lunes, 26 de septiembre de 2011

Anhelos de dominio

Como dije en la entrada anterior, Rudolf Rocker afirma que la voluntad de poder ha sido y es una de las fuerzas motrices más importantes de la historia, decisiva en la formación de la vida económica y social. Hay que estar de acuerdo con este autor cuando, sin negar la importancia de las condiciones económicas para el desenvolvimiento social, señala muchos ejemplos históricos en los que las aspiraciones religiosas y políticas de dominio tienen un importante papel también en el curso de la economía, la paralizan por largo tiempo o la empujan por otro camino. Todavía existe algo más importante en el análisis de la historia, y es cuando se reconoce solo y exclusivamente a los representantes habituales de un determinado nivel económico. Rocker no se anda con chiquitas a la hora de juzgar tan estrecha visión y considera que tal cosa convierte en una caricatura la historia y empequeñece notablemente el campo del investigador (está abriendo aquí el camino para su tesis de que la sociedad evoluciona de forma inversamente proporcional a la nación-Estado). Me gusta mucho el análisis del anarquista Rocker, al tener unas miras tan amplias y no caer en ningún tipo de reduccionismo ni determinismo, cuando señala cosas como que una clase social como la burguesía, en ciertas ocasiones, ha realizado cosas encomiables que van contra sus intereses (establecimiento de la paz, enfrentamiento con la Iglesia...). Para demostrar su teoría, y nada más actual, Rocker señala las continuas (y devastadoras) crisis que sufre el capitalismo, las cuales no avanzan necesariamente las condiciones hacia formas de producción socialistas. Las condiciones económicas, por sí solas, no modifican la estructura social y se necesitan las condiciones sicológicas y espirituales que impulsen el deseo de transformación.

Rocker denunciaba en Nacionalismo y cultura la actitud de los partidos socialistas, y de los sindicatos inspirados por ellos, los cuales se habían subordinado al capital y a intereses nacionales, abriendo incluso la puerta al fascismo. Insistiría en la actualidad de este análisis, el socialismo como movimiento no ha estado históricamente a la altura de las circunstancias, y sus representantes solo han procurado débiles reformas malgastando su tiempo la mayor parte de las veces en luchas intestinas. Hace más de medio siglo que Rocker mantenía ya este discurso, e incluso considerando que la necesidad misma de las cosas empuja a veces al cambio, todo indicaba que en el futuro el papel de los productores sería subordinado (bien al capital, bien al Estado, o a ambos). La denuncia es a esa forma de considerar el progreso como basado en necesidades económicas, es decir, que ocurren de forma inevitable. Cuántas veces esta concepción empuja al conformismo y a la debilidad de espíritu, de tal manera que se acaba justificando un determinado estado de las cosas, por muy detestable que sea. Frente a una visión de la economía meramente determinista, hay que recalcar la importancia del pensamiento y de la acción humanos, en aras de potenciarlos para su influencia en el desenvolvimiento social. Aunque tantas veces hayan sido de modo equivocado, y ha empujado a los más devastadores conflictos, la constante apelación en los seres humanos a motivos éticos y de justicia también ha ayudado a mover el mundo.

En ese sentido, hay otro factor nefasto, que parte habitualmente de ciertos individuos y de algunas minorías en las sociedad, y es la voluntad o aspiración de dominio. El mal no está necesariamente en esas personas, sino en la misma política de dominio, sin importar por quién sea movida ni las finalidades que persiga. Es por eso que esa política de domino solo resulte imaginable llevando a cabo todos los medios favorables a sus propósitos, tantas veces repudiables, para conseguir el éxito y justificados en la llamada razón de Estado. No importa el tamaño del crimen que se lleve a cabo, si lo efectúa el aspirante a dominador y tiene éxito, puede ser presentado como un hecho meritorio al servicio del Estado. Rocker recoge aquí la tradición de Bakunin, y señala el Estado como la providencia terrenal, al margen de lo bueno y de lo malo. Al igual que se hace con Dios, puede verse el Estado como un Absoluto, no sometido a los principios de la moral humana. Por lo tanto, los intereses económicos no son el único factor que empuja al conflicto, hay que tener en cuenta el interés político, y ya Rocker denunciaba en su momento que se confundían ambos factores en el moderno capitalismo. Es un análisis que subscribiría Erich Fromm, el deseo enfermizo de tantos capitalistas de someter a millones de seres humanos y, no tanto, la ganancia material en exclusividad. Lo podemos ver como una visión enfermiza, que no admite igualdad de derechos, genera una conciencia distorsionada y una evidente corrupción moral. El contacto con una realidad concreta puede generar una determinada conciencia, como era el caso de las relaciones económicas en el pasado en el que al menos el pequeño empresario tenía cierta relación con los trabajadores. No es el caso de los modernos señores de la política y de las altas finanzas, los cuales manejan a las personas solo como objeto colectivo de explotación. La voluntad de poder, llevado a cabo por minorías y justificadas en el absolutismo, han hecho y siguen haciendo mucho daño. La posibilidad de una nueva estructura social tiene que tener en cuenta este factor, junto a los también evidentes intereses económicos.

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