Reproducimos a continuación el prefacio de Eduardo Colombo, compilador de los textos que integran este libro (Buenos Aires, Libros de Anarres 2013):
El movimiento obrero nace en Europa al final del primer tercio del siglo XIX, cuando la clase explotada toma conciencia de su condición común por encima de fronteras y regímenes. Antiguas herencias ideológicas se unirán a nuevas formulaciones en la organización del emergente proletariado urbano frente a la reacción violenta y represora de una burguesía que observaba con pavor el nuevo escenario; todo contribuirá fuertemente a que la clase trabajadora tome conciencia de la lucha de clases. Todavía existirá otro factor que contribuya a esta toma de conciencia y es el exilio; las insurrecciones, y la represión consecuente, conducirá a la diseminación internacional de numerosos rebeldes, personas afirmadas en la lucha, que observarán el sufrimiento por igual en los diferentes países, por parte de los oprimidos, y adquirirán una visión internacionalista y una comprensión de la unión de todos los explotados como clase. Tal y como dijo Proudhon, será la revolución de 1848 la fecha en la que las clases obreras tomen definitivamente conciencia de sí mismas y se separen radicalmente de la burguesía. Por lo tanto, los rasgos que definirán al movimiento obrero revolucionario serán una irreductible oposición de clases, una conciencia de la unidad económica resultado de la condición de explotados y el internacionalismo.
La primera organización internacional de carácter proletario se producirá entre 1855 y 1859, fundada en Londres por refugiados franceses, polacos, alemanes y los cartistas ingleses; será el último y más importante eslabón en los precedentes de la Primera Internacional. Ésta, nacerá en 1864 como Asociación Internacional de Trabajadores; de ahí nacerá el proletariado militante, pero de forma paralela también la pretensión por parte de una élite política de dirigirla. Bakunin insistirá en que el objetivo es la emancipación completa de los trabajadores, mientras que Marx y Engels se obstinarán en ejercer su control desde su cuartel general en Londres. Como es sabido, en el congreso de La Haya, de septiembre de 1872, se producirá la ruptura radical entre socialistas autoritarios y antiautoritarios, marxistas y anarquistas. La rama antiautoritaria de la Primera Internacional, después de esa ruptura, vivirá un periodo arriesgado, de vitalidad desigual según los países, pero confiando siempre en un anclaje indispensable en la clase obrera; un Congreso en Londres en 1881, de inesperada articulación, mantuvo los ideales de la AIT antiautoritaria. En los Estados Unidos se funda en 1883 la International Working People´s Association, que es considerada la rama americana de la Internacional antiautoritaria; la orientación anarquista se irá consolidando hasta los trágicos sucesos de los Mártires de Chicago por la jornada de ocho horas de trabajo, donde nace la dimensión internacional del Primero de Mayo y también la conciencia de la huelga general como arma revolucionaria.
En Europa, la rama antiautoritaria, a pesar de su exclusión en diversos congresos por parte de los partidarios de la acción legislativa y parlamentaria, tomará un nuevo desarrollo a nivel internacional. La CGT francesa estará impregnada, con su sindicalismo revolucionario de las ideas anarquistas en su Carta de Amiens de 1906; en 1905, nace la FORA argentina y ese mismo año nace la IWW (Industrial Workers of the World); en España, en 1907, se funda Solidaridad Obrera, inmediato precedente de la poderosa Confederación Nacional del Trabajo. En Alemania, la FVDG (Asociación Libre de Sindicatos Alemanes) será el germen del sindicalismo revolucionario antes de la Primera Guerra Mundial y en Italia, en 1907, el Comitato de Azione Directa será el antecedente de la USI; en muchos otros lugares del planeta, se crearán infinidad de federaciones antiautoritarias. Todas esas organizaciones serán la base para el resurgimiento de la AIT en 1922; desgraciadamente, la derrota en la Guerra Civil Española supondrá un dramático punto de inflexión para el anarquismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, del fin del comunismo y con la globalización capitalista y el triunfo de la ideología liberal, será necesario labrar un futuro por parte del anarquismo hilvanando con la tradición federalista y antiautoritaria.
Los textos de este libro, compilados por Eduardo Colombo, se ocupan de la rama antiautoritaria de la Primera Internacional para recuperar la historia de un movimiento obrero que resistió, tanto al reformismo socialdemócrata como a la dictadura de los que se decían revolucionarios. Un trabajo indispensable en un mundo intelectual en el que la clase dirigente, de una pelaje o de otro, oculta a aquellos que cuestionan su derecho a mandar.
PDF del libro.
Las nuevas generaciones que en el imperturbable correr de los días emprenden la lucha por un mundo mejor deben hacerlo sobre una tierra trabajada por otros luchadores que se fueron perdiendo en la oscuridad del pasado. Los descendientes de aquellos que tanto sembraron y nada recogieron, salvo su pesada carga de sacrificios, pobreza, cárcel y metralla, tienen que enfrentarse con los nuevos amos, dueños no solo del botín sino también del pasado porque son ellos los que escriben la Historia oficial.
Así, la gente del pueblo se encuentra empobrecida y desposeída también de su propia historia que fue escamoteada por las ideologías un momento triunfantes –ayer el marxismo, hoy el neoliberalismo, cubiertos en la Argentina bajo el manto del peronismo– que lograron hacer caer en el olvido la experiencia revolucionaria de toda esa parte del movimiento obrero de acción directa que tiene su origen en la rama antiautoritaria de la Primera Internacional.
Sin embargo, como decíamos en la presentación de la edición brasileña de este libro, esa historia es próxima y la tradición oral todavía viviente. Pese a ello existen rupturas en la memoria de los pueblos y uno tiene la dolorosa impresión de un eterno recomenzar. Pero no es cierto, el pasado nos propulsa ahí donde estamos y no podemos dejar de aferrarnos a ese hilo tenue que une la imagen de aquellos que nos precedieron, explotados y maltratados, a la visión de una humanidad liberada. Entre ambas representaciones se encuentra el presente, el momento de la acción. Y el interés por el pasado es un signo seguro de la pasión que nos lleva a querer cambiar este presente por otro futuro.
Consciente de la importancia que adquiere en nuestra época la recuperación de las experiencias y del sentido de los combates de ayer la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que es la organización anarcosindicalista y sindicalista revolucionaria de Francia, decidió organizar en vísperas del Primero de Mayo del año 2000, un Coloquio Internacional sobre la historia del movimiento obrero revolucionario. Este encuentro formaba parte de una semana de actividades culturales y artísticas diversas que culminaron en un meeting internacional y en la manifestación del Primero de Mayo por las calles de París. Un lema reunía todas esas actividades: Por otro futuro, de la resistencia a la alternativa social.
El Coloquio reunió a una decena de historiadores, investigadores y militantes del movimiento obrero, durante dos días, en el anfiteatro de la Bolsa de Trabajo de Saint-Denis situada en el conurbano de París. Los debates contaron con la participación de un público interesado y entusiasta en la defensa de posiciones muchas veces controvertidas. Esos trabajos fueron publicados el año siguiente por la misma CNT en colaboración con la editorial Nautilus, en un volumen que lleva el título De l’Histoire du mouvement ouvrier révolutionnaire. Esta edición castellana cuenta con el agregado de un texto sobre el Brasil que fue escrito en ocasión de un nuevo Coloquio que tuvo lugar en São Paulo y Río de Janeiro en 2004, acompañando la publicación de esos estudios traducidos en lengua portuguesa.
En la Argentina el movimiento obrero nació con la impronta del anarquismo, lo que lo llevó durante un largo período a mantener celosamente su independencia de todo partido político y a defender con uñas y dientes la acción directa, a oponerse al arbitraje del Estado y a la colaboración de clases. El golpe de Estado de 1930, ejemplo de la reacción conservadora y antiobrera, fue dirigido en gran parte contra ese movimiento. La FORA fue condenada por un cuarto de siglo a la clandestinidad. Y los capitanes del 6 de septiembre fueron los coroneles del ’43, manteniendo así la práctica de los sucesivos golpes de Estado militares que se fueron escalonando cada diez o doce años hasta llegar a la violencia genocida, que tuvo sus prolegómenos ya antes del ‘76. La Argentina fue sangrada como tantos otros pueblos.
El combate por la libertad y la igualdad no tiene fin. Un nuevo movimiento revolucionario debe surgir de abajo, del pueblo trabajador. Conocer la historia del movimiento obrero que, durante gran parte del siglo pasado y en casi todas las regiones del mundo, fue la punta de lanza de la emancipación humana forma parte de las herramientas necesarias para continuar la marcha.
El movimiento obrero nace en Europa al final del primer tercio del siglo XIX, cuando la clase explotada toma conciencia de su condición común por encima de fronteras y regímenes. Antiguas herencias ideológicas se unirán a nuevas formulaciones en la organización del emergente proletariado urbano frente a la reacción violenta y represora de una burguesía que observaba con pavor el nuevo escenario; todo contribuirá fuertemente a que la clase trabajadora tome conciencia de la lucha de clases. Todavía existirá otro factor que contribuya a esta toma de conciencia y es el exilio; las insurrecciones, y la represión consecuente, conducirá a la diseminación internacional de numerosos rebeldes, personas afirmadas en la lucha, que observarán el sufrimiento por igual en los diferentes países, por parte de los oprimidos, y adquirirán una visión internacionalista y una comprensión de la unión de todos los explotados como clase. Tal y como dijo Proudhon, será la revolución de 1848 la fecha en la que las clases obreras tomen definitivamente conciencia de sí mismas y se separen radicalmente de la burguesía. Por lo tanto, los rasgos que definirán al movimiento obrero revolucionario serán una irreductible oposición de clases, una conciencia de la unidad económica resultado de la condición de explotados y el internacionalismo.
La primera organización internacional de carácter proletario se producirá entre 1855 y 1859, fundada en Londres por refugiados franceses, polacos, alemanes y los cartistas ingleses; será el último y más importante eslabón en los precedentes de la Primera Internacional. Ésta, nacerá en 1864 como Asociación Internacional de Trabajadores; de ahí nacerá el proletariado militante, pero de forma paralela también la pretensión por parte de una élite política de dirigirla. Bakunin insistirá en que el objetivo es la emancipación completa de los trabajadores, mientras que Marx y Engels se obstinarán en ejercer su control desde su cuartel general en Londres. Como es sabido, en el congreso de La Haya, de septiembre de 1872, se producirá la ruptura radical entre socialistas autoritarios y antiautoritarios, marxistas y anarquistas. La rama antiautoritaria de la Primera Internacional, después de esa ruptura, vivirá un periodo arriesgado, de vitalidad desigual según los países, pero confiando siempre en un anclaje indispensable en la clase obrera; un Congreso en Londres en 1881, de inesperada articulación, mantuvo los ideales de la AIT antiautoritaria. En los Estados Unidos se funda en 1883 la International Working People´s Association, que es considerada la rama americana de la Internacional antiautoritaria; la orientación anarquista se irá consolidando hasta los trágicos sucesos de los Mártires de Chicago por la jornada de ocho horas de trabajo, donde nace la dimensión internacional del Primero de Mayo y también la conciencia de la huelga general como arma revolucionaria.
En Europa, la rama antiautoritaria, a pesar de su exclusión en diversos congresos por parte de los partidarios de la acción legislativa y parlamentaria, tomará un nuevo desarrollo a nivel internacional. La CGT francesa estará impregnada, con su sindicalismo revolucionario de las ideas anarquistas en su Carta de Amiens de 1906; en 1905, nace la FORA argentina y ese mismo año nace la IWW (Industrial Workers of the World); en España, en 1907, se funda Solidaridad Obrera, inmediato precedente de la poderosa Confederación Nacional del Trabajo. En Alemania, la FVDG (Asociación Libre de Sindicatos Alemanes) será el germen del sindicalismo revolucionario antes de la Primera Guerra Mundial y en Italia, en 1907, el Comitato de Azione Directa será el antecedente de la USI; en muchos otros lugares del planeta, se crearán infinidad de federaciones antiautoritarias. Todas esas organizaciones serán la base para el resurgimiento de la AIT en 1922; desgraciadamente, la derrota en la Guerra Civil Española supondrá un dramático punto de inflexión para el anarquismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, del fin del comunismo y con la globalización capitalista y el triunfo de la ideología liberal, será necesario labrar un futuro por parte del anarquismo hilvanando con la tradición federalista y antiautoritaria.
Los textos de este libro, compilados por Eduardo Colombo, se ocupan de la rama antiautoritaria de la Primera Internacional para recuperar la historia de un movimiento obrero que resistió, tanto al reformismo socialdemócrata como a la dictadura de los que se decían revolucionarios. Un trabajo indispensable en un mundo intelectual en el que la clase dirigente, de una pelaje o de otro, oculta a aquellos que cuestionan su derecho a mandar.
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