La reciente muerte de Amos Oz, notable escritor al que se ha definido como la conciencia crítica de Israel, invita a una reflexión libertaria sobre el conflicto entre Israel y Palestina, aunque sería mejor definición referirse a los crímenes de un Estado contra una población. Oz, enfrentándose a una gran parte de sus compatriotas favorables a la ocupación, se mostraba partidario, como solución del problema, a la construccion de un Estado palestino.
Hay que decir que, para la inmensa mayoría el imaginario popular, resulta impensable una sociedad sin Estado. Es algo a lo que tenemos que enfrentarnos los anarquistas, el hecho de identificarse desde la propia educación más elemental una sociedad bien organizada con el Estado, y yendo más allá, prácticamente se considera que resulta el culmen de la civilización en su versión democrática. Así, se producen no pocas contradicciones a la hora de implicarse en conflicto entre un Estado bien afianzado, como es Israel, y un pueblo que parece aspirar a serlo como es el palestino para defender su territorio. Se plantean de esta manera, diversas cuestiones que parecen ser anatemas para el anarquismo, como es la identidad colectiva basada en el territorio o las luchas por la liberación nacional, aunque otras nos obligan siempre a nuestra implicación material y moral, es el caso de la solidaridad internacional entre los pueblos. Tal y como ha señalado el anarquista israelí Uri Gordon, la gran paradoja para el activismo anarquista en Palestina, tantas veces, es apoyar como es lógico a los oprimidos, pero estar obligados a hacerlo en los propios términos y condiciones de estos.
Aunque la presencia explícitamente libertaria puede considerarse minoritaria en el conflicto, no hay que desdeñar la tradición anarquista del territorio, mencionándose siempre los principios comunistas libertarios de los primeros kibutz. A partir de 1968, como en tantos otras partes del mundo, se renovó el interés por las ideas libertarias con presencia anarquista en destacados movimientos. En los años 80, hubo otro auge, especialmente entre los estudiantes israelís, y entronca con el activismo antiglobalización de finales de los 90. Como no podía ser de otra manera, ha habido anarquistas en las últimas décadas que han participado en espacios de fraternidad entre árabes y judíos, con un compromiso explícito en los territorios ocupados. Desde el año de su creación, en 2003, hasta hoy es notable la iniciativa de Anarquistas Contra el Muro y su lucha conjunta con el pueblo palestino. Anarquistas de otros países se han implicado durante los últimos años en diversas organizaciones que promueven la solidaridad internacional con los palestinos. Aunque la participación anarquista en un conflicto eterno es evidente, tal vez las aportaciones polémicas desde un punto de vista libertario han sido escasas. En ocasiones, en una línea muy extendida entre la izquierda, se ha planteado la cuestión como un lucha entre opresores y oprimidos, por lo que los anarquistas debían apoyar a estos últimos, los palestinos, y dejar como algo secundario la crítica a sus líderes o a sus métodos de lucha. Por supuesto, la solidaridad es con el pueblo oprimido en nombre de la dignidad y la responsabilidad, pero no hay que olvidar que el opresor es un Estado y diferenciarlo del pueblo israelí, parte del cual se manifiesta muy crítico con su gobierno. Tal vez, esas visiones viscerales, que observan las dos partes del conflicto como bloques compactos, no ayuden demasiado desde un punto de vista antiautoritario. Más bien, los defensores del Estado de Israel, que son muchos y muy poderosos, se alimentan de esos posicionamientos con las manidas acusaciones de antisemitismo.
Tengo que decir, que yo mismo no tenga una opinión definitiva sobre el conflicto, pero trato de reflexionar al respecto con diversas posturas que he observado dentro del activismo anarquista. Como no podía ser de otra manera, otros libertarios han querido aportar un análisis exclusivamente anarcosindicalista con llamamientos a los grupos independientes de trabajadores en Palestina e Israel. Desgraciadamente, como tantas otras veces, la visión sindicalista dentro del anarquismo parece ignorar que existen pocas perspectivas para un movimiento obrero de carácter autónomo en el territorio que nos ocupa (como en muchos otros). Estas visiones sesgadas, que insisten de modo exclusivo en la lucha dentro del mundo del trabajo, ignoran muchos otros ámbitos en los que una mayoría de anarquistas está implicada. De nuevo, hay que criticar visiones que caen en la abstracción y el idealismo, mostrando categorías cuanto menos cuestionables y distanciándose de la realidad. Nuestro deseo de un irreductible internacionalismo, y de la solidaridad entre los trabajadores, no debería desapegarnos de lo real y sí obligarnos a análisis más concretos. La implicacion en el conflicto entre Israel y Palestina nos lleva, igualmente, a otra paradoja; las de las luchas por la liberación nacional y, consecuentemente, la construcción nacionalista que conlleva. Nuestros principios libertarios nos conducen a observar el nacionalismo como un mecanismo ideológico de carácter reaccionario, el cual se esfuerza por construir una unidad en torno a una identidad colectiva y conciliando a clases que deberían ser antagonistas. El nacionalismo se identifica con el poder político, el Estado, bien diferenciado del concepto de pueblo, que a nivel local puede compartir sentimientos, ideas y valores, pero con una identidad flexible que rechaza las fronteras y capaz de construir sociedades libres. Una visión que suscribimos los anarquistas, pero de nuevo excesivamente abstracta, ya que hay que atender a los problemas reales y concretos en los que en ciertos contextos no tiene cabida fácil.
El gran problema es que una gran mayoría de palestinos parece querer su propio Estado, por lo que nuestra visión ácrata algo condescendiente entra en conflicto con el deseo de los propios oprimidos. De nuevo, nuestra loable aspiración de una sociedad sin poder coercitivo, de auténticos libres e iguales, nos pone frente a una realidad en la que las personas están sufriendo ahora mismo y de poco les vale hablarles de un terreno utópico. Tengo que decir que esta contradicción, valga la aparente perogrullada, puede empezar a resolverse aceptando la propia contradicción en lugar de esgrimir el ideal (que, no olvidemos, a veces se convierte en dogma). Es decir, negar las contradicciones es refugiarse en un ideal que puede estar muy lejano, por lo que poco o nada se implica en los conflictos reales; no sirve de nada para la gente que, hoy mismo, está siendo machacada por el Estado y el capitalismo. Si los anarquistas, en mi opinión, queremos ser responsables e implicarnos de verdad, sin que en ningún momento eso tenga que ser un obstáculo para una lucha emancipatoria más amplia, hay que mancharse en el barro y eso supone aceptar las contradicciones. En el caso concreto que nos ocupa, tal vez haya que transigir con la posibilidad de un Estado palestino, como deseo mayoritario de los propios palestinos, una forma factible de mitigar la opresión a corto plazo. Nuestras ideas anarquistas no pueden ponerse por encima del sufrimiento de las personas, es tal como yo lo veo y suelo actuar en un mundo político y social que no me suele gustar. Por otra parte, aceptar como un mal menor la creación de un Estado palestino es solo una supuesta contradicción libertaria, que tal vez solo se produce desde ciertas teorizaciones, por lo que mostrémonos también flexibles desde este punto de vista. Es decir, los activistas ácratas implicados en el conflicto de modo solidario, evitando formas de represión y procurando que los oprimidos sean más autosuficientes, difícilmente van a contribuir a la construcción de un nuevo Estado. Por otra parte, la aceptación de una u otra manera de un Estado palestino, de forma evidente, no es la solución defintiva de los problemas sociales en el territorio. Obviamente, desde un punto de vista anarquista no es una solución a largo plazo, pero tal vez podría ser un camino positivo hacia espacios más libertarios. En cualquier caso, y volvemos a procurar implicarnos de forma concreta en el sufrimiento de la gente en este momento, no creo que sea una solución peor que las cosas tal y como están en este momento.
Hay que decir que, para la inmensa mayoría el imaginario popular, resulta impensable una sociedad sin Estado. Es algo a lo que tenemos que enfrentarnos los anarquistas, el hecho de identificarse desde la propia educación más elemental una sociedad bien organizada con el Estado, y yendo más allá, prácticamente se considera que resulta el culmen de la civilización en su versión democrática. Así, se producen no pocas contradicciones a la hora de implicarse en conflicto entre un Estado bien afianzado, como es Israel, y un pueblo que parece aspirar a serlo como es el palestino para defender su territorio. Se plantean de esta manera, diversas cuestiones que parecen ser anatemas para el anarquismo, como es la identidad colectiva basada en el territorio o las luchas por la liberación nacional, aunque otras nos obligan siempre a nuestra implicación material y moral, es el caso de la solidaridad internacional entre los pueblos. Tal y como ha señalado el anarquista israelí Uri Gordon, la gran paradoja para el activismo anarquista en Palestina, tantas veces, es apoyar como es lógico a los oprimidos, pero estar obligados a hacerlo en los propios términos y condiciones de estos.
Aunque la presencia explícitamente libertaria puede considerarse minoritaria en el conflicto, no hay que desdeñar la tradición anarquista del territorio, mencionándose siempre los principios comunistas libertarios de los primeros kibutz. A partir de 1968, como en tantos otras partes del mundo, se renovó el interés por las ideas libertarias con presencia anarquista en destacados movimientos. En los años 80, hubo otro auge, especialmente entre los estudiantes israelís, y entronca con el activismo antiglobalización de finales de los 90. Como no podía ser de otra manera, ha habido anarquistas en las últimas décadas que han participado en espacios de fraternidad entre árabes y judíos, con un compromiso explícito en los territorios ocupados. Desde el año de su creación, en 2003, hasta hoy es notable la iniciativa de Anarquistas Contra el Muro y su lucha conjunta con el pueblo palestino. Anarquistas de otros países se han implicado durante los últimos años en diversas organizaciones que promueven la solidaridad internacional con los palestinos. Aunque la participación anarquista en un conflicto eterno es evidente, tal vez las aportaciones polémicas desde un punto de vista libertario han sido escasas. En ocasiones, en una línea muy extendida entre la izquierda, se ha planteado la cuestión como un lucha entre opresores y oprimidos, por lo que los anarquistas debían apoyar a estos últimos, los palestinos, y dejar como algo secundario la crítica a sus líderes o a sus métodos de lucha. Por supuesto, la solidaridad es con el pueblo oprimido en nombre de la dignidad y la responsabilidad, pero no hay que olvidar que el opresor es un Estado y diferenciarlo del pueblo israelí, parte del cual se manifiesta muy crítico con su gobierno. Tal vez, esas visiones viscerales, que observan las dos partes del conflicto como bloques compactos, no ayuden demasiado desde un punto de vista antiautoritario. Más bien, los defensores del Estado de Israel, que son muchos y muy poderosos, se alimentan de esos posicionamientos con las manidas acusaciones de antisemitismo.
Tengo que decir, que yo mismo no tenga una opinión definitiva sobre el conflicto, pero trato de reflexionar al respecto con diversas posturas que he observado dentro del activismo anarquista. Como no podía ser de otra manera, otros libertarios han querido aportar un análisis exclusivamente anarcosindicalista con llamamientos a los grupos independientes de trabajadores en Palestina e Israel. Desgraciadamente, como tantas otras veces, la visión sindicalista dentro del anarquismo parece ignorar que existen pocas perspectivas para un movimiento obrero de carácter autónomo en el territorio que nos ocupa (como en muchos otros). Estas visiones sesgadas, que insisten de modo exclusivo en la lucha dentro del mundo del trabajo, ignoran muchos otros ámbitos en los que una mayoría de anarquistas está implicada. De nuevo, hay que criticar visiones que caen en la abstracción y el idealismo, mostrando categorías cuanto menos cuestionables y distanciándose de la realidad. Nuestro deseo de un irreductible internacionalismo, y de la solidaridad entre los trabajadores, no debería desapegarnos de lo real y sí obligarnos a análisis más concretos. La implicacion en el conflicto entre Israel y Palestina nos lleva, igualmente, a otra paradoja; las de las luchas por la liberación nacional y, consecuentemente, la construcción nacionalista que conlleva. Nuestros principios libertarios nos conducen a observar el nacionalismo como un mecanismo ideológico de carácter reaccionario, el cual se esfuerza por construir una unidad en torno a una identidad colectiva y conciliando a clases que deberían ser antagonistas. El nacionalismo se identifica con el poder político, el Estado, bien diferenciado del concepto de pueblo, que a nivel local puede compartir sentimientos, ideas y valores, pero con una identidad flexible que rechaza las fronteras y capaz de construir sociedades libres. Una visión que suscribimos los anarquistas, pero de nuevo excesivamente abstracta, ya que hay que atender a los problemas reales y concretos en los que en ciertos contextos no tiene cabida fácil.
El gran problema es que una gran mayoría de palestinos parece querer su propio Estado, por lo que nuestra visión ácrata algo condescendiente entra en conflicto con el deseo de los propios oprimidos. De nuevo, nuestra loable aspiración de una sociedad sin poder coercitivo, de auténticos libres e iguales, nos pone frente a una realidad en la que las personas están sufriendo ahora mismo y de poco les vale hablarles de un terreno utópico. Tengo que decir que esta contradicción, valga la aparente perogrullada, puede empezar a resolverse aceptando la propia contradicción en lugar de esgrimir el ideal (que, no olvidemos, a veces se convierte en dogma). Es decir, negar las contradicciones es refugiarse en un ideal que puede estar muy lejano, por lo que poco o nada se implica en los conflictos reales; no sirve de nada para la gente que, hoy mismo, está siendo machacada por el Estado y el capitalismo. Si los anarquistas, en mi opinión, queremos ser responsables e implicarnos de verdad, sin que en ningún momento eso tenga que ser un obstáculo para una lucha emancipatoria más amplia, hay que mancharse en el barro y eso supone aceptar las contradicciones. En el caso concreto que nos ocupa, tal vez haya que transigir con la posibilidad de un Estado palestino, como deseo mayoritario de los propios palestinos, una forma factible de mitigar la opresión a corto plazo. Nuestras ideas anarquistas no pueden ponerse por encima del sufrimiento de las personas, es tal como yo lo veo y suelo actuar en un mundo político y social que no me suele gustar. Por otra parte, aceptar como un mal menor la creación de un Estado palestino es solo una supuesta contradicción libertaria, que tal vez solo se produce desde ciertas teorizaciones, por lo que mostrémonos también flexibles desde este punto de vista. Es decir, los activistas ácratas implicados en el conflicto de modo solidario, evitando formas de represión y procurando que los oprimidos sean más autosuficientes, difícilmente van a contribuir a la construcción de un nuevo Estado. Por otra parte, la aceptación de una u otra manera de un Estado palestino, de forma evidente, no es la solución defintiva de los problemas sociales en el territorio. Obviamente, desde un punto de vista anarquista no es una solución a largo plazo, pero tal vez podría ser un camino positivo hacia espacios más libertarios. En cualquier caso, y volvemos a procurar implicarnos de forma concreta en el sufrimiento de la gente en este momento, no creo que sea una solución peor que las cosas tal y como están en este momento.
2 comentarios:
It seems that people who label themselves as anarchists need to contact local anarchists for first hand information.
First, the area between the jordan to the sea - Palestine is ruled by the Israeli Zionist Elite. Second, The Palestinians - both who still in the area and those transferred by the Zionist project out is first of all to return. A more immediate wish is to get rid from the Israeli rule who try its best to make the Palestinians transfer themselves out.
The majority of the Palestinians dream about one free Palestine for all the people of the region - not a nationalist state.
in the joint demos of the anarchists against the wall and the Palestinian activists is for free Palestine from the river to the sea - not for Palestinian nationalist state.
If the Palestinians in the occupied area of 67 war were treated like the Israeli Palestinian citizen (just second rate but still as citizens) no Palestinian independent movement could flourish.
If it was offered for the Palestinians to return to the pre 1967 rule of Jordan and Egypt instead of Israeli apartheid and transfer there would not have developed a serious movement for independence of Palestine. The anarchists against the wall joined the Palestinians in the struggle against military rule, occupation and transfer - not for the building of nationalist palestinian state.
(This is the mood of our Palestinian partners - to free Palestine.)
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