sábado, 3 de agosto de 2013

El pensamiento y la acción ácratas de Fermín Salvochea

Decíamos en la entrada anterior, que Salvochea es condenado por el consejo de guerra de Sevilla después de los hechos del Cantón de Cádiz. Junto a su amigo Pablo Laso, es enviado al presidio de La Gomera; Salvochea soportará con calma el encierro y se mostrará muy solidario con sus compañeros presos y con los habitantes del lugar; llegará a estudiar medicina para poder atender a sus semejantes y también tendrá en estos años una notable evolución intelectual. Como también dijimos, Salvochea ya había formado parte de la Internacional en España, pero será durante el tiempo de reclusión cuando dedicará gran tiempo a ocuparse de las ideas y aspiraciones de la federación española de la AIT; finalmente, comprenderá que el republicanismo federal que había abrazado en el pasado no era más que un escalón hacia el anarquismo, los escritos de Bakunin y de otros pensadores avanzados le introducirán definitivamente en las ideas ácratas, las cuales no abandonará ya hasta el final de sus días.

En 1875, la madre se Salvochea intenta obtener un indulto para su hijo de Canovas del Castillo, cosa que logra gracias a amigos influyentes. Sin embargo, nuestro protagonista lo rechaza aduciendo que sería aceptar que sus enemigos tienen finalmente razón; en 1883, la Municipalidad de Cádiz intenta otra petición de indulto y el Tribunal Supremo concede la amnistía a Salvochea, que poseía una ética férrea. Así, cuando el gobernador de la colonia penal leyó el indulto, Salvochea rompíó el documento y declaró que solo existían para él dos maneras de ser liberado: bien por su propia fuerza, bien mediante una amnistía general a todos los presos políticos. Nueves meses después de aquello, Salvochea logrará huir de La Gomera en un pequeño velero que le lleva hasta Gibraltar; después de residir en Portugal y en el norte de África, podrá regresar a España tras la muerte de Alfonso XII siendo recibido con un gran entusiasmo.

El retorno de Salvochea se produjo en un momento oportuno. De 1874 a 1881, el movimiento anarquista en España padecía un mal momento, ya que las bárbaras leyes de excepción impedían toda propaganda pública; cientos de militantes sufrían en las cárceles y el movimiento se mantenía gracias a las organizaciones secretas. En 1881 se pondrá fin a dicha situación y se celebrará ese año el primer congreso público de los anarquistas españoles; en los años posteriores el anarquismo incrementará sus filas notablemente siendo Salvochea uno de los pensadores y militantes puntales. En 1886, funda Salvochea el periódico ácrata El socialismo llevando a cabo una propaganda enérgica en Andalucía; los campesinos se organizarán en prácticamente todas las aldeas, el anarquismo seguirá progresando increíblemente y el gobierno empezará a atemorizarse y a tomar medidas represivas. Salvochea será procesado varias veces de 1886 a 1991, pero su actitud enérgica producirá gran impresión y otorgará mayor vigor al movimiento anarquista. El periódico El socialismo, a pesar de las detenciones de su director y de la persecución de la que fue objeto continuamente, tuvo 76 números durante esos cinco años desde 1886 a 1991; a pesar de que puede decirse que su orientación era el comunismo anarquista de Kropotkin, buscó el entendimiento con los colectivistas publicando textos de Reclus, Lafargue, George, Lumm, Baz o Joynes, manifiestos de ambas tendencias, circulares de la Federación de Trabajadores de la Región Española, así como importantes folletos como El salario, de Kropotkin.

Ante su impotencia frente al empuje ácrata, el gobierno utilizará un recurso repugnante para reprimir al movimiento. Desde principios de 1880, ya se había difundido la noticia sobre la existencia de un grupo de asesinos y ladrones, llamados La Mano Negra e influidos por los principios anarquistas; a base de repetir esta falacia en la prensa reaccionaria, la cosa fue calando en la opinión pública y miles de personas fueron detenidas por su supuesta pertenencia a la banda ficticia. La intención del gobierno era clara, disolver la ya poderosa militancia en el movimiento anarquista. El 1 de mayo de 1890, Salvochea organizó una impactante propaganda revolucionaria a lo largo de Andalucía, algo que tratará de repetirse al año siguiente; sin embargo, el 1 de mayo de ese año hubo dos explosiones en Cádiz muriendo varias personas. La prensa reaccionaria culpó a los anarquistas, a pesar de que en El socialismo se negó tal cosa y se sospechó de una nueva estratagema de la policía para criminalizar al movimiento; algo parecido ocurrió en Jerez de la Frontera, otro foco revolucionario importante siendo detenidos numerosos anarquistas. Estos hechos produjeron que en la noche del 8 de enero de 1892 varios centenares de trabajadores y campesinos trataran de liberar por la fuerza en Jerez a sus hermanos detenidos; hubo sangrientos enfrentamientos y los revolucionarios tuvieron finalmente que retirarse al amanecer. La venganza de la burguesía fue terrible: varios militantes fueron ejecutados y otros encerrados por varios años, entre ellos el propio Salvochea acusado de haber organizado la sublevación de Jerez (para mayor indignación, en ese momento estaba encerrado en la cárcel de Cádiz).

La actitud de Salvochea ante los jueces, de nuevo, fue de no someterse a lo que consideraba una burla de la justicia guardando silencio durante el interrogatorio. Será trasladado a la cárcel de Valladolid, donde cumplirá condena aislado y en condiciones infrahumanas, lo que repercutirá gravemente en su salud; en agosto de 1898, le trasladaron el penal de Burgos donde mejoró su situación; allí pudo realizar varios trabajos literarios, entre ellos la traducción de una obra de astronomía de Flammarion. Al fin, en 1899 fueron liberados los presos de Montjuich, después del clamor popular, y Salvochea también logró la libertad; de nuevo, a su vuelta a Cádiz fue acogido con gran júbilo. Su espíritu libertario se mostraba incólume, pero no así su salud debido a tantos años de encierro. Fermín Salvochea se mostrará activo hasta el fin de sus días en 1907; escribió numerosos artículos para la prensa anarquista, editó gran número de folletos y tradujo la importante obra de Kropotkin Campos, fábricas y talleres, publicándose en primer lugar en La Revista Blanca y luego en forma de libro. Su honestidad revolucionaria le llevó a emplear todos sus recursos en el movimiento y a compartir todo lo que tenía con sus compañeros trabajadores. Su muerte causó una gran conmoción y miles de personas organizaron una gran manifestación en su sepelio al grito de "¡Viva la anarquía!". Puede decirse que Salvochea fue un activista a la altura de Bakunin, con un gran concepto de la solidaridad y rígido en sus convicciones, las cuales le llevaron en cualquier caso del republicanismo, y la comodidad de la alcaldía de Cádiz, hacia el anarquismo; su figura fue novelada por autores de la talla de Blasco Ibáñez y Valle Inclán, dio lugar a tanguillos populares gaditanos y reproducida en sello durante la Segunda República. Admirado por el conjunto de los anarquistas, y por los revolucionarios en general, su vida fue narrada por Pedro Vallina, Federico Urales, Rudolf Rocker o Sánchez Rosa, además del libro publicado en los años 80 del siglo XX, Fermín Salvochea. República y anarquismo, de Fernando Puelles.

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