El subtítulo de este libro, "relaciones e influencias mutuas entre la antropología social y el pensamiento libertario", resulta ya esclarecedor sobre las intenciones de esta obra recopilatoria de ensayos de varios autores. El estudio de la realidad humana, y su incuestionable vínculo con el anarquismo, debería estar presente en cualquier título de la abundante literatura libertaria. La atención que la disciplina antropológica presta a la diversidad cultural y la implicación activa que lleva a cabo en sus trabajos de investigación, pudiendo hablarse de toda una "ciencia de las prácticas", hacen que este tipo de esfuerzos sean muy necesarios. Las ideas libertarias no constituyen, tal como afirma el recopilador de esta obra, Beltrán Roca, un sistema cerrado de ideas, su afán por luchar contra todo tipo de dominación va unido a la evolución y perfección de sus propuestas. Los padres del anarquismo moderno, grandes estudiosos de la realidad sociocultural de su tiempo que pretendían transformar, vivieron la época crucial en la que se iban asentando los postulados de esa modernidad, que a la larga supondría el paradójico, y aparente, triunfo del capitalismo.
Sin embargo, el anarquismo ha estado presente en prácticamente todas las realidades humanas desde el comienzo de la historia, las propuestas de los pensadores de los siglos XIX y XX son unas de las muchas posibles y, al no profesar dogma de fe ni misticismo alguno, el futuro está de nuevo por construir con la impagable asimilación de su herencia histórica, filosófica y científica. La antropología, que Roca considera como una disciplina científica más práctica que especulativa, supone una ayuda inestimable para hablar realmente de "lo que se hace". Paradójicamente, si España es casi con seguridad el país con mayor arraigo y logros libertarios, el respaldo académico que posee el anarquismo es prácticamente nulo, por lo que esperamos que esta obra constituya un suma y sigue de un esfuerzo que tratamos de llevar a cabo ya muchos. Si pretendemos cambiar la realidad sociocultural, y dar un nuevo sentido a la palabra "política", estamos obligados a estudiarla en toda su complejidad, a romper de alguna manera esa división intelectual entre el "academicismo" y el mundo real, entre "investigadores" o "intelectuales" y los movimientos sociales, buscando que el estudio y las aportaciones de los primeros nutran y enriquezcan a los segundos. Si tantas veces consideramos que el conocimiento va parejo a la dominación, es nuestra obligación poner aquél al servicio de las ideas antiautoritarias.
Muy interesantes son los dos textos del primer apartado del libro, que vinculan estrictamente antropología y anarquismo, tanto en cuestiones de influencia mutua como en intentos de "desprofesionalizar" la disciplina y ponerla al servicio de los movimientos sociales, que firman Brian Morris y Abel Al Jende. El segundo apartado incluye textos relacionados con el análisis del poder, proponiendo el firmado por Harold B. Barclay matizaciones de gran interés tal y como esa separación terminológica y conceptual entre "coerción" y "dominación" y un "poder" siempre presente en las sociedades humanas, pero susceptible de ser descentralizado, o analizando el realizado por Félix Talego el vínculo del poder con “lo sagrado” y la consecuente aparición de intermediarios entre ambos que reclaman un papel superior en la sociedad.
No voy a decir que todos los ensayos presentes en este libro me hayan parecido valiosos. Es más, mi opinión sobre Zerzan y su análisis va un poquito más allá del respeto que pueda tener a su inclusión en este libro: la deriva que tiene la civilización (o civilizaciones, éste es otro objeto de debate) es totalmente cuestionable, por supuesto; cuestionar la misma civilización en aras de volver a un supuesto estado idílico de la humanidad en comunión con la naturaleza es algo que me parece cercano a un chirriante misticismo ecologista o, directamente, una idea reaccionaria. No es una cuestión para resolver con breves palabras, pero en cualquier caso la “regresión” propuesta por un hombre vinculado constantemente a cierta vertiente “anarquista” me parece más que cuestionable. El breve texto de Zerzan, que en realidad se trata de una transcripción de una charla acompañada de las respuestas a cuestiones planteadas por el público, se encuadra en la última parte del libro llamada "Alternativas de futuro en base al pasado". El otro texto de este apartado, firmado por Karen Goaman, no va tan lejos en su planteamiento como la propuesta de Zerzan de vuelta a una sociedad de cazadores-recolectores y sí apuesta por la progresiva despoblación de las grandes ciudades y un retorno a la agricultura.
A mi modo de ver las cosas, uno de los textos más notables es el firmado por David Graeber, extenso y con un abundante material de referencia que le aporta solidez, "Nunca ha existido Occidente o la democracia surge de los espacios intermedios", cuyo título es ya toda una declaración de intenciones. Este artículo abre el tercer apartado, en el que también se incluyen otros dos textos algo más cuestionables aunque no exentos de interés, llamado "Nuevas miradas sobre los movimientos contemporáneos". El texto de Graeber, que pone en cuestión, no solo que la democracia tenga una tradición meramente occidental, sino el mismo concepto de Occidente, y que trata de desprender a esa opción política de su reducción a "elección de representantes" para llevarla a un terreno libertario, descentralizador y de toma de decisiones igualitarias, merece por sí solo la lectura de este libro.
Sin embargo, el anarquismo ha estado presente en prácticamente todas las realidades humanas desde el comienzo de la historia, las propuestas de los pensadores de los siglos XIX y XX son unas de las muchas posibles y, al no profesar dogma de fe ni misticismo alguno, el futuro está de nuevo por construir con la impagable asimilación de su herencia histórica, filosófica y científica. La antropología, que Roca considera como una disciplina científica más práctica que especulativa, supone una ayuda inestimable para hablar realmente de "lo que se hace". Paradójicamente, si España es casi con seguridad el país con mayor arraigo y logros libertarios, el respaldo académico que posee el anarquismo es prácticamente nulo, por lo que esperamos que esta obra constituya un suma y sigue de un esfuerzo que tratamos de llevar a cabo ya muchos. Si pretendemos cambiar la realidad sociocultural, y dar un nuevo sentido a la palabra "política", estamos obligados a estudiarla en toda su complejidad, a romper de alguna manera esa división intelectual entre el "academicismo" y el mundo real, entre "investigadores" o "intelectuales" y los movimientos sociales, buscando que el estudio y las aportaciones de los primeros nutran y enriquezcan a los segundos. Si tantas veces consideramos que el conocimiento va parejo a la dominación, es nuestra obligación poner aquél al servicio de las ideas antiautoritarias.
Muy interesantes son los dos textos del primer apartado del libro, que vinculan estrictamente antropología y anarquismo, tanto en cuestiones de influencia mutua como en intentos de "desprofesionalizar" la disciplina y ponerla al servicio de los movimientos sociales, que firman Brian Morris y Abel Al Jende. El segundo apartado incluye textos relacionados con el análisis del poder, proponiendo el firmado por Harold B. Barclay matizaciones de gran interés tal y como esa separación terminológica y conceptual entre "coerción" y "dominación" y un "poder" siempre presente en las sociedades humanas, pero susceptible de ser descentralizado, o analizando el realizado por Félix Talego el vínculo del poder con “lo sagrado” y la consecuente aparición de intermediarios entre ambos que reclaman un papel superior en la sociedad.
No voy a decir que todos los ensayos presentes en este libro me hayan parecido valiosos. Es más, mi opinión sobre Zerzan y su análisis va un poquito más allá del respeto que pueda tener a su inclusión en este libro: la deriva que tiene la civilización (o civilizaciones, éste es otro objeto de debate) es totalmente cuestionable, por supuesto; cuestionar la misma civilización en aras de volver a un supuesto estado idílico de la humanidad en comunión con la naturaleza es algo que me parece cercano a un chirriante misticismo ecologista o, directamente, una idea reaccionaria. No es una cuestión para resolver con breves palabras, pero en cualquier caso la “regresión” propuesta por un hombre vinculado constantemente a cierta vertiente “anarquista” me parece más que cuestionable. El breve texto de Zerzan, que en realidad se trata de una transcripción de una charla acompañada de las respuestas a cuestiones planteadas por el público, se encuadra en la última parte del libro llamada "Alternativas de futuro en base al pasado". El otro texto de este apartado, firmado por Karen Goaman, no va tan lejos en su planteamiento como la propuesta de Zerzan de vuelta a una sociedad de cazadores-recolectores y sí apuesta por la progresiva despoblación de las grandes ciudades y un retorno a la agricultura.
A mi modo de ver las cosas, uno de los textos más notables es el firmado por David Graeber, extenso y con un abundante material de referencia que le aporta solidez, "Nunca ha existido Occidente o la democracia surge de los espacios intermedios", cuyo título es ya toda una declaración de intenciones. Este artículo abre el tercer apartado, en el que también se incluyen otros dos textos algo más cuestionables aunque no exentos de interés, llamado "Nuevas miradas sobre los movimientos contemporáneos". El texto de Graeber, que pone en cuestión, no solo que la democracia tenga una tradición meramente occidental, sino el mismo concepto de Occidente, y que trata de desprender a esa opción política de su reducción a "elección de representantes" para llevarla a un terreno libertario, descentralizador y de toma de decisiones igualitarias, merece por sí solo la lectura de este libro.
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