martes, 27 de mayo de 2008

El anarquismo como opción pragmática

¿Por qué elegir el anarquismo? ¿Por qué optar por esas ideas ante tantas otras, aparentemente más pragmáticas? Ojo, que digo "aparentemente". Numerosas veces (y no quiero hacer de plañidera, cosa en la que caigo tantas veces), ante un debate político (o social o económico o incluso religioso) me espetan: "yo también quisiera que no existiera Estado". Este comentario más bien condescendiente, realizado por quienes conocen a priori las ideas libertarias del que subscribe, creo que supone una negación de la posibilidad de alargar el debate y una confirmación de por qué necesitamos más que nunca las ideas emancipatorias a nivel individual y colectivo. Es una afirmación que equivale a: "el Estado es necesario", viene a ser un mal necesario. Pero, ¿sabemos exactamente qué queremos decir con Estado? Tal vez sea un problema meramente terminológico. Si Estado equivale al gobierno, entonces la oposición anarquista puede ser clara (aunque no del todo, el anarquismo preconiza un autogobierno, que equivale a la organización horizontal, a la disolución del poder en la sociedad); se desea la supresión de la dominación de unos seres humanos sobre otros, por lo que el gobierno de una minoría sobre una mayoría (aunque esté aparentemente legitimado por esa misma mayoría, algo que se revela falaz) es inadmisible. El Estado liberal, burgués, no es algo nuevo, aunque está sujeto, como toda manifestación humana, a una constante evolución (y conviene que, paralelamente a la propia evolución de la ideas libertarias, sigamos realizando un análisis feroz en la modernidad del sistema en que vivimos). La denuncia anarquista de dicha forma estatal se muestra entrelazada con la económica (tan autoritaria o más que el Estado, limitando al ser humano en sus capacidades creativas y sometiendolo a intereses ajenos); el Estado liberal se muestra mínimo, reducido a labores fiscales, juridícas y policiales. La potenciación de lo público (de las necesidades de primer orden del ser humano) nada tiene que ver con lo estatal (aunque a veces la terminología se confunda), sino con la autogestión social (un concepto prácticamente eliminado de la realidad, y no supone ninguna utopía ya que no tiende necesariamente a la perfección, sino a la consciencia de cada miembro de la sociedad). El llamado "Estado del bienestar" se muestra como otra cara amable del poder que pretende compensar los desmanes que provoca el capitalismo (un mercado que la derecha pretenderá que tenga su propia autorregulación). Si la reducción del Estado en aras de los beneficiados de un sistema económico desigualitario es abandonar a los desfavorecidos a su suerte, la intervención estatalista para tratar de compensar dicha situación jamás eliminará la enfermedad, únicamente y como mucho aliviará algún síntoma. El afán de algunos por encosertar las ideas (por mantener que solo es posible establecer el sistema menos malo) les lleva a calificar el anarquismo de un sistema no pragmático, irrelizable, utópìco; esta afirmación está sustentada en un supuesto agotamiento del campo de la acción humana (que adopta su máxima expresión con un supuesto fin de las ideologías), visión conservadora que sí se revela como auténticamente irreal. La expresión "todo muere" es un hecho en la historia de la humanidad, el camino que se emprenda para la construcción sobre esos cimientos está por ver. Mi opción es la negación de toda tutela y de toda coerción, y la única que lo garantiza es una sociedad anarquista (o, en su defecto, con predominancia de las ideas libertarias). Tal y como empecé, tal cosa es vista por muchos simplemente como "bellas ideas", pero si echamos un vistazo a los logros de la humanidad y a los que siguen siendo sus problemas más acuciantes (autoritarismo, dogmatismo, desigualdad, ignorancia...) las ideas libertarias pueden estar orgullosas de su pasado y encontrar un amplio horizonte por delante.

No hay comentarios: