martes, 14 de mayo de 2024

Eduardo de Guzmán, periodista y escritor libertario

Recientemente, he tenido oportunidad de disfrutar de nuevo de la emotiva, y espeluznante a veces por los temas trágicos que trata, prosa periodística de Eduardo de Guzman: es el caso de su crónica del crimen de Estado de Casas Viejas y de algunos artículos sobre la guerra incivil, así como de las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo de forma paralela al enfrentamiento con el fascismo.

Desgraciadamente, figuras como Eduardo de Guzmán no han tenido aún el reconocimiento que se merecen, por doble motivo, por su innegable talento y erudición, pero también por el compromiso con unas ideas revolucionarias que trajeran una sociedad verdaderamente justa y libre. La ignominia ha sido, con seguridad, doble; primero, por la victoria fascista y la consecuente represión, en segundo lugar, por el ninguneo durante la democracia, a pesar de la recuperación de algunos nombres progresistas, de integrantes de la izquierda más radical. Diremos, aunque no tendría que ser necesaria, que con el término radical aludimos a aquello que acude a la profundidad de los problemas sociales y propone cambios auténticos en busca de la sociedad deseada, en este caso libertaria. Para nada, el sentido político exclusivo que le quieren dar, tantas veces a nivel mediático, tenga fundamento o no, como sinónimo de extremista o penosamente intransigente.La ignorancia histórica, mezclada muy probablemente con el analfabetismo político, muy hábilmente promovidos por nuestra gloriosa transición democrática, ha conducido a que las nuevas, y no tan nuevas, generaciones observen la ya lejana guerra como una mera tragedia entre españoles sin profundidad alguna en sus causas.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Del individualismo ético a la solidaridad

Por su importancia teórica para el anarquismo, recuperamos esta reseña sobre una conferencia impartida por Javier Muguerza, catedrático de Ética en la Uned, cuyo libro Desde la perplejidad. Ensayos sobre la ética, la razón y el diálogo es tal vez uno de los más importantes sobre la materia publicado en los últimos años, pronunciada en 1992 y que ahora puede descargarse en el siguiente enlace

Mugüerza considera la solidaridad como heredera de la antigua fraternidad, aunque su suerte fue muy distinta de la de los otros dos pilares de la justicia moderna: libertad e igualdad. Así es, después de las revoluciones liberales se recogerá en las diversas declaraciones que los hombres nacen libres e iguales, pero nada dicen acerca de que deban ser solidarios o fraternos. Eso ha sido así hasta el punto de que se ha entendido que la solidaridad es una cuestión secundaria, un simple complemento de los otros dos fundamentos o virtudes, tan importantes al menos en la teoría. La solidaridad parece que se ha relegado al plano de la sociedad civil o, para ser más precisos, de la comunidad. Si el término comunitarismo resulta más bien ambiguo, difícil de precisar, no lo es menos el individualismo. Lo que propone Mugüerza es un individualismo ético, por lo que la cuestión de la solidaridad no sería asunto del Estado, tampoco de la sociedad civil ni de la comunidad, sino de la capacidad moral de los sujetos. Para ello, se recuerda la importancia que la solidaridad tiene en la tradición anarquista recogido en el nombre del periódico ácrata Solidaridad Obrera. Por cierto, esa cabecera fue secuestrada por el régimen fascista de Franco y transformada en un periódico llamado Solidaridad Nacional.

domingo, 21 de abril de 2024

La conquista de la autonomía

Cornelius Castoriadis (1922-1997), que desempeñó en la Segunda Guerra Mundial un papel activo en la resistencia griega contra el Ejército alemán, quedará marcado por los acontecimientos posteriores al conflicto bélico: la Guerra Fría, el estalinismo, las guerras coloniales en Francia (Indochina, primero, y después Argelia), la desobediencia civil, las revueltas del 68… Si Castoriadis fue en sus inicios un marxista de pro, evolucionará hacia una crítica furibunda del mismo.

Puede afirmarse sin duda que Castoriadis tenía un conocimiento exhaustivo, tanto de la filosofía antigua, como del desarrollo del pensamiento en Occidente; era también un sociólogo con un profundo análisis de las sociedades capitalistas y burocráticas, que elaboró una nueva comprensión del hecho social, además de economista, psicoanalista, historiador, científico y politólogo. No se trata de un autor fácilmente encasillable a nivel académico, y lo explica en parte que tenía una edad madura cuando se adentra en los círculos intelectuales de carácter oficial. El pensamiento de Castoriadis, tal como dice Tomás Ibáñez en Contra la dominación, es complejo; Edgar Morin llegó a definirlo como un auténtico "titán del pensamiento".

jueves, 11 de abril de 2024

El anarquismo epistemológico, contra el método

El anarquismo epistemológico se suele atribuir a Paul Feyerabend, el gran subversivo que acusó a sus colegas científicos de enmascarar su inseguridad en la defensa del sistema establecido. Sería el comienzo de una nueva metodología científica no sujeta a dogmas ni a fronteras. No era posible ya afirmar la idea de un sistema fijo ni de una racionalidad fija, sinónimos de la ingenuidad del hombre, por lo que solo es posible un pluralismo metodológico. Diferentes visiones y actitudes que lleven a juicios y métodos de acercamiento donde, únicamente, pueda defenderse un principio bajo cualquier circunstancia.

El enfrentamiento de teorías contradictorias, la heterodoxia, la no subordinación a principios establecidos, incluso el acudir a teorías aparentemente desfasadas o desechadas por falta de base, todo ello se pone al servicio de una búsqueda de sistemas conceptuales que se enfrenten con los datos experimentales aceptados y proponer, incluso, nuevas formas de percepción del mundo. Por lo tanto, con Feyerabend llegaría la ausencia de reglas o principios firmes en la investigación científica, la aceptación de la diversidad y la búsqueda de la unidad solo por medio de la comparación de ideas antagónicas. Todo ello era puesto al servicio del avance del conocimiento y del desarrollo de nuestra propia individualidad. La ciencia, vista de este modo, solo puede ser vista como opositor a formas de pensamiento dogmáticas y a ideologías heredadas con fines autoritarios, pero nunca convertida en una nueva religión ni enseñada a las personas como dogmas de fe.

lunes, 18 de marzo de 2024

El Estado: creencia y descreencia

En general, se alude a Maquiavelo como el teórico del Estado moderno: una organización con el poder de ejercer y controlar el uso de la fuerza en un determinado territorio y contra un pueblo dado.

De esta manera, no puede hablarse de este concepto político, en el que la sociedad se subordina a la instancia estatal, antes del siglo XVI. Eduardo Colombo considera que las organizaciones políticas anteriores al Estado se dividen en tres grandes categorías: la ciudad griega, el reino y el imperio. En los imperios, caracterizados por ocupar grandes extensiones territoriales, y aunque estuvieran dotados de apartado administrativo y sistema jurídico, no existía una gran cohesión social; la participación en el proceso político de la población era, por lo general, bastante baja. Por el contrario, en la polis griega se produce lo contrario: espacio geográfico reducido, población limitada, así como fuertes cohesión y participación política. Lo que caracterizaba al reino, propio de la Europa occidental en la alta Edad Media, era una población con fidelidad hacia un rey (o familia real), sin que el espacio territorial fuera importante; era la antítesis también del Estado moderno, ya que tampoco se creaba en base a instituciones duraderas.

domingo, 25 de febrero de 2024

El anarquismo y la construcción de la identidad personal

El anarquismo constituye una teoría y un sistema en el que el respeto a la diferencia, a la diversidad social, es fundamental; así, se esfuerza en crear las circunstancias para que se respete y se desarrolle libremente la identidad personal, constituida por peculiaridades de cada individuo, frente a todo intento hegemónico de una identidad colectiva.

Es, por tanto, una defensa de la libertad individual (y no a costa de la del prójimo, como en el caso del liberalismo), un respeto por las minorías (frente a las imposiciones de una supuesta mayoría, como es el mismo sistema de la democracia parlamentaria) y un rechazo de todo intento uniformador de una identidad colectiva (nacional, religiosa o de cualquier otra índole, siempre sustentadora de las jerarquías). Se trata, la del anarquismo, de una visión libre y enriquecedora del desarrollo cultural, con una crítica permanente a la tendencia a establecer un modelo ideal del individuo, al estatismo y a la rigidez normalizadora. El anarquismo no posee una idea preestablecida de cómo debe ser el individuo, y será él mismo el que decida libremente cuáles serán sus características personales. Por supuesto, este sistema social propiciado por el anarquismo entra, o puede entrar, en dificultades cuando existen individuos con tendencias claras a no respetar el derecho a la diferencia y al propio desarrollo de cada individuo. Nadie dijo que fuera sencillo, la sociedad propuesta por los anarquistas es compleja. De hecho, puede parecer de entrada paradójico esa defensa de la libertad individual, del propio desarrollo y construcción de una identidad personal (algo que invita a la independencia y a la individualidad), en un contexto social en el que se necesita al mismo tiempo (o por ello) a los demás. Recuperamos así la hermosa, y muy utilizada en la difusión ácrata, cita de Bakunin sobre la libertad individual, que no se limita con la de los demás, sino que se enriquece y completa. Podemos extender esa visión también a la construcción de la identidad personal. Cada persona, en infinidad de interacciones con los demás, y en contextos complejos y plurales, va edificando una identidad personal, que nunca tiene que ser necesariamente estática.

viernes, 16 de febrero de 2024

Historia, civilización y progreso

Recuperamos en esta entrada una reseña del libro Historia, civilización y progreso, en el que Murray Bookchin realiza una critica devastadora a los autores posmodernos y a lo que considera el relativismo consecuente; del mismo modo, se realiza una defensa de un sentido racional de la historia, pero no con una visión finalista ni necesariamente lineal, sino confiando en la potenciación de los movimientos sociales y en su intención revolucionaria gracias a un profundo análisis social y sicológico.

No se anda con rodeos Murray Bookchin, en este libro y lanza un ataque furibundo contra los que denomina "intelectuales posmodernistas" y a las convenciones culturales creadas por ellos, derivadas de un relativismo social, político y moral. Abunda Bookchin en epítetos sobre las características de este conjunto relativista, aunque no vamos a reproducirlos sin más por requerir, a mi modo de ver las cosas, de las debidas matizaciones. Los autores posmodernos critican una visión teleológica de la Historia, mientras que Bookchin sigue reclamando un sentido histórico (lo cual, no supone una reivindicación de ningún proceso) en aras de una sociedad racional. La crítica a ese relativismo posmoderno estaría en la reducción que realiza de la historia a "historias" caracterizadas por el eclecticismo, en su denigración del término civilización por primar sus componentes irracionales y por negar que el progreso conlleve consecución alguna de la libertad en beneficio de cierta autonomía personalista. Como ya dijimos, los adjetivos abundan en este texto de bookchin y no estoy seguro de que no caiga en una simplificación excesiva, a pesar de su evidente erudición y fortaleza intelectual, ya que sus críticas dirigidas a autores posmodernos abundan en palabras como "nominalistas", "neoprimitivistas", "nihilistas" o "antihumanistas".