Repasamos en el siguiente texto la concepción de Bakunin, uno de los grandes pensadores anarquistas al que seguiremos dedicando mucho espacio, sobre la mente y la voluntad del individuo; el pensamiento de este hombre estaba, como no podía ser de otra manera, comprometido con el progreso y la búsquedas de la emancipación social, en suma, la conquista de la libertad y de la dignidad en un plano verdaderamente humano.
Bakunin no establecía una división tajante entre las facultades del hombre, para pensar y hablar, y el resto de los animales; a pesar de ello, por motivos obvios, solo el hombre ha alcanzado un alto nivel de desarrollo para una auténtica facultad pensante: esto es, la capacidad para formar y clasificar conceptos abstractos, los cuales son la base para las conclusiones que llamamos ideas. De esas ideas, el hombre deduce aplicaciones lógicas; ese poder de abstracción le permite al ser humano elevarse sobre su mundo externo, e incluso sobre él mismo, y le otorga un poder pensante casi ilimitado. Aunque Bakunin concebía el absoluto como la máxima abstracción, y como una idea seguramente carente de contenido, lo consideraba un instrumento capaz de otorgar grandes conquistas al ser humano. El despertar de la conciencia y de la voluntad se produciría gracias a esas facultad de abstracción, ya que el hombre puede elevarse sobre la presión inmediata que ejercen lo objetos de su entorno; tal y como lo considera Bakunin, el principio del análisis y de la ciencia experimental descansa en esa elevación del individuo sobre sus propios instintos e impulsos, ya que le permite comparar sus propias pulsaciones al igual que compara objetos externos.
Así, el hombre surge de la naturaleza y es la facultad de abstracción la que le permite otorgarse una segunda existencia en la que puede evolucionar y hacer realidad sus ideales. Tal y como concibe la vida Bakunin, tiende siempre a realizarse en toda la plenitud de su ser; de esa manera, el ser humano ha necesitados muchos siglos de existencia para poder desarrollar los conceptos de razón y de justicia. Ese nivel de desarrollo, según esa lógica, tendría todavía por delante un amplio horizonte para seguir materializando los diversos ideales concebidos por el hombre. El optimismo vitalista de Bakunin le hacía considerar lo siguiente: "La última fase y la meta suprema de todo el desarrollo humano es la libertad"; si algunas tradiciones consideran que esa libertad estuvo en el comienzo de la historia, el filósofo anarquista mira hacia delante y considera que es la progresiva autoconsciencia del ser humano la que le permite de verdad conquistarla. La emancipación humana solo se produce a través de un uso gradual de la razón, lo que permitirá discernir las leyes que rigen el universo, así como comprender la propia condición interna del individuo.
En el pensamiento de Bakunin se produce cierta paradoja: si bien el ser humano está también sujeto a leyes naturales, inmutables e inevitables, es cuando las reconoce y asimila con su mente cuando logra elevarse sobre la presión externa y obedecer únicamente a su capacidad creativa. Hay quien ha señalado esto como una contradicción en la concepción de la libertad de Bakunin, pero habría que releer el pensador anarquista: "(el ser humano) obedeciendo en lo sucesivo sólo a sus propias ideas, las transforma más o menos de acuerdo con sus necesidades progresivas, imprimiéndoles en alguna medida la imagen de su propia humanidad". Bakunin considera, por lo tanto, que es solo el hombre el único capaz de crear en el mundo humano, superando su condición animal, elevándose sobre su entorno y conquistando, en suma, la libertad y la dignidad; esta conquista se realiza gracias a la realización del propio potencial humano, que el filósofo ruso quería ver en una especie de causalidad universal que empujaba al individuo a realizar las condiciones necesarias para la vida de su especie.
Es ese impulso el que Bakunin denomina voluntad; gracias a sus facultades intelectuales, el hombre puede adquirir una plena conciencia y puede decirse que es el único ser que tiene una voluntad libre (una capacidad para autodeterminarse de forma consciente). No obstante, hay que matizar que la libertad de la voluntad resulta relativa, ya que insiste Bakunin en que está sujeta a esa causalidad universal; donde se vence la contradicción es cuando el ser humano reconoce esas leyes o necesidades naturales, se opone a la simple acción mecánica e instintiva y es capaz de dar continuidad a sus pensamientos para obtener el sentimiento de autodeterminación. El ser humano no puede liberarse de sus impulsos naturales, pero puede regularlos y modificarlos a través de diferentes épocas de desarrollo intelectual y moral, intentando ajustarlos a una concepción ideal de la justicia y de la belleza. Por lo tanto, el individuo está sujeto a las leyes naturales del universo, frente a las que no puede hacer nada al formar parte de ellas, pero es gracias al conocimiento y el trabajo que puede liberarse de la presión enorme que realiza el mundo externo (material y social); gracias a la revolución política, el ser humano puede concebir la mejor de las organizaciones sociales, sin despotismo alguno, y reconociendo y asimilando las leyes de la naturaleza.
Por supuesto, Bakunin no considera que las facultades del hombre estén originadas de forma divina o sobrenatural, sino que son una función más de la materia; sujeta, eso sí, a una gran capacidad de progreso y perfeccionamiento. La fuerza moral o capacidad de la voluntad del ser humano, al igual que su fuerza física, está condicionada por multitud de factores fisiológicos concurrentes: entre ellos, está la salud, el desarrollo normal del propio cuerpo o las capacidades cerebrales heredadas; así, la naturaleza no dota por igual a todas las personas estando muy condicionadas desde el nacimiento las facultades afectivas, intelectuales y volitivas. Por supuesto, la confianza del anarquismo en la educación tiene uno de sus orígenes en Bakunin cuando considera que toda voluntad puede adiestrarse y se logra reprimir toda expresión inmediata de los sentimientos y deseos. Así, con algunos límites evidentes, todo ser humano puede convertirse en su propio educador; no obstante, hay que tener en cuenta la independencia relativa que puede lograr, ya que siempre va a estar condicionado por el medio natural y social.
Bakunin no establecía una división tajante entre las facultades del hombre, para pensar y hablar, y el resto de los animales; a pesar de ello, por motivos obvios, solo el hombre ha alcanzado un alto nivel de desarrollo para una auténtica facultad pensante: esto es, la capacidad para formar y clasificar conceptos abstractos, los cuales son la base para las conclusiones que llamamos ideas. De esas ideas, el hombre deduce aplicaciones lógicas; ese poder de abstracción le permite al ser humano elevarse sobre su mundo externo, e incluso sobre él mismo, y le otorga un poder pensante casi ilimitado. Aunque Bakunin concebía el absoluto como la máxima abstracción, y como una idea seguramente carente de contenido, lo consideraba un instrumento capaz de otorgar grandes conquistas al ser humano. El despertar de la conciencia y de la voluntad se produciría gracias a esas facultad de abstracción, ya que el hombre puede elevarse sobre la presión inmediata que ejercen lo objetos de su entorno; tal y como lo considera Bakunin, el principio del análisis y de la ciencia experimental descansa en esa elevación del individuo sobre sus propios instintos e impulsos, ya que le permite comparar sus propias pulsaciones al igual que compara objetos externos.
Así, el hombre surge de la naturaleza y es la facultad de abstracción la que le permite otorgarse una segunda existencia en la que puede evolucionar y hacer realidad sus ideales. Tal y como concibe la vida Bakunin, tiende siempre a realizarse en toda la plenitud de su ser; de esa manera, el ser humano ha necesitados muchos siglos de existencia para poder desarrollar los conceptos de razón y de justicia. Ese nivel de desarrollo, según esa lógica, tendría todavía por delante un amplio horizonte para seguir materializando los diversos ideales concebidos por el hombre. El optimismo vitalista de Bakunin le hacía considerar lo siguiente: "La última fase y la meta suprema de todo el desarrollo humano es la libertad"; si algunas tradiciones consideran que esa libertad estuvo en el comienzo de la historia, el filósofo anarquista mira hacia delante y considera que es la progresiva autoconsciencia del ser humano la que le permite de verdad conquistarla. La emancipación humana solo se produce a través de un uso gradual de la razón, lo que permitirá discernir las leyes que rigen el universo, así como comprender la propia condición interna del individuo.
En el pensamiento de Bakunin se produce cierta paradoja: si bien el ser humano está también sujeto a leyes naturales, inmutables e inevitables, es cuando las reconoce y asimila con su mente cuando logra elevarse sobre la presión externa y obedecer únicamente a su capacidad creativa. Hay quien ha señalado esto como una contradicción en la concepción de la libertad de Bakunin, pero habría que releer el pensador anarquista: "(el ser humano) obedeciendo en lo sucesivo sólo a sus propias ideas, las transforma más o menos de acuerdo con sus necesidades progresivas, imprimiéndoles en alguna medida la imagen de su propia humanidad". Bakunin considera, por lo tanto, que es solo el hombre el único capaz de crear en el mundo humano, superando su condición animal, elevándose sobre su entorno y conquistando, en suma, la libertad y la dignidad; esta conquista se realiza gracias a la realización del propio potencial humano, que el filósofo ruso quería ver en una especie de causalidad universal que empujaba al individuo a realizar las condiciones necesarias para la vida de su especie.
Es ese impulso el que Bakunin denomina voluntad; gracias a sus facultades intelectuales, el hombre puede adquirir una plena conciencia y puede decirse que es el único ser que tiene una voluntad libre (una capacidad para autodeterminarse de forma consciente). No obstante, hay que matizar que la libertad de la voluntad resulta relativa, ya que insiste Bakunin en que está sujeta a esa causalidad universal; donde se vence la contradicción es cuando el ser humano reconoce esas leyes o necesidades naturales, se opone a la simple acción mecánica e instintiva y es capaz de dar continuidad a sus pensamientos para obtener el sentimiento de autodeterminación. El ser humano no puede liberarse de sus impulsos naturales, pero puede regularlos y modificarlos a través de diferentes épocas de desarrollo intelectual y moral, intentando ajustarlos a una concepción ideal de la justicia y de la belleza. Por lo tanto, el individuo está sujeto a las leyes naturales del universo, frente a las que no puede hacer nada al formar parte de ellas, pero es gracias al conocimiento y el trabajo que puede liberarse de la presión enorme que realiza el mundo externo (material y social); gracias a la revolución política, el ser humano puede concebir la mejor de las organizaciones sociales, sin despotismo alguno, y reconociendo y asimilando las leyes de la naturaleza.
Por supuesto, Bakunin no considera que las facultades del hombre estén originadas de forma divina o sobrenatural, sino que son una función más de la materia; sujeta, eso sí, a una gran capacidad de progreso y perfeccionamiento. La fuerza moral o capacidad de la voluntad del ser humano, al igual que su fuerza física, está condicionada por multitud de factores fisiológicos concurrentes: entre ellos, está la salud, el desarrollo normal del propio cuerpo o las capacidades cerebrales heredadas; así, la naturaleza no dota por igual a todas las personas estando muy condicionadas desde el nacimiento las facultades afectivas, intelectuales y volitivas. Por supuesto, la confianza del anarquismo en la educación tiene uno de sus orígenes en Bakunin cuando considera que toda voluntad puede adiestrarse y se logra reprimir toda expresión inmediata de los sentimientos y deseos. Así, con algunos límites evidentes, todo ser humano puede convertirse en su propio educador; no obstante, hay que tener en cuenta la independencia relativa que puede lograr, ya que siempre va a estar condicionado por el medio natural y social.
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