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domingo, 21 de agosto de 2016

La necesidad de una comunicación racional

Es un hecho indudable que vivimos en la era de la comunicación de masas, incluso puede decirse que lo que define a nuestro tiempo es el continuo intento de "persuadir" a las masas. Lo que define a la sociedad de consumo y a la democracia representativa es tratar de convencer a las personas de que tal producto es el mejor, de que un determinado candidato va a ser el mejor dirigente (parece que la condición de "electo" lo acaba justificando casi todo) o, incluso, de otorgarnos una visión de la vida o de la verdad.

Los informativos, en mi opinión cada vez más detestables por su eterna arrogación de la pretensión de "informar" a las personas, ejercen una tremenda influencia en las personas a la hora de contemplar el mundo y opinar sobre un asunto. De poco sirve que se señale la condición limitada o selectiva de los medios a la hora de dar una noticia, la visión del mundo parece en gran parte determinada por esta sociedad de la comunicación. Los noticiarios de televisión, de manera más obvia, seleccionan sus noticias con el peso principal del factor del entretenimiento, por encima del cualquier otro. De esta manera, lo que vemos en la "caja tonta" con la presunta intención de informarnos se centra en catástrofes y en actitudes violentas de las personas, ya que el componente de la acción será un espectáculo más sugerente que el de los comportamientos pacíficos o constructivos. No es raro que gran parte de la población considere que la mayoría de sus semejantes resulta peligrosa (incluso, puede extenderse la creencia de que las personas son más violentas ahora que en otras épocas), que se reclame una continua protección (por parte del Estado, ya que "no existe otra alternativa") e, incluso, hay estudios que aseguran que la continua repetición de comportamientos violentos induce a la emulación (teoría que yo he oído en repetidas ocasiones, y que la gente suele desdeñar, ya que "los malos son siempre los otros").

domingo, 5 de junio de 2016

Las aspiraciones educativas del anarquismo

El anarquismo es la tendencia moderna más radical  en lo que atañe a una educación que otorgue un mayor horizonte para la razón y la ética; es por eso que, a pesar de la confusión posmoderna, hoy en día las ideas libertarias siguen teniendo su gran oportundidad.

 Es conocida la gran confianza que el anarquismo otorga a la educación, al pensamiento crítico permanente en la persona (una especie de educación inacabable) y al combate constante contra el principio de autoridad. No puede negarse la gran baza que siguen poseyendo las ideas antiautoritarias en el comienzo del siglo XXI, si echamos un vistazo a este texto de Jean Grave escrito hace más de un siglo: "El sistema cuyo resultado era modelar la conciencia según el deseo de los educadores, matar la iniciativa del educado y llenarle la cabeza de ideas hechas, para lo que solamente se necesita memoria y nada de espíritu crítico, ha hecho muy bien el negocio de cuantos han tomado como misión dirigir a la humanidad, y por esa razón, para ellos poderosa, no han intentado modificar el sistema, sino perfeccionarlo en ese sentido. La tarea de los educadores de la juventud fue siempre la de inculcar el espíritu de obediencia y de sumisión a los amos: curas, graduados de todas las especies, civiles o militares, juez, policía, diputado, rey o portero con galones".

viernes, 22 de febrero de 2013

El aprendizaje de la racionalidad

Insistiremos, una vez más, en que existen mecanismos que explican que gente inteligente (y empleamos este apelativo de manera generalizada) crea en cosas absurdas y realice actos más bien necios. Cómo es posible que existan tantas estupideces en la sociedad, al alcance de cualquiera y que las personas las acaben consumiendo. Se dice que inteligencia y racionalidad son cosas diferentes; es decir, uno puede ser extremadamente racional y no ser especialmente inteligente, y vicecersa. Hay que recordar en la constante recurrencia a los atajos cognitivos; ya que pensar requiere tiempo, y hay que reconocer también que puede resultar contraproducente en algunos casos, el ser humano ha desarrollado una serie de reglas empíricas y prejuicios para limitar la capacidad mental empleado en un problema determinado. Está probado que, dependiendo de cómo se planteé un mismo problema, las personas pueden escoger una solución u otra dependiendo de, por ejemplo, el atractivo visual que observen y dejando a un lado la racionalidad.

La lista de reglas empíricas y de prejuicios cognitivos es bastante extensa: interpretamos no pocas veces a partir de la nada (de forma aleatoria), tendemos a buscar pruebas que confirmen lo que ya creemos, descartamos aquellas que no tienden a favorecernos, solemos evaluar las situaciones desde nuestro punto de vista (dejando a un lado a la otra parte), las anécdotas llamativas tienen más peso a veces que las estadísticas, sobrevaloramos nuestros conocimientos, nos creemos con menores prejuicios que los demás...

También existe otro enemigo de la racionalidad en la persona y es lo que se denomina "huecos en el equipamiento mental". Entendemos por ese equipamiento mental el conjunto de las reglas cognitivas, estrategias y sistemas de creencias aprendidas y se incluye en él nuestra comprensión de la probabilidad y la estadística, así como nuestra disposición a considerar hipótesis alternativas cuando tratamos de resolver un problema. Como resulta obvio, puede haber personas cultas e inteligentes que nunca desarrollen el equipamiento mental adecuado; también, ese equipamiento podría estar contaminado por supersticiones que conducen a decisiones abiertamente irracionales.

La ausencia de racionalidad, como es evidente, afecta a decisiones vitales en el día a día y a no poder edificar la vida que nos gustaría. Personas con tendencias impulsivas suelen tener un bajo pensamiento racional y una mala comprensión de la estadística y de la probabilidad, son incapaces de considerar las consecuencias de sus acciones y acaban confiando en supersticiones absurdas. A pesar de que muchas personas realizan acciones que les perjudican a ellos y a los que los rodean, continúan en ese empeño por esa notable falta de racionalidad, sin que tengamos que pensar necesariamente que es falta de inteligencia y es en cambio explicable por razones sicológicas y sociales.

Es posible indagar en la falta de racionalidad de las personas cuando, según la teoría de Keith Stanovich (Universidad de Toronto), se observa a la mente constituida por tres partes: mente autónoma, la cual usa habitualmente los atajos cognitivos problemáticos y funciona de modo rápido, inconsciente y automático; mente algorítmica, que se embarca en el pensamiento lento, trabajoso y lógico, y la mente reflexiva, la cual decide cuando es suficiente con la mente autónoma y cuándo necesita el trabajo pesado de la algorítmica. Por lo tanto, es la mente reflexiva la que determina la capacidad racional que tenemos; está relacionada con determinados rasgos de la personalidad, según seamos dogmáticos, flexibles, concienzudos o más o menos abiertos de mente (aunque es éste un concepto muy matizable, ya que es empleado habitualmente por "lo alternativo" místico y/o seudocientífico para atacar al método probadamente científico).

Comprender todos estos prejuicios que tenemos es el primer paso para saber que la racionalidad puede ser aprendida gracias a la práctica del pensamiento crítico y racional. Las trampas de los prejuicios cognitivos pueden ser evitadas, y es posible aprender a desarrollar hipótesis alternativas, si esa práctica acaba conviertiéndose en hábito. A pesar de que las intuiciones pueden ser a veces valiosas, especialmente en el terreno afectivo y social, hay que aprender que en el caso de las matemáticas y de las relaciones causales resultan francamente ineficaces. Los métodos de la ciencia y de la estadística hacen posible cuestionar nuestras carencias cognitivas, debilitar el razonamiento intuitivo y abren la posibilidad de la acción sensata y reflexionada.