lunes, 5 de agosto de 2013

A propósito del Papa Francisco y la Iglesia

La semana pasada, y supongo que lo seguirá haciendo durante más tiempo, el diario El País fue publicando amplia información sobre el nuevo Papa, con un tono abiertamente conciliador, optimista sobre sus declaraciones y sobre lo que pretende ser una nueva "política" dentro de la Iglesia; recordemos que hablamos de un periódico muy importante en España, de orientación supuestamente progresista (hecha esta aclaración para los amigos de otros países).

Así, el martes 30 de julio, el diario dedica cuatro columnas de su portada a lo que es (supuestamente) una pregunta directa del Papa a un periodista; me hace temer lo peor, algo que se confirma cuando puede leerse la entrevista completa en el interior.
Como este tipo de manipulación me indigna, decido mandar la siguiente carta el director:
Me gustaría reflexionar sobre el titular de El País del 30 de julio, respuesta supuestamente literal del Papa Francisco: "¿Quién soy yo para juzgar a un gay?". Como suele pasar demasiado a menudo en los diarios, el exceso de síntesis y de licencia en ciertos textos de primera plana nos roba el auténtico sentido de lo que ocurrió o quiso expresarse. En la entrevista al pontífice, en el interior, podemos leer lo que fue su verdadera respuesta: "Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo"; no creo que exista mucho margen para la interpretación de estas palabras. Sé que hay muchas ganas, por parte de ciertos sectores, de que en la Iglesia exista otra manera de ver las cosas; sin embargo, me gustaría recordar que, al margen de que el sumo mandatario sea más o menos conservador en sus formas, hablamos de una institución, ferozmente jerarquizada (por lo tanto, con la obediencia como máxima, la cual llega hasta una persona en la cúspide que asegura estar en contacto con un ser supremo), que se basa en la revelación, la tradición, la fe y el dogma. Su postura respecto a la homosexualidad, insisto, al margen de las palabras que quiera emplear la alta curia, es la que es; negación de la normalización de una condición sexual contraria a la forma católica de contemplar la existencia. Por favor, Uds. los medios tienen una gran responsabilidad a la hora de trasladar a los ciudadanos la veracidad de lo que ocurre, al margen de las ideas o creencias que se tengan (o, en tantos casos, ausencia de las mismas).
Me alegra comprobar la existencia de este artículo, nacido también de la indignación al leer la entrevista al Papa y la consecuente manipulación mediática.
Por supuesto, mi carta no será nunca publicada. No solo eso, ese mismo día otra carta de un lector califica al nuevo pontífice de "Papa inusual", de "hombre de Estado" (algo que me parece acertado, aunque el autor quiere ver en ello que no esté "contaminado por la política") y con "valentía" y "honestidad" para cambiar las cosas. ¿Podemos "creer", más allá de ciertos gestos, que en realidad la Iglesia es una institución con intenciones socialmente transformadoras?; creo que solo desde la más terrible ingenuidad, mezclada con algo de frivolidad, podemos afirmar tal cosa. Para mi texto anterior, me resisto a utilizar la muy manida, pero no por ello menos acertada, frase de Lampedusa: "Es necesario que todo cambie para que todo siga igual". Días después, nuevas cartas insisten en los rasgos del Papa Francisco, en su condición de "hombre evangélico", sencillo y cercano a la gente e incluso se atreve a asegurar que "los jóvenes" (sic) desean un discurso en la Iglesia solidario y comprometido. Solo la palabra "evangélico", que se funda en la "verdad revelada" y que tiene vocación nada menos que universal, es para echarse a temblar; como dije, hablamos de una institución ferozmente conservadora, contraria al progreso en todos los ámbitos (también el moral) y, por lo tanto, como ha demostrado a lo largo de la historia y especialmente en la modernidad, un obstáculo para la transformación social (no hablo de "consuelo" ni de "tranquilidad existencial", hablo de combatir de verdad los problemas de la humanidad). A propósito de esta nuevo pontífice, dudo mucho que, más allá de algunos gestos, sea mejor que el anterior; del mismo modo, Benedicto XVI no era peor que el inefable Juan Pablo II, e incluso es posible que su dimisión esté fundada en una actitud honesta ante la indignidad que le rodeaba.

No puedo evitar tampoco recordar un chiste gráfico del genial Mauro Entrialgo. Una persona dice a otra: "Es hora de que la Iglesia católica se olvide de tradiciones jerárquicas obsoletas y supersticiones absurdas y otorgue a las mujeres los mismos derechos que a los hombres y no condene la homosexualidad"; la otra le responde: "No es mala idea. Lástima que si la Iglesia católica se olvidase de las tradiciones jerárquicas obsoletas y supersticiones absurdas ya no sería ni Iglesia ni católica".

1 comentario:

Loam dijo...

Se juega con el inocente (o más bien, cándido) anhelo de mucha gente que, ante un mundo cada vez más inhóspito, quisiera que se produjera "el milagro". Se manipula dicho anhelo, una y otra vez, para que todo siga igual, de tal manera que, en breve, el Papa será el gran protector de gays y lesbianas, así como los militares son ya los grandes defensores de la paz y los banqueros los grandes benefactores del progreso. ¿"El País"?: ha pinchado junto con la burbuja económica, ya ni siquiera conserva aquel compromiso estético que lo diferenciaba de la prensa más rancia y reaccionaria.

Un fallo, por parte de dicho periódico, que no hayan publicado tu artículo. Es como si alguien que se estuviera desangrando rechazara una transfusión.

P.D.
¿Para cuándo una misa solemne del Sumo Pontífice, en pro de la paz, retransmitida desde la cubierta de un portaaviones de la Navy?

Salud!