lunes, 7 de febrero de 2011

Abundancia y saciedad

Sigo leyendo material de Erich Fromm, ya que tengo intención en breve de escribir un artículo largo, citando todas las fuentes. Siendo ya anciano, en la última década de su vida, Fromm produjo una serie de conferencias radiofónicas, grabadas en su casa de Locarno y algunas en un estudio de Zurich, que fueron recopiladas por Hans Jürgen Schultz y editadas con el nombre de El amor a la vida. Estas grabaciones transcritas son un interesante complemento a las teorías que ya expuso a lo largo de su obra. Resulta emotivo que un autor de gran talla intelectual se muestre tan cercano y abierto, y ponga su obra, siempre, al servicio de la liberación y felicidad del ser humano. Tal y como dijo él mismo, la gran tragedia para muchas personas es que mueren antes de haber comenzado a vivir. Su entrega para tratar de paliar esta situación fue evidente.

Uno de estos seriales radiados recibió el nombre de "Abundancia y saciedad en la sociedad actual". En él, Fromm aclara los diferentes sentidos de términos como "consumir", actividad que realizamos todos, pero que puede suponer un problema sicológico si se realiza de manera compulsiva y con avidez. Aunque, a priori, podría parecer normal el deseo de tener cada vez más cosas, es propia de un hombre deprimido y pasivo tratar de paliar momentáneamente su vacío interior incorporando cada vez más cosas a su vida. A propósito de pasividad y actividad, esta última, según la concepción de la sociedad contemporánea, está relacionada con alguna utilidad, con algún fin, con producir un efecto visible.

Fromm recuerda otra concepción clásica de la actividad, entendida como algo que da expresión a las fuerzas propias del hombre, algo que proporciona vida, que produce la eclosión de sus capacidades, tanto corporales y afectivas, como intelectuales y artísticas. Esto significa lograr una comprensión cada vez mayor, desarrollar una progresiva madurez. Esas fuerzas inherentes al hombre pueden permanecer habitualmente reprimidas, y esta concepción de la actividad se relaciona con la capacidad de despertarlas. Del mismo modo, la pasividad en sentido clásico no sería el estar sentado, incluso reflexionando o contemplando, sino que es el simple reaccionar a algo o ser impulsado. El hombre que se limita a eso no produce nada nuevo, su actividad es mera rutina, ya que la reacción supone realizar siempre lo mismo: al mismo estimulo sigue la misma reacción. Puede decirse que el hombre sólo es él mismo cuando se expresa, cuando da salida a sus potencias innatas. Esto es, el hombre tiene que "ser", y si eso no ocurre, si se limita a "poseer" y utilizar, hay un proceso de cosificación, decae, su vida carece de sentido y se transforma en sufrimiento. La actividad auténtica es el auténtico goce, y ello es la expresión de sí mismo, el crecimiento de las potencias humanas.

Lo que diferencia al hombre de los animales es la autoconciencia: conoce lo que es él mismo y lo que es otra cosa. Con el tiempo, el ser humano empezó a superar su dependencia de la naturaleza, comenzó a influir en el mundo con su cerebro, capacidad imaginativa e ingenio, y se creó su propio espacio vital. Se dieron épocas de "relativa abundancia", en las que se superaron la pobreza y escasez, pero sin que fuera suficiente para que todos participaran. Paralelamente a esta situación en que no todos pueden acceder a la mesa o no pueden gozar de la abundancia, que llega hasta la sociedad moderna, una minoría acaba dirigiendo la sociedad y teniendo el poder. Fromm señala esta paradoja de una cultura que produce cierta abundancia de bienes, pero al mismo tiempo mantiene la desigualdad y el conflicto bélico. Aún peor es considerar esa situación como eterna e inmutable, como inherente a la condición humana y social, algo que nos tiene que resultar inconcebible.

En la sociedad contemporánea, con la Revolución Industrial que reemplazó la fuerza mecánica por la energía natural (proporcionada por seres vivos), nació la esperanza de que la abundancia llegara para todos. No hace falta aclarar que nunca se produjo. Fromm menciona una segunda Revolución Industrial en la que se reemplaza igualmente el pensamiento humano por la cibernética, por máquinas que dirigen la producción y también a otras máquinas. Es en en esta fase en la que consolida la enajenación. Esta nueva sociedad no solo ha creado abundancia de bienes, también necesidades, no meramente las clásicas de querer comer, beber, habitar en buenas casas, etc. Podemos observar continuamente la progresiva intensificación de la propaganda y del carácter llamativo del envase. Los deseos del ser humano no provienen ya de su fuero interno, sino que se suscitan y orientan desde fuera. Aunque se hable de personas que les vaya bien a nivel material en este tipo de sociedad, resulta estremecedor observar la multiplicidad de exigencias que deben satisfacer.

El sistema económico actual, en la nueva fase del capitalismo, se basa en la máxima producción y el máximo consumo. En el siglo XIX, la economía se basaba todavía en la máxima economización de los recursos, podía resultar en aquellos tiempos inconcebible el comprar algo sin que se tuviera dinero, mientras que hoy en día parece un bicho raro quien no gasta más de le necesario y no pide un crédito para alguna cosa. Fromm describe esta situación de incontrolable aumento de consumo como el advenimiento de una nueva religión, la del país de Jauja, en la que el paraíso sería un enorme almacén en el que hay de todo, uno posee siempre el dinero suficiente para comprarlo y, si es posible, tratando de tener más que el vecino. Esta religión se produce porque la autoestima se mide por lo que uno posee, si uno quiere ser el mejor debe tener lo máximo. No hay límite para esta situación, la producción y el consumo irán en aumento a pesar de la cíclicas crisis del capitalismo que mantienen los pilares siempre intactos, y el hombre se verá empujado a la pasividad, la envidia y la avidez. Finalmente, acabará cayendo en la debilidad, la sumisión y la impotencia. Si hay una frase que refleja perfectamente esta situación es que el hombre vive solo como lo que tiene, no como lo que es.

No parece muy adecuado señalar esta situación en plena crisis del sistema, con gran cantidad de personas en el primer mundo que han perdido su empleo. Sin embargo, Fromm indaga precisamente n esta situación sicólogica y social en los países industrializados, en los que parece ahora un gran drama que las personas no se atrevan a seguir consumiendo y nadie profundice en otro tipo de males. La crisis del sistema podría ser una oportunidad para un cambio de raíz, pero solo se observa como solución el continuar poniendo en marcha el engranaje de una maquinaria enloquecida, mientras que la pérdida de valores se mantiene intacta.

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