sábado, 8 de octubre de 2011

Poder contra cultura

Es lógico que Iglesia y Estado se enfrentaran, ya que ningún poder tolera competencia y está siempre inspirado por el deseo de ser el único. Tal y como lo expresa Rocker, la voluntad de poder sigue sus propias leyes basadas en luchar por la hegemonia, ampliar su campo de dominio, buscar la unificación y someter todo movimiento social a su autoridad. Erich Fromm definía a alguien sicológicamente sano como una persona autónoma y solidaria, sin ningún deseo de dominar o ser dominado. El análisis de Rocker está en esa línea, la voluntad de poder resulta perniciosa, no solo para sus víctimas, también para sus propios representantes, los cuales se convierten igualmente en máquinas inertes. El proceso de envilecimiento de los que ejercen el poder no parece tener límites, ya que la máxima "el fin justifica los medios" conduce a cualquier acción (traición, mentira, intrigas...) para lograr el éxito.

La división de la sociedad en clases es condición necesaria para la existencia del poder, por lo que se produce alguna forma de esclavitud humana. El privilegio necesita de la separación de los seres humanos en castas, estamentos y clases, y la tradición confirmará esa necesidad de manera permanente. Desgraciadamente, tantos movimientos que se enfrentaron en origen a una clase dirigente, no tardó demasiado en erigir una nueva casta privilegiada que ejecutara los nuevos planes. Desde la Antigüedad, como es el caso de la República de Platón, toda concepción del Estado se basa en la división de clases. Naturalmente, es necesario crear también las condiciones síquicas en el individuo para que aceptara ese rol que la sociedad le tiene asignado, por lo que se crearon toda suerte de engaños relacionados con el destino y la Providencia. Por supuesto, la idea de Estado va unida a la de unidad nacional, por lo que se fomentó la separación con el resto de los pueblos y una supuesta superioridad frente a todo extranjero. Hay que tener en cuenta esta concepción del poder como un órgano creador, que parte de Platón y Aristóteles, y que llega hasta nuestros días; al igual que con la religión, y por muy grandes que fueran estos filósofos en tantos aspectos, su idea del Estado se basa en mistificaciones y hay siempre que recordar que necesita de una oligarquía, así como de súbditos y de esclavos.

El Estado no es para nada creador, más bien al contrario, se encuentra incluso subordinado a sus súbditos para poder subsistir. La creencia que se ha fomentado es que es el poder el que fomenta el proceso cultural, cuando hay que verlo más bien al revés, como un feroz obstáculo a todo desenvolvimiento cultural. En este sentido, hay que ver poder y cultura como conceptos antagónicos, la fuerza del primero es siempre a costa de la debilidad de la segunda. Hay que reflexionar profundamente sobre esto, con el fin de averiguar si todo lo que se ha pretendido que creamos es, efectivamente, una falsedad e indagar consecuentemente en las verdaderas causas del proceso cultural. No es posible crear una cultura por decreto, ya que está originada y desarrollada de manera espontánea, por las necesidades de los seres humanos y gracias a su cooperación social. Los Estados se sirven, precisamente, de los logros sociales para sus aspiraciones de dominio. Sin embargo, con sus intenciones uniformadoras, consiguen finalmente petrificar el proceso cultural. Se producirá una lucha interna en la sociedad, entre las pretensiones políticas y económicas de dominio de los privilegiados y las manifestaciones culturales del pueblo, dos fuerzas que llevan vías muy diferentes. La unidad solo será posible por la coacción externa y gracias al sometimiento de todo tipo, lo cual supondrá solo una aparente armonía.

Merece la pena reproducir unas palabras del sabio chino Lao-Tsé:
"Dirigir la comunidad es, según la experiencia, imposible; la comunidad es colaboración de fuerzas y, como tal, según el pensamiento, no se deja dirigir por la fuerza de un individuo. Ordenarla es sacarla del orden; fortalecerla es perturbarla. Pues la acción del individuo cambia; aquí va adelante, allí cede; aquí muestra calor, allí frío; aquí emplea la fuerza, allí muestra flojedad; aquí actividad, allí sosiego.
Por tanto, el perfecto evita el placer del mando, evita el atractivo del poder, evita el brillo del poder."
 Estoy de acuerdo con Rocker, cuando afirma que Nietzsche señaló también esa verdad sobre el poder y su antagonismo con la cultura, aunque oscilara a menudo de manera contradictoria entre concepciones autoritarias y pensamientos libertarios. El siguiente texto es de El ocaso de los ídolos:
"Nadie puede dar más de lo que tiene: esto se aplica al individuo como se aplica a los pueblos. Si se entrega uno al poder, a la gran política, a la economía, al tráfico mundial, al parlamentarismo, a los intereses militares; si se entrega el tanto de razón, de seriedad, de voluntad, de autosuperación que hay hacia ese lado, falta del otro lado. La cultura y el Estado -no hay que engañarse al respecto- son antagónicos: Estado cultural es sólo una idea moderna. Lo uno vive de lo otro, lo uno prospera a costa de lo otro. Todas las grandes épocas de la cultura son tiempos de decadencia política: lo que es grande en el sentido de la cultura, es apolítico, incluso antipolítico."
Toda forma cultural, si es auténticamente grande y no está obstaculizada por el poder político, lleva en su interior una permanente energía renovadora de su impulso creador, lo que podemos definir como un continuo intento de perfeccionarse. Muy al contrario, el poder es infecundo y destructor al tratar de constreñir mediante la ley todos los fenómenos de la vida social. La cultura es sinónimo de voluntad creadora, el ímpetu que existe en cada hombre de manifestarse y de realizarse, frente a un poder que no tolera más que aquello que le favorece. Es una permanente tensión entre dos tendencias contrapuestas, siendo una representante de la minoritaria clase privilegidada y otra de las exigencias de la comunidad, mediante la cual se constituye una nueva relación entre poder (Estado) y cultura (sociedad). Esa lucha entre dos fuerzas antagónicas tiene como resultado lo que entendemos como Derecho y Constitución, inclinándose hacia un lado o hacia otro según predomine en la sociedad, bien el poder, bien la cultura. Podemos distinguir entre derecho natural, propio de una comunidad de libres e iguales, y derecho positivo, desarrollada ya en una sociedad estructurada como Estado y reflejo del privilegio y la división de clases. Por lo tanto, las leyes pueden tener una doble fuente, los viejos hábitos y costumbres convertidos en fórmula, los derechos de las clases privilegiadas convertidos en carácter legal. Si en los antiguos regímenes despóticos esa dualidad no se mostraba con claridad, sí lo hace en el Estado moderno en el que la comunidad participa, más o menos, en la elaboración del derecho. Desgraciadamente, la lucha por el derecho se ha convertido casi siempre en la lucha por el poder, de tal manera que los revolucionarios de ayer se convierten en los reaccionarios de hoy. El mal no se encuentra en la forma de poder, sino en el poder mismo.

La reforma del derecho ha partido siempre de pueblo, no del Estado, al contrario de lo que el poder suele querer hacer creer, como si las conquistas sociales fueran una concesión de la buena voluntad de los gobernantes. Más bien al contrario, por su naturaleza el poder obstaculizará o tratará de convertir en inútil la aparición de un nuevo derecho. Son los energías culturales que manan de la sociedad la que presionan para que cedan los poderes dominantes. El desarrollo social señala las necesidades que llevan a la transformación, a un nuevo derecho y a nuevas libertades, y la otorgan consistencia, no el hecho de estar legalmente registradas. Parlamentos y Constituciones nada valen sin un pueblo que haga valer sus conquistas y las mantenga vivas.

3 comentarios:

Luis dijo...

>>Es lógico que Iglesia y Estado se enfrentaran, ya que ningún poder tolera competencia y está siempre inspirado por el deseo de ser el único.<<

Yo no termino de entender los análisis que consideran al Estado, al Capital o a la Iglesia como poderes o entes abstractos y no entrelazados.

¿Como se explica que desde los 70 los fuertes Estados europeos hayan perdido voluntariamente poder cediéndoselo al Capital?

Creo que tiene más sentido entender al Estado no como un ente abstracto sino como un aparato al servicio de la clase política, una clase que tiene sus propios intereses y que en ocasiones pueden ser contrarios a los del aparato.

Sobre el enfrentamiento poder cultura. Primero habría que ver qué definimos como cultura, y si nos referimos al conjunto de modos de vida y costumbres, yo al menos lo entiendo como un concepto neutro en el sentido que no es ni bueno ni malo en sí mismo.

Por ejemplo, el nazismo creo una sociedad avanzada científicamente y artísticamente y a la vez expandió ideas racistas, homófobas, xenófobas...

Por ejemplo, el neoliberalismo desde los 70 se ha encargado de fabricar una sociedad cuya cultura sea individualista, egoista, transversal en el sentido de que no exista conciencia de clase, consumista.

El NSDAP promovió la cultura nazi, los actuales Estados occidentales promueven la cultura neoliberal. Entonces desde mi punto de vista quizá no haya ese enfrentamiento poder-cultura.

De hecho yo creo que en los Estados occidentales la dominación cultural es el arma utilizada para controlar a la población, y ha resultado ser bastante efectiva, a los hechos me remito. Es decir, el Estado, el Capital, los poderosos promueven la cultura, su cultura, como medio de dominación.

Capi Vidal dijo...

Por supuesto que hay que concretar, pero partimos de cierta especulación filosófica sobre el poder. No he tenido, en cualquier caso, intención de quedarme en ninguna abstracción. Hay que analizar la evolución del capital y el (supuesto) detrimento del Estado, y la relación entre ambos, por lo que seguramente será una falacia eso de la ausencia de intervención que piden los liberales. El análisis de Rocker me sigue pareciendo válido, incluso pueden verse las grandes empresas como estructuras paraestatales, no era alguien que dejara de lado la evolución del capitalismo.

Respecto al poder, no sé yo si se puede hablar de neutralidad en la cultura, puede decirse que hablamos también del conocimiento. Lo que se pide es una cultura que surja de la sociedad (no de una clase dirigente), que según el análisis expuesto tendrá más facilidades para ampliar su horizonte. No hay que ver ningún análisis de modo absoluto, por lo que no se niegan todas las dificultades que se dan. Por supuesto que existen también modos y hábitos detestables, pero se entiende que son producto de relaciones de dominación. A mí me gusta decir que no se parte de cero, que asumimos que somos en gran medida historia y producto de la sociedad, por lo que deseamos generar una nueva concienca en función de nuevos hábitos y relaciones sociales. De nuevo me quedo con el análisis de Rocker, el poder constriñe, creo que así lo demuestra la historia. Por cierto, el auténtico florecimiento cultural en Alemania sería previo al nazismo, una época con mayores libertades e innovaciones.

En cualquier caso, no me gusta hablar de "neutralidad" en la cultura (¿la ciencia sería solo una parte?); es algo en lo que se insiste, ya que se instrumentaliza en función de las estructuras sociales y políticas, pero no sé si es tan sencillo, y hay que ver también cómo se relaciona con muchos otros factores. Para nada hay que desdeñar el análisis materialista de Marx, pero sin rigideces, ya que muchos otros factores son también importantes.

Saludos.

Luis dijo...

>>Hay que analizar la evolución del capital y el (supuesto) detrimento del Estado, y la relación entre ambos<<

Yo creo que sobre todo desde los 70 la clase política occidental está cediendo parte de su poder económico al desprenderse de las empresas que más dinero le proporcionaban, en España: Repsol, Telefónica, Endesa y dentro de nada, Loterias. Con esas medidas el Estado como aparato pierde poder económico, algo bastante importante.

Aunque es cierto que el poder represivo (policía, ejercito, juzgados) todavía son monopolio suyo, podemos ver cómo en determinadas circunstancias este poder se ha cedido al Capital, como por ejemplo los ejercitos privados en Irak y Afganistan, como el de la famosa Black Water.

La pérdida de poder del Estado no es gratuita, pues la clase dirigente obtiene suculentos beneficios personales. Pero creo que esto invalida entonces el análisis del Estado como un ente abstracto que busca siempre ampliar su poder.


>>Por supuesto que existen también modos y hábitos detestables, pero se entiende que son producto de relaciones de dominación.<<

Bueno, quizá no sea posible saberlo hasta que no exitan varias generaciones de personas nacidas en libertad. No sabría dar una opinión sobre eso.