No pocas veces se escucha etiquetar a Órtega y Gasset de poco menos que "facha" o a su concepto de "masa" (siendo más concreto, de "hombre masa") señalarlo como muy peyorativo al dirigirse (supuestamente) al vulgo o pueblo. Uno de los grandes males de esta supuesta sociedad de la información (o del espectáculo) que padecemos son los lugares comunes con los que creemos formarnos una opinión. Esto es lo que siento, desde mi ignorancia, en numerosas situaciones en las que todos participamos de ese despropósito, en mayor o en menor medida. Es importante conocer y empaparse bien de un asunto, contrastar información y ser crítico, con el fin de profundizar, para formarse una opinión sólida. Como en este caso hablamos del que es uno de los grandes filósofos de este país, he querido escribir unas palabra sobre su pensamiento. No se trata de aceptarlo acríticamente, cosa que no hay que realizar nunca, sino de complementarlo con lo visión y los valores de uno mismo, los cuales se enriquecen a la vez con un mayor horizonte cognitivo y moral. Por lo tanto, dejemos a un lado cualquier prejuicio sobre la vida del filósofo que nos ocupa, ya fuera conservador o con la actitud vital que sea (y su actividad es cierto que la desarrolló en parte en un ámbito elitista). Hace poco hablaba de Sartre, otro gigante del pensamiento, cuya actitud resulta inadmisible en tantas ocasiones (en este caso, siendo supuestamente progresista), pero lo cual no invalida su obra en conjunto.
Parece que se distingue varias etapas en el pensamiento orteguiano, de las cuales vamos a referirnos a las dos más importantes. En la primera, de 1910 a 1923, se ha definido como perspectivista, según la cual la sustancia última del mundo es una perspectiva. Órtega se opone, tanto al idealismo, ya que considera que el sujeto no es el eje en torno al cual gira la realidad, como al realismo, ya que tampoco es un mero trozo de esa realidad. Puede decirse que el sujeto es una pantalla que selecciona las impresiones de lo dado; es una realidad concreta, y no abstracta, una vida en el sentido más amplio del concepto. Los valores culturales serían una consecuencia de esa vida, incluso puede hablarse de que son propiamente funciones vitales, como también lo es la razón. El desarrollo del llamado perspectivismo lleva a Órtega a un nuevo periodo, a partir de 1923, que se ha llamado raciovitalismo, al que pertenece la famosa frase (aunque sea anterior, de 1914): "Yo soy: yo y mi circunstancia". El pensamiento de este autor va a girar en torno al concepto de razón vital, opuesta tanto a la abstracción del racionalismo como a cualquier posición pragmatista; si se quiere denominar vitalista al conocimiento, aunque sea racional, es porque está arraigado en la propia vida. El hombre para Órtega no es un ser dotado de razón (física o abstracta), sino una realidad que tiene que usar de la razón para vivir. Para vivir, hay que tratar con el mundo y dar cuenta de él, no de un modo intelectual abstracto, sino de un modo concreto y pleno. Para esa vida plena, no hay que buscar el análisis, y sí la narración; así, el hombre acaba entendiendo que la vida en sí misma es un fin y no hay que buscar trascendencia alguna. Lo verdaderamente trascendente es la existencia para cada uno.
Desde un punto de vista sociológico, Órtega niega que la sociedad exista como tal. Si el hombre no tiene naturaleza alguna, y sí una historia, lo mismo ocurre con la sociedad. El ser de ésta no puede entonces captar una razón pura (racionalista o naturalista) y sí la razón vital. De esta visión se desprende que la sociedad es un elemento en el cual el hombre vive en ese sentido pleno y hace uso de él por medio de usos, costumbres, normas, etc.; Órtega llama a esto "presión social", la cual puede dirigirse hacia la construcción de la libertad o puede actuar como una axfisia que conduce al hombre a intentar evadirse (aunque le resulte imposible y deba siempre adaptarse). Para compensar esos problemas que plantea a veces la doctrina de lo social, Órtega distingue otro tipo de relaciones llamadas interindividuales (amor, amistad...). Así, la relación entre persona y sociedad no es unívoca, sino regida por una compleja red de relaciones e interdependencias en las que ciertas asociaciones pueden encontrar el equilibrio entre la vida personal y la social.
Tal vez la gran aportación de Órtega a la cuestión de la decadencia de Occidente sea su concepción del "hombre masa", la cual no hay que interpretar a mi modo de ver las cosas de modo clasista. Esta idea surge de la progresiva deshumanización de la persona en la moderna sociedad técnica. Puede encontrarse visiones parecidas en los grandes autores, y no es difícil observar que esta convicción orteguiana halla ecos en la alienación desarrollada por Marx en el campo del trabajo y en la que insistirán posteriormente, desde posiciones también humanistas y socialistas, otros autores como es el caso de Erich Fromm. El hombre masa orteguiano se muestra vacío de su propia historia, sin reminiscencias de su pasado, y susceptible de caer en tentaciones totalitarias. Hay quien ha hecho una interpretación del hombre masa de Órtega vinculándolo con un concepto jerarquizante como el que en otras épocas el aristócrata tenía hacia el plebeyo o siervo. Bien, insisto en que la lectura de Órtega no tiene por qué hacerse desde posiciones reaccionarias, como no creo que lo fuera él en realidad; algo parecido ocurre con otro gran filósofo que pareció justificar, desde otra perspectiva y en ocasiones, una sociedad aristrocratizante, es el caso de Nietzsche (al menos, si nuestra posición es sólidamente progresista y humanista, no hay tal peligro).
La antítesis del hombre masa descrito por Órtega, el cual se caracteriza porque no se valora a sí mismo y y busca confundirse con el grupo en aras de anular su ansiedad, puede recordar también al Único de Stirner, un ser de personalidad perfectamente distinguible. El ser humano que vive de verdad plenamente estará en permanente tensión, buscará constantemente la mejora y tendrá un auténtico proyecto vital. Tenemos que hablar entonces de que el hombre masa busca la conformidad social, la aceptación de normas, costumbres y disciplinas. Aunque podamos hablar de un ignorante, según esta concepción orteguiana, puede serlo también un técnico de la sociedad moderna, cuya actividad especializada se reduce a una parcela de la realidad. Una línea muy interesante para completar el pensamiento orteguiano es la de indagar en la enajenación, tal y como he apuntado antes, ya que creo que es la principal característica, incrementada con el tiempo, de la sociedad moderna (o posmoderna).
Parece que se distingue varias etapas en el pensamiento orteguiano, de las cuales vamos a referirnos a las dos más importantes. En la primera, de 1910 a 1923, se ha definido como perspectivista, según la cual la sustancia última del mundo es una perspectiva. Órtega se opone, tanto al idealismo, ya que considera que el sujeto no es el eje en torno al cual gira la realidad, como al realismo, ya que tampoco es un mero trozo de esa realidad. Puede decirse que el sujeto es una pantalla que selecciona las impresiones de lo dado; es una realidad concreta, y no abstracta, una vida en el sentido más amplio del concepto. Los valores culturales serían una consecuencia de esa vida, incluso puede hablarse de que son propiamente funciones vitales, como también lo es la razón. El desarrollo del llamado perspectivismo lleva a Órtega a un nuevo periodo, a partir de 1923, que se ha llamado raciovitalismo, al que pertenece la famosa frase (aunque sea anterior, de 1914): "Yo soy: yo y mi circunstancia". El pensamiento de este autor va a girar en torno al concepto de razón vital, opuesta tanto a la abstracción del racionalismo como a cualquier posición pragmatista; si se quiere denominar vitalista al conocimiento, aunque sea racional, es porque está arraigado en la propia vida. El hombre para Órtega no es un ser dotado de razón (física o abstracta), sino una realidad que tiene que usar de la razón para vivir. Para vivir, hay que tratar con el mundo y dar cuenta de él, no de un modo intelectual abstracto, sino de un modo concreto y pleno. Para esa vida plena, no hay que buscar el análisis, y sí la narración; así, el hombre acaba entendiendo que la vida en sí misma es un fin y no hay que buscar trascendencia alguna. Lo verdaderamente trascendente es la existencia para cada uno.
Desde un punto de vista sociológico, Órtega niega que la sociedad exista como tal. Si el hombre no tiene naturaleza alguna, y sí una historia, lo mismo ocurre con la sociedad. El ser de ésta no puede entonces captar una razón pura (racionalista o naturalista) y sí la razón vital. De esta visión se desprende que la sociedad es un elemento en el cual el hombre vive en ese sentido pleno y hace uso de él por medio de usos, costumbres, normas, etc.; Órtega llama a esto "presión social", la cual puede dirigirse hacia la construcción de la libertad o puede actuar como una axfisia que conduce al hombre a intentar evadirse (aunque le resulte imposible y deba siempre adaptarse). Para compensar esos problemas que plantea a veces la doctrina de lo social, Órtega distingue otro tipo de relaciones llamadas interindividuales (amor, amistad...). Así, la relación entre persona y sociedad no es unívoca, sino regida por una compleja red de relaciones e interdependencias en las que ciertas asociaciones pueden encontrar el equilibrio entre la vida personal y la social.
Tal vez la gran aportación de Órtega a la cuestión de la decadencia de Occidente sea su concepción del "hombre masa", la cual no hay que interpretar a mi modo de ver las cosas de modo clasista. Esta idea surge de la progresiva deshumanización de la persona en la moderna sociedad técnica. Puede encontrarse visiones parecidas en los grandes autores, y no es difícil observar que esta convicción orteguiana halla ecos en la alienación desarrollada por Marx en el campo del trabajo y en la que insistirán posteriormente, desde posiciones también humanistas y socialistas, otros autores como es el caso de Erich Fromm. El hombre masa orteguiano se muestra vacío de su propia historia, sin reminiscencias de su pasado, y susceptible de caer en tentaciones totalitarias. Hay quien ha hecho una interpretación del hombre masa de Órtega vinculándolo con un concepto jerarquizante como el que en otras épocas el aristócrata tenía hacia el plebeyo o siervo. Bien, insisto en que la lectura de Órtega no tiene por qué hacerse desde posiciones reaccionarias, como no creo que lo fuera él en realidad; algo parecido ocurre con otro gran filósofo que pareció justificar, desde otra perspectiva y en ocasiones, una sociedad aristrocratizante, es el caso de Nietzsche (al menos, si nuestra posición es sólidamente progresista y humanista, no hay tal peligro).
La antítesis del hombre masa descrito por Órtega, el cual se caracteriza porque no se valora a sí mismo y y busca confundirse con el grupo en aras de anular su ansiedad, puede recordar también al Único de Stirner, un ser de personalidad perfectamente distinguible. El ser humano que vive de verdad plenamente estará en permanente tensión, buscará constantemente la mejora y tendrá un auténtico proyecto vital. Tenemos que hablar entonces de que el hombre masa busca la conformidad social, la aceptación de normas, costumbres y disciplinas. Aunque podamos hablar de un ignorante, según esta concepción orteguiana, puede serlo también un técnico de la sociedad moderna, cuya actividad especializada se reduce a una parcela de la realidad. Una línea muy interesante para completar el pensamiento orteguiano es la de indagar en la enajenación, tal y como he apuntado antes, ya que creo que es la principal característica, incrementada con el tiempo, de la sociedad moderna (o posmoderna).
6 comentarios:
Ortega no es que fuera facha, lo que era un gilipollas solemne. La Rebelión de la Masas es un libro que leído en su contexto histórico -la España de transición entre el 98 y la incipiente modernidad urbana de los 20-es completamente ridículo.
Don José es incapaz de ver, estaba tan dedicado a plagiar a Pareto, que no se daba cuenta de lo que a su alrededor pasaba. En aquellos años existía una fuerte cultura obrera, especifica, propugnada y propagada desde los Ateneos, Escuelas Racionalistas y Neutras y Casas del Pueblo. Ortega parece inventarse una especie de Tatch Man contra el que despotricar a gusto.
Aparentemente podría tener mas sentido ahora haciendo una especie de relectura Derridiana del texto. Lo que pasa que queda totalmente obsoleto frente a la sociología critica, la critica situacionista o el empirismo de Richard Sennet. Eso si, no se le puede negar que escribía muy bien y con cierta elegancia.
Recibe un fraternal saludo.·.
Filomena Marturano
Ja, ja... "gilipollas solemne" es tal vez un calificativo excesivo para el que está considerado el mejor filósofo español (no lo digo yo, ojo, que estas cosas me trascienden).
Por cierto, Filomena, hace bien poquito que he visto una peli de De Sica, basada en una obra de De Filippo, cuyo nombre no recuerdo. Qué casualidad, ¿no?
Estimado amigo.
Haber llevado una vida tan puta como la mía es lo que tiene, que acaban llevándola al cine.
Ortega puede que pase por ser el mejor filosofo Español. Si tenemos en cuenta que la aportación española al pensamiento filosófico es equiparable, en importancia, a la presencia de la Cultural Leonesa en Primera División, no es gran cosa.
Ortega fue un buen divulgador de otros pero también un bobo solemne pomposo y engreído, de ello da buena cuenta Heidegger en alguna que otro escrito o como bien le describe Luis Martín Santos en su novela Tiempo de Silencio un filosofo para señoras bien.
Aunque no sean santos de mi devoción considero mas interesantes y a Francisco Suarez o a Balmes, incluso a Donoso Cortés, que al pesado de Ortega.
Salud
A mi el señor Ortega y Gasset me fatiga hasta la nausea. Pienso que llamarlo facha, es excesivo. Sencillamente defiende posturas muy conservadoras y, lo que me parece peor, su pensan¡miento no depara nada original, sigue sendas ya muy trilladas...
Al respecto leí , hace tiempo, un libro que encontré muy interesante de Gregorio Morán, "El filosófo en el erial" creo que se llamaba...
De todas maneras, no me hagas mucho caso. Yo soy, demasiado, de filias y de fobias, y Ortega y Gasset es una de mis fobias más irrefrénables.
Leido, a posteriori, el, los, comentarios de Filomena Martutano, solo decir que no puedo estar más que de acuerdo con ella...Expresa lo que yo pienso y siento, con mucha mayor maestria y bagaje intelectual que el mio. Mis respetos, compañera!
Qué hecho tan inusual!! Encontrar dos personas en una misma página que no se comen la pastilla orteguista. Y para que no haya 2 sin 3 aquí voy yo. Podría ser de vuestro interés: http://el-pareja.blogspot.com/2016/03/153-rey-desnudo-ortega-gasset-rebelion-masas.html donde analizo el concepto de hombre-masa (entre otras cosas, cómo le calzaba tan bien al propio Ortega). Hay en mi blog 16 posts más. Es que me dio por desmenuzar La rebelión de las masas desde todos los flancos que ofrece. Saludos.
Publicar un comentario