miércoles, 5 de marzo de 2008

Algunos apuntes sobre autogestión (3/4)

La tradición autogestionaria de Proudhon y los internacionalistas libertarios hizo nacer el movimiento sindical denominado anarcosindicalismo, con gran repercusión en Francia (C.G.T.) y España (C.N.T.). Fernand Pelloutier (1867-1901) fue un gran teórico del anarcosindicalismo al que veía como laboratorio de las luchas económicas, alejado de las competiciones electorales y partidario de la huelga sin límites; una organización libertaria y revolucionaria alternativa a los partidos colectivistas, destructora de su influencia, propiciadora de la adecuada formación moral, administrativa y técnica de los trabajadores y dispuesta, al fin, para asumir los instrumentos de producción y crear la sociedad de hombres libres. La concepción autogestionaria es, así, parte de la dimensión anarcosindicalista. En el congreso fundacional de la CNT, en 1910, ya se admite el sindicalismo como organización capaz de contrarrestar la potencia de las diversas clases poseedoras asociadas pero no como finalidad social ni ideal sino como medio de lucha en el presente para continuar hasta la emancipación de toda la clase obrera cuando su fuerza numérica fuese suficiente y existiese la adecuada preparación intelectual. Estas premisas del anarcosindicalismo, autogestionarias y emancipatorias, no han perdido su validez en absoluto; desgraciadamente, las circunstancias actuales son muy diferentes a aquellas en que la clase obrera engrosaba las filas anarcosindicalistas de manera masiva y es perentorio analizar al máximo la sociedad actual para buscar nuevas vías y respuestas.

En 1910, un grupo de intelectuales situados en torno a la revista New Age, de 1907, empezaron a exponer un nuevo tipo de socialismo antiautoritario llamado “Guild Socialism” o socialismo gremial, versión sajona del sindicalismo latino con algunos elementos medievales –idealización del artesanado y los gremios- y pacifistas. Gracias a su tradición liberal, la desconfianza inglesa de toda dirección gubernamental dio lugar a esta forma de socialismo donde la producción debía estar controlada por los trabajadores en sus diferentes ramas organizadas en gremios. Rechazaban toda burocratización de los servicios sociales, apostando por la descentralización, el pluralismo así como la alegría del trabajo y la participación. Sin embargo, la emancipación total del Estado no se daba ya que éste, en última instancia, cuidaba las funciones de interés general; aunque se ha definido como un federalismo económico, el socialismo gremial no parecía apostar, hasta sus últimas consecuencias, por la plena autonomía de las cooperativas de producción.

En la Revolución rusa, los soviets o consejos de fábrica tuvieron en origen un fin autogestionario que podía responder, en gran medida, a la tradición comunitaria del mir –comunidad rural-. Ya en 1918, los bolcheviques habían convertido los sóviets en instrumentos de partido en su proceso de centralización y burocratización.

El movimiento insurreccional de Ucrania (1918-1921), inspirado por libertarios, creó comunidades agrarias libres, basadas en la autogestión, el apoyo mutuo y el espíritu igualitario; cada miembro de la comunidad trabajaba según sus fuerzas y las funciones de organización eran confiadas a quien tuviera capacidad para ello y, una vez cumplida esta tarea, estos camaradas se reincorporaban al trabajo común. Kronstandt (del 1 al 18 de marzo de 1921) fue dirigido por anarquistas y comunistas de izquierda desengañados por el nuevo régimen bolchevique que había supuesto una nueva forma de despotismo; en su primera asamblea, se exigió la libertad de prensa, de reunión, amnistía para los presos políticos, abolición de la policía política, supresión de los privilegios bolcheviques y una práctica democrática a todos los niveles; en una asamblea posterior, se eligió un Comité Revolucionario Provisional, con 15 miembros, cada uno de los cuáles se hizo cargo de la dirección de una de las ramas de actividades de forma parecida a la Comuna de París. Otro foco antiautoritario en la revolución rusa fue la llamada “oposición obrera” –con Alejandra Kollontai como una de sus figuras-, corriente democrática opuesta al centralismo y partidaria de la autonomía sindical; se exigió que la economía rusa pasara a ser dirigida por los propios trabajadores a través de los sindicatos. Todos estos movimientos fueron aplastados por la apisonadora bolchevique.
En los años 20 y 30, se asiste a cierto eclipse del pensamiento autogestionario debido al auge del fascismo y a la estalinización del comunismo internacional.

Durante la Guerra Civil española, tuvo lugar en la zona republicana –especialmente, en Cataluña, Levante y Aragón- un magno ensayo autogestionario que demostró que la vida económica y social puede desarrollarse sin las instituciones gubernamentales. Diego Abad de Santillán afirmó que, al principio, fue un acto espontáneo por parte de obreros y campesinos sin que ninguna organización libertaria marcara las directrices. En cada lugar de trabajo se constituyó un comité administrativo y directivo, integrado por los hombres más capaces y de mayor confianza: obreros, expertos, ingenieros, etc. A las pocas semanas, existían en pleno funcionamiento una economía vigorosa, social y comunitaria, una primera regulación del trabajo y de la producción auténticamente obrera y campesina.

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