domingo, 15 de junio de 2008

Convicción ideológica para una sana renovación

Por mucho que estemos convencidos de que las ideas libertarias están cargadas de futuro y que la sociedad sin Estado constituye una conquista del futuro, es inevitable aceptar una realidad que supone un cierto estancamiento y acomodo en ideas nacidas hace décadas, y también una praxis que insiste en una lucha similar a la de nuestros abuelos, los cuales vivieron una realidad social muy diferente (ojo, que no digo con esto que vivamos una situación mejor, aún aceptando cierta conquistas sociales).
La realidad es que se ha producido toda una revolución científica y tecnológica que ha modificado drásticamente la sociedad e incluso al ser humano. Sí, el mundo puede ser incluso más desigualitario, o cargado de mayor fanatismo, que hace 100 años, pero no podemos ignorar desde la perspectiva libertaria las alteraciones que produce el progreso (y la primera tarea es, tal vez, discriminar lo aceptable y lo rechazable en esta forma de entender el progreso).
Las ideas libertarias son radicales en su esencia, y desde mi punto de vista pueden estar orgullosas de serlo (al margen de lo peyorativo que puede suponer tal término en boca del poder político o de los medios), constituye una seña de identidad que hay que enarbolar con orgullo y sin que debamos pensar que cause temor en el prójimo, con la voluntad de transformar una realidad injusta, de subvertir un orden jerarquizado que ha encontrado formas muy sutiles de dominación.
Sí, muchas veces insistimos en cómo han calado ideas libertarias del siglo XIX (sobre ecologismo, sexualidad, educación, arte, igualdad de géneros...), adelantadas a su tiempo y sobre las que los primeros anarquistas deseaban seguir investigando y haciéndose preguntas (a diferencias de otras vertientes socialistas, que ya parecían tener todas las respuestas sobre la sociedad futura). Es cierto, pero a cambio de estas transformaciones que han impulsado las ideas libertarias, se siguen produciendo multitud de alteraciones de los mecanismos de dominación, por muy liberal que se presente el sistema. Supone un gran esfuerzo, pero pienso que debemos hacer ese análisis y esa renovación ideológica (manteniendo, claro está, los presupuestos elementales) si no queremos mantener un discurso que muchas personas consideran obsoleto. Y no es que yo piense tal cosa en absoluto, pero el sistema pretende relegar las ideas anarquistas a una urna de un museo (a veces, incluso, a una bonita urna), y no debemos caer en esa trampa nosotros al insistir en un pasado glorioso que fue aniquilado por las ideas autoritarias con sus múltiples vertientes. Por supuesto, pIenso que se puede establecer un hilo conductor con los libertarios del pasado, considero esencial, y yo mismo lo hago en este blog y en otros ámbitos, difundir unas ideas de enorme valía, pero no podemos ignorar las profundas transformaciones, sobre todo tecnológicas y económicas, pero también sociales y políticas, que insertan esas mismas ideas en un contexto histórico muy concreto.
Es muy habitual escuchar en la calle lo trasnochado del anarquismo, y la mayor parte de estos comentarios son meramente superficiales (apoyados, consciente o inconscientemente, en esa mezquindad del fin de la historia y de las ideologías); a cambio de ello, nosotros debemos seguir insistiendo en el debate, la educación, el conocimiento y la investigacion social. Ello tiene que suponer la plena actualidad de las ideas anarquistas.

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