Aunque no siempre lo veamos expresado de esa manera, no podemos estar más de acuerdo
con Rudolf Rocker, el anarquismo es la gran síntesis entre liberalismo y
socialismo. Las dos grandes corrientes producidas a partir de la
Revolución francesa confluyen en el ideal libertario. Ello se produjo
cuando determinados autores observaron que "la cuestión social" no se
resuelve con cambios de constitución ni de gobierno, y sí llegando al
fondo del problema.
El movimiento socialista, partidario de la supresión del monopolio económico y de la colectivización de los medios de producción, sufrió enseguida diversas influencias, mencionando Rocker la democracia y el liberalismo como las que tuvieron una significación decisiva, que acabaron por conducir a ciertas fracciones. Liberalismo y democracia eran conceptos eminentemente políticos, pero sus principios originarios se vieron distorsionados por el rumbo que tomó el desenvolvimiento económico capitalista. La "igualdad ante la ley" preconizada por la democracia se convertiría en un fraude cuando millones de seres humanos se vieron obligados a vender su fuerza de trabajo a una minoría de propietarios. El "derecho de sí mismo", propio del liberalismo, resulta otra pantomima por los mismos motivos, la necesidad de someterse al dictado económico de otro.
Puede decirse que, sobre el papel, anarquismo y liberalismo tienen en común la idea de prosperidad y felicidad del individuo como norma de todas las cuestiones sociales. También puede haber coincidencias en su deseo de reducir las funciones gubernamentales al mínimo, aunque si el liberalismo seguiría a Jefferson y su "el mejor gobierno es el que gobierno menos", los anarquistas son más partidarios de Thoreau y su máxima "el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto". Sin embargo, el anarquismo tiene en común con los socialistas el reclamar la abolición de todo monopolío económico y la propiedad en común del suelo y de los medios de producción. Dentro de la corriente socialista, el anarquismo se distinguirá por criticar toda forma de opresión, ya que considera que la económica está muy vinculada a la política y social. Puede expresarse en que la explotación del hombre por el hombre y el dominio del hombre sobre el hombre son cosas inseparables que se condicionan mutuamente. El análisis libertario considera el Estado un instrumento de privilegio, el cual preserva una situación de antagonismo entre propietarios y desposeídos. En una sociedad libertaria, aunque haya autores socialistas como Saint-Simon que ya sostenían algo similar, el gobierno sobre el hombre dejaría paso a la administración de los asuntos económicos y sociales.
Por lo tanto, el anarquismo critica a Marx y no observa el Estado como una mera superestructura política y jurídica, y sí le atribuye una condición propia. Tal como dice Rocker, pueden verse multitud de ejemplos en la historia en los que el desarrollo económico sufre un retroceso debido a las pugnas concretas por la conquista del poder político. En la Unión Soviética, de forma terriblemente paradójica si atendemos al pensamiento de Marx, consideraba Rocker que la llamada dictadura del proletariado y las aspiraciones gubernamentales de un partido político habían impedido una auténtica reconstrucción económica socialista. Un Estado, aunque surja de una revolución social, solo pone fin a los privilegios de una viaje clase para instaurar rápidamente una nueva clase privilegiada, de la cual necesitará para continuar ejerciendo sus funciones de gobierno. La gran crítica anarquista al socialismo autoritario es que la igualdad económica, suponiendo que haya existido en algún régimen, no es garantía contra la opresión política y social. Incluso en la cárcel y en los cuarteles, puede observarse un alto grado de igualdad económica. La justicia social no puede tener un verdadero significado si se produce a expensas de la libertad personal y no se funda en ella.
Aunque, a lo largo de la historia, los aspectos externos del Estado han cambiado, Rocker consideraba que sus funciones seguían siendo las mismas en la sociedad contemporánea. El autor de Nacionalismo y cultura solo consideraba posible el progreso si se reconocía esa condición del Estado como garante de privilegios. El anarquismo no supondría una solución manifiesta para todos los problemas humanos, no representa un orden social perfecto, principalmente porque rechaza todos los esquemas y concepciones de carácter absoluto. En lo que sí confía es en la perfectabilidad de los arreglos sociales y de las condiciones de vida del hombre, lo cual supone una continuo esfuerzo por lograr formas más altas de expresión y no una meta definida. Por el contrario, el Estado ajusta la rica variedad social hacia formas definidas, no otorga mayores perspectivas y perpetúa el statu quo. Cuanto mayor es el Estado, más completa es la forma que pone a su servicio todos los órdenes de la vida social, más perniciosa es su influencia sobre el desarrollo cultural, intelectual y social. Tal y como lo expresaba Rocker, el anarquismo es un impulso definido en el desarrollo histórico de la humanidad, en contraste con todas las trabas de las instituciones gubernamentales y eclesiásticas, que se esfuerza por el desarrollo libre de las energías individuales y sociales. No deja de definir el alemán, y pensamos que no hay que tener miedo a estos términos, el sentido relativo de las ideas, de las instituciones y de las formas sociales. Incluso, la libertad puede considerarse también un concepto relativo, posibilidad para poder ensanchar cada vez más su horizonte.
La libertad no es para el anarquismo un concepto filosófico abstracto, sino la posibilidad concreta de cada ser humano para desarrollar sus potencias, capacidad y talento de manera plena, de convertirlos en realidad social. Tal y como observaba la historia Rocker, toda etapa de debilitamiento político suponía un gran florecimiento cultural. La explicación estriba en que todo sistema político se asienta en la mecanización y en el desenvolvimiento orgánico de las fuerzas sociales. Estado y cultura están destinados a ser enemigos irreconciliables, tal y como lo expresó también Nietzsche. Todas las culturas, si no se ven restringidas por lo político, experimentan una renovación constante del estímulo creativo y de la capacidad de perfección, producto de lo cual es una creciente diversidad de actividades creadoras. La fuerza moral del anarquismo radica en esta cuestión, solo la libertad, como liberación del hombre de la explotación intelectual y de la opresión mental y política, puede conducir a grandes metas como fuerza impulsora de todo desarrolllo intelectual y social.
El movimiento socialista, partidario de la supresión del monopolio económico y de la colectivización de los medios de producción, sufrió enseguida diversas influencias, mencionando Rocker la democracia y el liberalismo como las que tuvieron una significación decisiva, que acabaron por conducir a ciertas fracciones. Liberalismo y democracia eran conceptos eminentemente políticos, pero sus principios originarios se vieron distorsionados por el rumbo que tomó el desenvolvimiento económico capitalista. La "igualdad ante la ley" preconizada por la democracia se convertiría en un fraude cuando millones de seres humanos se vieron obligados a vender su fuerza de trabajo a una minoría de propietarios. El "derecho de sí mismo", propio del liberalismo, resulta otra pantomima por los mismos motivos, la necesidad de someterse al dictado económico de otro.
Puede decirse que, sobre el papel, anarquismo y liberalismo tienen en común la idea de prosperidad y felicidad del individuo como norma de todas las cuestiones sociales. También puede haber coincidencias en su deseo de reducir las funciones gubernamentales al mínimo, aunque si el liberalismo seguiría a Jefferson y su "el mejor gobierno es el que gobierno menos", los anarquistas son más partidarios de Thoreau y su máxima "el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto". Sin embargo, el anarquismo tiene en común con los socialistas el reclamar la abolición de todo monopolío económico y la propiedad en común del suelo y de los medios de producción. Dentro de la corriente socialista, el anarquismo se distinguirá por criticar toda forma de opresión, ya que considera que la económica está muy vinculada a la política y social. Puede expresarse en que la explotación del hombre por el hombre y el dominio del hombre sobre el hombre son cosas inseparables que se condicionan mutuamente. El análisis libertario considera el Estado un instrumento de privilegio, el cual preserva una situación de antagonismo entre propietarios y desposeídos. En una sociedad libertaria, aunque haya autores socialistas como Saint-Simon que ya sostenían algo similar, el gobierno sobre el hombre dejaría paso a la administración de los asuntos económicos y sociales.
Por lo tanto, el anarquismo critica a Marx y no observa el Estado como una mera superestructura política y jurídica, y sí le atribuye una condición propia. Tal como dice Rocker, pueden verse multitud de ejemplos en la historia en los que el desarrollo económico sufre un retroceso debido a las pugnas concretas por la conquista del poder político. En la Unión Soviética, de forma terriblemente paradójica si atendemos al pensamiento de Marx, consideraba Rocker que la llamada dictadura del proletariado y las aspiraciones gubernamentales de un partido político habían impedido una auténtica reconstrucción económica socialista. Un Estado, aunque surja de una revolución social, solo pone fin a los privilegios de una viaje clase para instaurar rápidamente una nueva clase privilegiada, de la cual necesitará para continuar ejerciendo sus funciones de gobierno. La gran crítica anarquista al socialismo autoritario es que la igualdad económica, suponiendo que haya existido en algún régimen, no es garantía contra la opresión política y social. Incluso en la cárcel y en los cuarteles, puede observarse un alto grado de igualdad económica. La justicia social no puede tener un verdadero significado si se produce a expensas de la libertad personal y no se funda en ella.
Aunque, a lo largo de la historia, los aspectos externos del Estado han cambiado, Rocker consideraba que sus funciones seguían siendo las mismas en la sociedad contemporánea. El autor de Nacionalismo y cultura solo consideraba posible el progreso si se reconocía esa condición del Estado como garante de privilegios. El anarquismo no supondría una solución manifiesta para todos los problemas humanos, no representa un orden social perfecto, principalmente porque rechaza todos los esquemas y concepciones de carácter absoluto. En lo que sí confía es en la perfectabilidad de los arreglos sociales y de las condiciones de vida del hombre, lo cual supone una continuo esfuerzo por lograr formas más altas de expresión y no una meta definida. Por el contrario, el Estado ajusta la rica variedad social hacia formas definidas, no otorga mayores perspectivas y perpetúa el statu quo. Cuanto mayor es el Estado, más completa es la forma que pone a su servicio todos los órdenes de la vida social, más perniciosa es su influencia sobre el desarrollo cultural, intelectual y social. Tal y como lo expresaba Rocker, el anarquismo es un impulso definido en el desarrollo histórico de la humanidad, en contraste con todas las trabas de las instituciones gubernamentales y eclesiásticas, que se esfuerza por el desarrollo libre de las energías individuales y sociales. No deja de definir el alemán, y pensamos que no hay que tener miedo a estos términos, el sentido relativo de las ideas, de las instituciones y de las formas sociales. Incluso, la libertad puede considerarse también un concepto relativo, posibilidad para poder ensanchar cada vez más su horizonte.
La libertad no es para el anarquismo un concepto filosófico abstracto, sino la posibilidad concreta de cada ser humano para desarrollar sus potencias, capacidad y talento de manera plena, de convertirlos en realidad social. Tal y como observaba la historia Rocker, toda etapa de debilitamiento político suponía un gran florecimiento cultural. La explicación estriba en que todo sistema político se asienta en la mecanización y en el desenvolvimiento orgánico de las fuerzas sociales. Estado y cultura están destinados a ser enemigos irreconciliables, tal y como lo expresó también Nietzsche. Todas las culturas, si no se ven restringidas por lo político, experimentan una renovación constante del estímulo creativo y de la capacidad de perfección, producto de lo cual es una creciente diversidad de actividades creadoras. La fuerza moral del anarquismo radica en esta cuestión, solo la libertad, como liberación del hombre de la explotación intelectual y de la opresión mental y política, puede conducir a grandes metas como fuerza impulsora de todo desarrolllo intelectual y social.
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