Resulta curioso que los anarquistas, o al menos gran parte de ellos, a pesar de su repulsa a toda dominación, hayan analizado que la llamada "voluntad de poder" es uno de los estímulos más fuertes en el desenvolvimiento de la sociedad humana. A pesar de su importancia, y de ser de alguna manera la esencia del socialismo, se critica la rígida visión de Marx, según la cual todo acontecimiento político y social es únicamente el resultado de las condiciones económicas. Ya autores anteriores al autor de El capital señalaron la importancia de ello, pero es necesario analizar otras razones para explicar los fenómenos sociales. En ese sentido (y en un muchos otros), Rudolf Rocker es de una actualidad innegable, al negar esa visión necesaria y absoluta de la historia. No es casualidad que Marx sea un discípulo de Hegel, el creador del Absoluto, de la necesidad histórica y descubridor de las "auténticas" leyes sociales. A su vez, los discípulos de Marx convirtieron su visión en poco menos que una nueva religión, de índole científica, pero religión al fin y al cabo al estar plagada de dogmas y ser aceptados de forma más bien acrítica.
No es posible equiparar, con pertinaz cientifismo, los fenómenos sociales a los fenómenos físicos. Las leyes de causalidad gobiernan la naturaleza y los hechos estrictos la caracterizan. Por su parte, la existencia humana está determinada también por esas leyes, y aunque es posible canalizar esas fuerzas naturales hasta cierto punto, nunca será posible suprimirlas. Nuestra voluntad y nuestro deseo pueden mejorar ciertas manifestaciones de las leyes naturales, pero el proceso general jamás podremos eliminarlo. La necesidad e inmutabilidad presente en la naturaleza, que pueden ser calculadas e interpretadas gracias al método científico, llevó a algunos pensadores a creer que podrían hacer lo mismo con los fenómenos sociales. No hay que confundir las necesidades mecánicas del desarrollo natural con las intenciones y propósitos de los hombres, ya que solo pueden ser valorados como resultados de su pensamiento y de su voluntad. Por supuesto, no se niegan las leyes causales que también están presentes en la historia y en la mente humana, pero no como la necesidad que se produce en el mundo físico. Este último, se desarrolla sin nuestra conformidad, mientras que en aquellos influyen las manifestaciones de nuestra voluntad (estimulada por leyes causales, por supuesto, nada que ver con el "libre albedrío" religioso, pero tampoco sujeta a ninguna necesidad).
También resulta curioso que Rocker recurra al término "fe", que por supuesto tiene muchas interpretaciones más allá de la religiosa. Gracias a ese concepto, el ser humano escapa de toda necesidad e influyen toda una serie de factores (ética, costumbres, tradiciones, política, formas de propiedad, condiciones de producción...) para que en la existencia humana no se dé lo forzoso y sí la probabilidad. En definitiva, Rocker pretende salvar la libertad, económica, política y presente en cualquier ámbito humano, bien distinta de las leyes naturales y no condicionada por ellas. Todo investigador puede analizar las relaciones íntimas del devenir histórico, pero teniendo en cuenta su carácter diferenciado al de las relaciones de los procesos naturales. La historia hay que verse como el dominio de los propósitos humanos, por lo que toda intepretación que hagamos es cuestión de creencia, en la que pueden darse las probabilidades, pero no la seguridad forzosa. Desgraciadamente, a pesar de algo tan lleno de sentido común y que tanto puede ayudar al progreso, a comienzos del siglo XXI todavía gran parte de la humanidad se refugia en creencias rígidas e inmutables (aquí podemos reírnos de todo tipo de profecías, incluidas algunas que pretenden tener base "científica").
Precisamente, lo que abre la posibilidad de un mundo mejor es tener en cuenta la importancia del factor de deseo en el mejoramiento de las condiciones sociales, y no la necesidad histórica (con la que juegan también los defensores de lo establecido). La fe, o la creencia, tanto pueden mirar hacia adelante, como puede ser conservadora y determinista, mandamiento de una voluntad divina o producto de leyes inmutables ante las cuales el hombre poco puede hacer. El fatalismo es muy similar, y tanto da si es de naturaleza religiosa, política o económica, anula el impulso para la acción que surge de necesidades inherentes al ser humano. Tal vez es incluso más peligroso cuando se presenta con cierta legitimidad "científica", y termina por suplantar a las antiguas teologías. Se critica así la rigidez del materialismo histórico: a pesar de la importancia de las condiciones económicas para explicar un determinado periodo histórico, no puede ser explicado todo en base a ellas y hay que tener en cuenta la influencia de otros factores para explicar los fenómenos de la vida social. En la siguiente entrada, indagaré algo más en el llamado factor de "voluntad de poder".
No es posible equiparar, con pertinaz cientifismo, los fenómenos sociales a los fenómenos físicos. Las leyes de causalidad gobiernan la naturaleza y los hechos estrictos la caracterizan. Por su parte, la existencia humana está determinada también por esas leyes, y aunque es posible canalizar esas fuerzas naturales hasta cierto punto, nunca será posible suprimirlas. Nuestra voluntad y nuestro deseo pueden mejorar ciertas manifestaciones de las leyes naturales, pero el proceso general jamás podremos eliminarlo. La necesidad e inmutabilidad presente en la naturaleza, que pueden ser calculadas e interpretadas gracias al método científico, llevó a algunos pensadores a creer que podrían hacer lo mismo con los fenómenos sociales. No hay que confundir las necesidades mecánicas del desarrollo natural con las intenciones y propósitos de los hombres, ya que solo pueden ser valorados como resultados de su pensamiento y de su voluntad. Por supuesto, no se niegan las leyes causales que también están presentes en la historia y en la mente humana, pero no como la necesidad que se produce en el mundo físico. Este último, se desarrolla sin nuestra conformidad, mientras que en aquellos influyen las manifestaciones de nuestra voluntad (estimulada por leyes causales, por supuesto, nada que ver con el "libre albedrío" religioso, pero tampoco sujeta a ninguna necesidad).
También resulta curioso que Rocker recurra al término "fe", que por supuesto tiene muchas interpretaciones más allá de la religiosa. Gracias a ese concepto, el ser humano escapa de toda necesidad e influyen toda una serie de factores (ética, costumbres, tradiciones, política, formas de propiedad, condiciones de producción...) para que en la existencia humana no se dé lo forzoso y sí la probabilidad. En definitiva, Rocker pretende salvar la libertad, económica, política y presente en cualquier ámbito humano, bien distinta de las leyes naturales y no condicionada por ellas. Todo investigador puede analizar las relaciones íntimas del devenir histórico, pero teniendo en cuenta su carácter diferenciado al de las relaciones de los procesos naturales. La historia hay que verse como el dominio de los propósitos humanos, por lo que toda intepretación que hagamos es cuestión de creencia, en la que pueden darse las probabilidades, pero no la seguridad forzosa. Desgraciadamente, a pesar de algo tan lleno de sentido común y que tanto puede ayudar al progreso, a comienzos del siglo XXI todavía gran parte de la humanidad se refugia en creencias rígidas e inmutables (aquí podemos reírnos de todo tipo de profecías, incluidas algunas que pretenden tener base "científica").
Precisamente, lo que abre la posibilidad de un mundo mejor es tener en cuenta la importancia del factor de deseo en el mejoramiento de las condiciones sociales, y no la necesidad histórica (con la que juegan también los defensores de lo establecido). La fe, o la creencia, tanto pueden mirar hacia adelante, como puede ser conservadora y determinista, mandamiento de una voluntad divina o producto de leyes inmutables ante las cuales el hombre poco puede hacer. El fatalismo es muy similar, y tanto da si es de naturaleza religiosa, política o económica, anula el impulso para la acción que surge de necesidades inherentes al ser humano. Tal vez es incluso más peligroso cuando se presenta con cierta legitimidad "científica", y termina por suplantar a las antiguas teologías. Se critica así la rigidez del materialismo histórico: a pesar de la importancia de las condiciones económicas para explicar un determinado periodo histórico, no puede ser explicado todo en base a ellas y hay que tener en cuenta la influencia de otros factores para explicar los fenómenos de la vida social. En la siguiente entrada, indagaré algo más en el llamado factor de "voluntad de poder".
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