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domingo, 24 de noviembre de 2013

El film "Tierra y libertad" y el anarquismo

Como hemos mencionado, en recientes entradas, esta película de Ken Loach, utilizada de manera irrisoriamente esquemática por Antonio Elorza en sus delirantes artículos, queremos dedicar unas líneas al análisis de lo que se nos muestra, a la veracidad de su contenido y a su vinculación con el anarquismo.

Antes de nada, y otorgando cierta legitimidad histórica a lo que la película narra, al margen de su calidad, diremos que debería ser sabido que la inspiración se encuentra en gran medida en George Orwell y en su Homenaje a Cataluña. Orwell lleva a España a finales de 1936 y relata en el libros sus experiencias como miliciano en el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) mostrando la represión que sufrió esta fuerza política antiestalinista por parte de los comunistas. A pesar de mantenerse dentro de un partido marxista, Orwell profesa su admiración por la labor revolucionaria anarquista en la ciudad de Barcelona; será una agradable sorpresa la del británico cuando encuentra en los libertarios a los verdaderos constructores del socialismo, no solo en el terreno económico, también en los hábitos cotidianos de la vida y teniendo en cuenta siempre la libertad como factor primordial. Insistimos en que hablamos de las memorias de un escritor tan importante como Orwell, referente moral en su crítica a regímenes totalitarios; no hemos entrado todavía en los entresijos de un guión cinematográfico, todo lo realista que se quiera, pero ficción al fin y al cabo. Orwell narrará también sus avatares en el frente, de febrero a mayo de 1937; el 20 de mayo será herido en el frente de Aragón y enviado de vuelta a Barcelona para encontrarse una situación muy distinta a la vivida meses antes: los estalinistas se han hecho con el control de la ciudad y se ha retornado a los privilegios burguesas de antaño. Veremos como el film de Loach, aunque de manera muy somera e incompleta, nos narra hechos similares.

David, hablando ya de la película, es un militante comunista inglés que asiste a una conferencia en su ciudad natal en la que se pide ayuda externa para la República en España. Asistiremos a la evolución de este personaje, de una ingenua militancia comunista original y un desconocimiento absoluto sobre la política española a una progresiva concienciación sobre lo que será la verdadera labor revolucionaria. David, ante la imposibilidad inicial de encontrar a sus camaradas comunistas, acaba enrolándose en una milicia del POUM; la película encuentra un valor al mostrar la convivencia igualitaria entre hombres y mujeres, y entre personas de diversas nacionalidades que han acudido al auxilio de la libertad frente al fascismo; este espíritu de milicia será muy diferente, tal y como se expresa en alguna línea de diálogo, al militarizado del Ejército Popular controlado por los comunistas. Es conocido el respeto que tiene Loach por otorgar la mayor veracidad posible y, efectivamente, los actores elegidos son de diversas nacionalidades (muy al contrario de lo que observamos tantas veces en determinadas producciones), por lo que es primordial ver la versión original subtitulada de una película en la que se habla en varios idiomas. No obstante, el afán de Loach por mostrar a una izquierda "heterodoxa", o si se quiere "antiautoritaria", perfectamente unida resulta cuanto menos sospechosa; la deriva de la guerra y de la revolución, más que cualquier otro factor, fue lo que supuso que anarquistas y marxistas antiestalinistas caminaran finalmente juntos en algunos aspectos (especialmente, siendo objetivo ambos de la represión estalinista), pero no es ni mucho menos un frente común el que pudieron hacer antes de esos acontecimientos, no puede simplificarse tanto en la historia y en la política.

Es tal vez mucho exigir, a un largometraje de ficción, que nos explique claramente la compleja situación política dentro del conflicto civil español. No obstante, creemos que sí es un justo reproche denunciar el excesivo halo romántico que desprende el film, rozando el maniqueísmo en algunos momentos, cuando quiere mostrársenos un frente revolucionario unido al margen de ideologías. La secuencia de la decisión asamblearia sobre la colectivización de la tierra, en determinado pueblo liberado de los fascistas, es uno de los logros más evidentes del film, resulta encomiable y emotiva en muchos aspectos; por lo que se dice, se buscó la espontaneidad de actores y extras, buscados entre auténticos militantes anarquistas en la actualidad y también entre personas que no pudieran entender el desarrollo de la revolución, lo que la otorga un mayor valor añadido. Sin embargo, esa secuencia es más bien aislada en el conjunto de la obra y el film adolece de una mayor concreción y contextualización; es decir, al final lo que tiene mayor peso es que se trata de un bonito film de oprimidos tomando, por fin, la "tierra prometida". No queremos entrar demasiado en lo que fue la verdadera política revolucionaria de una fuerza como el POUM ni en las disputas reales que pudieran tener con los anarquistas; sin embargo, resulta muy sospechoso en una película de obvio espíritu libertario la omnipresencia de este partido máxime cuando no se desea detallar, en la narración, política alguna y sí mostrar a los propios campesinos y trabajadores tomando los medios de producción para gestionar sus vidas.

En Tierra y libertad aparecen, de manera fugaz, los conocidos como hechos de mayo del 37; estos sucesos enfrentaron en Cataluña definitivamente, incluso con las armas, a revolucionarios anarquistas y poumistas con los representantes de la legalidad republicana, especialmente  con los comunistas. El film de Loach nos muestra, sin dar mayores explicaciones, el sitio a la central de Telefónica en Barcelona, un bastión de la CNT. Se trataba de una claro símbolo de las conquistas revolucionarias, que las fuerzas catalanistas de la Generalitat, junto a los comunistas y otros miembros de la legalidad republicana, no dudaron en atacar. Fue una táctica de los estalinistas y de sus aliados para arrebatar el poder a los comités obreros, que chocó enérgicamente con los trabajadores en armas. Desgraciadamente, la derrota final se produjo y se convirtió en uno de los símbolos del ocaso de la revolución libertaria. Aunque se comprende que es imposible en un largometraje explicarlo todo, resulta increíble la conversión de David; renuncia a la milicia y se alista en el ejército republicano por sus convicciones comunistas, por lo que se ve obligado a atacar el edificio de Telefónica y solo después de intercambiar unos cuantos tiros con los sitiados, y de intercambiar unas palabras con un compatriota inglés que se encuentra en el otro bando, ve la luz definitivamente, comprende que es una marioneta de los designios de Stalin y retorna a la lucha junto a la milicia reconciliándose con Blanca. Para explicar la política de Stalin en la guerra española, se nos explica en algún momento que el dictador soviético desea dar una buena imagen ante las democracias capitalistas (que jamás ayudaron a la República española), destruyendo la revolución y usando a los trabajadores "como piezas de ajedrez", para así lograr tratados comerciales. Es, al menos, una buena base para comprender el chantaje al que se vio sometida la república y el crecimiento de fuerzas tan minoritarias como el Partido Comunista y su versión regional del Partido Socialista Unificado de Cataluña.

El personaje de Blanca, objeto del interés sentimental de David, es paradigmático. Tantas veces se ha aludido a ella como anarquista, pero ¿lo es realmente? Parece más una figura que trata de conciliar el marxismo heterodoxo, representado por un partido político (las alusiones de Blanca al POUM, a sus medios y a sus dirigentes, son excesivas para un personaje libertario), con el anarquismo; es significativo que el pañuelo que porta, aunque tantas veces se haya querido ver como rojinegro, sea en realidad de color rojo y acabe apareciendo al final de la película convertido en un símbolo para una nueva generación que canta… ¡la Internacional! No sería justo tampoco aludir, sin más, como argumento para criticar su obra, a la filiación política de Ken Loach, que siempre se ha dicho trotskista, pero su película resulta manipuladora en muchos aspectos y acaba en un terreno de aspecto más comunista que antiautoritario; para respetar el espíritu del film, hubiera sido necesario un mayor respeto por la estética anarquista como símbolo obvio del socialismo antiautoritario (no de una suerte de marxismo antiestalinista). La muerte de Blanca a manos de los comunistas estalinistas, ya convertidos en un ejército (incluido algún ex miembro de la milicia, que ya anteriormente había usado la argumentación oficial comunista de vencer primero en la guerra y luego ya vendrá la revolución), aunque es inevitable no emocionarse por su simbología, a poco que reflexionemos, resulta también forzada y manipuladora. No parece, a todas luces, un final satisfactorio para una película valiosa, pero cuestionable en tantos aspectos.
Sin embargo, Tierra y libertad tuvo un valor incuestionable. El estreno de la película en España, en 1995, un país con tantos problemas de memoria histórica, puso de nuevo en el candelero aspectos que también habían sido silenciados por la izquierda oficial. No es casualidad que el film no gustara nada al inefable Santiago Carrillo, ex dirigente comunista y estalinista en los tiempos de la Guerra Civil, y tratara de atacar lo que en ella se sostenía calificando a los revolucionarios protagonistas de "aventureros irresponsables"; nada nuevo, la ya manida argumentación estalinista, que afortunadamente no puede ya parar el empuje de la verdad histórica. Afortunadamente, al margen de polémicas y de la calidad del film, la película tuvo cierto calado en el público más joven y supuso cierto reforzamiento para la esperanza de una alternativa libertaria al sistema económico y político que sufrimos.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Loach

Mi entusiasmo juvenil por el cineasta Ken Loach hace tiempo (bastante tiempo) que se ha visto atenuado, tanto por la propia producción cinematográfica del autor (casi siempre, al menos, interesante), como por mi propia evolución personal (en la que caben muchas cosas, gustos cinematográficos, ideas políticas... y, por qué no decirlo, manías personales bien llevadas). La primera película que se estrenó en España, estoy casi seguro (hay quien me contradice), fue Riff-Raff, a pesar de que se trataba de un realizador ya veterano heredero, como les gusta decir a los entendidos, del "realismo social británico", con numerosas producciones a sus espaldas. Riff-Raff me parece una película extraordinaria, tal vez la mejor de la última etapa del realizador británico, brillante en sus diálogos, demoledora y honesta en sus intenciones y aderezada de un estupendo sentido del humor que no contradice en absoluto sus radicales planteamientos. La historia de unos obreros de la construcción y sus precarias condiciones se sitúa en un marco social tremebundo con problemas de vivienda, desesperación y violencia callejera mal canalizada ("están enfadados con todos, menos con quien deberían estar enfadados", espeta uno de los protagonistas aludiendo a unos jóvenes squatters no precisamente solidarios con los de su condición). Alusiones en algún momento de los diálogos a la política parlamentaria, con una crítica directa a Thatcher y cierta esperanza en las acciones del Partido Laborista (que pueden leerse, de otra manera, como ingenuidad por parte del personaje que muestra tal cosa), no restan fuerza al mensaje radical, más implícito que otra cosa (y con más valor por ello, en mi opinión), y en cierta secuencia la cámara se para durante unos segundos en una pintada en la que se puede leer "Class War" (con la primera "a" circulada aludiendo al anarquismo). Un erudito amigo mío, hablando recientemente de la obra de Loach, corrige en algo mi simpatía hacia ese detalle en Riff-Raff. Class War fue, y tal vez siga siendo, un movimiento social británico que aglutina diversas tendencias políticas. A Ken Loach he querido denominarlo en el pasado algo así como "marxista heterodoxo" (algo que es, tal vez, una contradicción en los términos), pero muchos le etiquetan simplemente como trotskista. Lo que parece claro es que Loach no es anarquista, y su simpatía hacia las ideas libertarias parecen solo coyunturales en su obra. No tardo demasiado tiempo en estrenarse en España, después de Riff-Raff, la anterior en el tiempo Agenda Oculta. Se trata de un buen thriller político, en el que se denuncian el terrorismo de Estado y las manipulaciones de la derecha, pero en las que de nuevo parece poder entenderse que con la "izquierda" en el poder las cosas serían muy diferentes. Desde la perspectiva que dan, además, los 20 años transcurridos desde el estreno de esta película, solo puedo calificarlo de ingenuidad.

Tierra y libertad es tal vez un nuevo punto de inflexión en la carrera de Loach. A partir de esta historia sobre la Guerra Civil Española, y sobre la revolución consecuente, parece haber capital español en cada producción del inglés. La película me fascinó en su momento. Hoy, después de años sin verla (a pesar de todo, merece una revisión cuanto antes), hay demasiadas cosas que me parecen cuestionables. El guión es protagonizado por un ingenuo comunista inglés, auténtico desconocedor de la realidad española, y nos relata cómo es convencido para luchar en una guerra en otro país (¡gracias al discurso de un cenetista!), cómo acaba formando parte de una columna del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), acabará entendiendo que la revolución española autogestionadora es un hecho paralelo a la lucha contra el fascismo y desencantándose del comunismo prosoviético (progresivamente, más poderoso a medida que avanza la guerra, propulsor de un ejército regular y contrario a la práctica revolucionaria debido a los intereses de Stalin con las democracias capitalistas). La película no oculta su romanticismo (¡la última guerra de ideas!) ni su inspiración en el Homenaje a Cataluña de Orwell (resulta significativa esa batalla entre anarquistas y comunistas, en las calles de Barcelona y en el edificio de la Telefónica, mientras una mujer les grita que se dediquen a luchar contra el fascismo). Los propósitos del film, tal vez no tanto sus valores cinematográficos, son claros: mostrar el igualitarismo y camaradería entre los milicianos, inexistentes en una ejército regular, el internacionalismo de lucha contra el fascismo y de la práctica revolucionaria, y cómo un supuesto pragmatismo bélico acabó con esa situación. El espíritu de la película es, o debería ser, anarquista. Sin embargo, el auténtico protagonista, o al menos el que más tiempo de cuota de pantalla tiene en el film, es el POUM, un partido político denominado tantas veces comunista antiestalinista. De nuevo, Loach obtiene una tabla de salvación para sus ideas marxistas. La presencia anarquista en el film es casi, casi folclórica, con el personaje secundario de la miliciana Blanca como ejemplo, y parece reivindicarse una unidad izquierdista revolucionaria, que es tal vez más un deseo que una realidad. La película tiene valores, incluso aristas, pero todo es demasiado perfecto en esa línea revolucionaria algo artificiosa, da la impresión que construida intencionadamente a posteriori (tal vez, con un nuevo sentido para la llamada "memoria histórica"). Resulta esclarecedora del tono de la película la secuencia final, cuando los amigos ingleses del fallecido protagonista cantan la Internacional y la nieta empuña con orgullo el pañuelo rojo de Blanca, símbolo de la historia (¡pero, no era anarquista!). Ya digo, los valores de este film son bastantes, y mis críticas se hacen tal vez más desde los sentimientos y las ideas. Otra secuencia destacable es aquella de la asamblea, en una aldea en la que se ha derrotado al ejército insurgente, en la que se decide sobre la colectivización de las tierra; no es ninguna leyenda que la forma de trabajar de Loach, al menos en algunos aspectos, es coherente con la tradición social realista y esta secuencia mezcla a actores profesionales con personas con alguna implicación en los hechos narrados, se logran algunos diálogos memorables y se trata de mostrar diversos puntos de vista. La manipulación y artificios de último tramo del film lastran tal vez el resultado final y ocultan valores evidentes. No obstante, al margen de valores meramente cinematográficos, el gran mérito de Tierra y libertad fue rescatar del olvido parte esencial de los hechos de la Guerra Civil y Revolución españolas. El cínico e inefable Santiago Carrillo, así como algún historiador de cuestionable imparcialidad, acusaron a la película de algo disparatado: faltar a la verdad histórica y alabar el aventurerismo revolucionario. Solo por remover los intereses del semejantes personajes, ya merece la pena la obra de Loach.

Después de casi 15 años desde el estreno de Tierra y libertad, con varias películas de desigual calidad, se estrena ahora una nueva película de Loach. Se trata de Buscando a Eric, en la que parece haber un giro en los planteamientos estilísticos del realizador e incluso en sus propuestas sociopolíticas. Solo lo parece, tal vez. Un marco social actual tremebundo, como siempre (en el que no creo que Loach caiga habitualmente en la demagogia ni en el maniqueísmo), pero en el que aparecen esta vez como casi deterministas las nuevas tecnologías: videojuegos, teléfonos móviles, youtube, y la estupidez en general que inmoviliza a los jóvenes e incluso les hace caer el crimen. Un personaje no demasiado mayor, pero auténticamente derrotado, encuentra la energía y vitalidad necesaria en sus conversaciones imaginarias con un ídolo del fútbol (el polémico y temperamental Eric Cantoná, al que alude el título junto al idéntico nombre del protagonista). Adelantaré que Loach, junto a su guionista Paul Laverty, para los que les sorprende que dichos autores elijan un argumento aparentemente frívolo, no elude en absoluto, aunque de manera quizá algo farragosa, la reflexión acerca del embrutecimiento de masas que constituye el balompié. Simplemente, el viejo luchador ha cambiado de estrategia, pero no de metas. Si "el opio del pueblo" (ya sea religión, fútbol o la tecnología) es inevitable, tratemos de echarle imaginación y seguir reivindicando la solidaridad entre la clase trabajadora (su final, al que se ha calificado de algo macarra, se me hizo simpático). El mensaje es claro, la clase obrera sigue puteada (no soy yo tan optimista respecto a la solidaridad entre la misma, pero vale como planteamiento), necesitamos a los otros y a nada conduce el aislacionismo y la desesperación que impida la toma de decisiones. Buscando a Eric no es una gran película, es tremendamente irregular y no tan divertida como se presupone (aunque algunos detalles "filosóficos" de Cantoná no tienen precio, atentos a los títulos de crédito finales). A pesar de ello, conecto, a pesar de su excesivo optimismo, con su tramo final: ignorar el marco estatal y tratar de buscar una solución entre la gente de a pie para resolver un problema grave, dar a la solidaridad un sentido sólido, sacar fuerzas de flaqueza, poner en marcha la imaginación y lograr mostrarse esperanzado ante el futuro.