lunes, 31 de diciembre de 2007

La imposición de esa fiesta ¿cristiana?

Hace unas semanas, hice un pequeño montaje, donde se veía al bueno de Bakunin vestido de un atuendo que recordaba a Papá Nöel, pero donde el "rojo coca-colero" había sido substituido por el bendito color negro (que es ausencia de color en el campo lumínico o mezcla de todos los colores en el de los pigmentos, como prefieran ustedes y perdónenme la tontería). El caso es que además de la imagen, el cartel pretendía anunciar las razones por las que muchas personas (vamos, yo conozco a muchas) no queremos que nos toquen la moral con el asunto navideño: un ateísmo consciente que niega nada que trascienda al ser humano (y, claro está, resulta molesto tener que "celebrar" el supuesto nacimiento de un mesías, o "salvador", o cualquier otro personaje de ficción), el culto a la estulticia que es el consumismo extremo que invade a muchas personas (también conozco a unas cuantas), el rebelarse contra la obligación institucional y mediática de tener que celebrar algo, el imponernos un "estado de ánimo"...
El caso es que imprimí el cartel y lo coloqué. ni corto ni perezoso, en mi tablón de anuncios. Era una declaración de principios individual que surtió efecto entre mis compañeros de trabajo: hubo quien subscribió algunos de mis puntos, hubo quien los subscribió todos, algunos simplemente no mencionaron el asunto y también hubo quien se rebeló contra mis postulados y declaró abiertamente "a mí me gusta la Navidad" (como si hubiera quien quisiera suprimirla, fíjense ustedes).

No, no voy a insistir en lo absurdo de los convencionalismos sociales (donde, tal vez, yo me excedo, libre soy de ello), ni en la negación del nacimiento de ningún mesías (ni "salvador"), ni lo absurdo de la fecha heredada de fiestas paganas. Bueno, no voy a insistir demasiado, ya que más allá del Cristo idealizado de los Evangelios, no hay evidencias de la figura histórica (tan solo Flavio Josefo pareció dedicarle unas líneas). Hay que insistir en la falsedad del Cristianismo, en su absoluta falta de originalidad apropiándose de conceptos filosóficos previos, aprovechándose de la universalidad que ya se había producido con el Helenismo (el auténtico cambio de paradigma), en su hipocresía al hablar de liberación del ser humano y muy pronto crear instituciones represivas y negar el pensamiento con el dogmatismo más recalcitrante. Todo esto es de lo que habría que hablar en las escuelas, señores, todo esto es lo que combate el adoctrinamiento.

Habría que hablar de todo eso y mucho más, a nivel social y mediático, en estos tiempos en que la Iglesia católica sigue contando con privilegios sociales y educativos indignantes, en que convocan a sus fieles para dar rienda suelta al reaccionarismo y victimismo más insultantes. Hay que hablar del totalitarismo que siempre ha habido en el seno de la institución católica, en sus constantes ataques a la libertad de los demás poniendo su libertad, su visión de la sociedad, de la familia, de la moral... como las únicas a tener en cuenta y aplastando la libertad y derechos de los demás.

Pues de todo eso hay que empezar a hablar, nadie quiere quemar iglesias ni arrebatar sus derechos a los fieles, tan solo que la libertad se expanda, que no haya obstáculos autoritarios y dogmáticos para ello. Por supuesto que la libertad tiene sus límites, otra falacia difundida por estas "cabezas pensantes" es que algunos buscamos un relativismo muy mal entendido, donde haya cabida para todas las visiones y postulados. Pues no, señores míos de la sotana y con una cruz tatuada en el corazón, yo apuesto por valores mucho más amplios, por una llegada de una vez por todas de una auténtica madurez de la raza humana, por la ética y el progreso moral y científico (así, los dos juntitos), por una educación amplia y no adoctrinadora (en este punto insisten mucho también ellos, pero para llevar la cosa a su terreno), por la participación política, por la justicia social... Por cosas que no solo no ha traído la religión, sino que ha servido de impedimento.

Ah, y todo había empezado con la dichosa Navidad, pero eso tan solo es el síntoma de una enfermedad manifestada por tres frentes: el religioso, el económico y el político (sí, porque aquí algunos se llenan la boca de laicismo para casi nada).

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