, no se está pidiendo que renunciemos a ninguna moral ni a verdad alguna (nihilismo es otro término tantas veces visto de manera simplista), sino que releguemos esas cuestiones al ámbito humano. Tal vez, gracias a ello, desarrollemos un compromiso fuerte con los valores humanos, y no pidamos el sacrificio de tantas personas en nombre de esas grandes verdades tan detestables.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Mi escepticismo es una actitud vital, que rechaza las grandes verdades, que suele portar la clase dirigente, pero también muchos aspirantes a serlo."

Poner en duda las grandes verdades (de los demas) es fácil. Según lo veo yo, el verdadero escepticismo ha de poner en duda la propia verdad. ¿Que sentido tendría si no?.


Poner en duda nuestra propia verdad (en este caso sería la verdad anarquista, si es que existe), es realmente dificil, no es compararla con otras para seguir quedandonos con la nuestra. Es realmente aceptar nuestra equivocación profunda, aceptar y llegar a imaginar que todo nuestra historia personal pasada la hemos escrito mal. De ahi, me parece, es de donde nace la verdadera tolerancia esceptica.

Poner en duda nuestra verdad tiene sus peligros, algunos lo hacen pero aún sabiendo de su propia falsedad la mantienen. Este es el dogmatismo que el escepticismo y pragmatismo atacan, ese dogmatismo del que a sabiendas defiende lo propiamente indefendible, no por falso (frente a lo demas) si no por falso frente a sí.

No es fácil. Pero es un buen ejercicio para hacer de vez en cuando. Me parece.

"Pero la llamada posmodernidad, en la que el proyecto anterior se da por periclitado, no creo que suponga simplemente esa "gran verdad" que es la "Mentira" (con mayúsculas)."

No lo entiendo muy bien, no se que desea decir. Pero es generalizado (no digo que sea su caso), una muy mala interpretación de la postmodernidad. Partiendo de Nietzsche, de donde parten todos los postmodernos, la postmodernidad solo es un dejar el terreno libre para un nuevo hombre, un tránsito, una deconstrucción total para un "Nunca Más" (nunca más verdades absolutas, nunca mas Auswich, nunca más explotación, etc, etc, etc y todos los etcs en que la Ilustración ha devenido, tal vez incluida la propia anarquia, pues ¿se puede pensar la Anarquia sin el aparato conceptual de la Ilustración? (ahí lo dejo))..., Pero de eso habria mucho que hablar.

Como siempre, una entrada interesante.

Un saludo
Pablo.