domingo, 1 de junio de 2008

¿Socialismo liberal?

Recientemente, cierto prestigioso periodista mencionaba que Habermas, que sin ser un autor marxista sí parece un hombre preocupado por la problemática iniciada por el Marx más crítico, desea una refundación de la democracia y una revisión del socialismo, donde se conjuguen la libertad que pretende el liberalismo y la igualdad con la que soñaban los socialistas. Es decir, que libertad e igualdad solo pueden existir si se dan conjunta y simultáneamente. Digo yo que Habermas, nombre que ya está en la historia del pensamiento, y dicho columnista parecen haber inventado la pólvora. Olvidan, o algo peor, que los locos soñadores anarquistas ya tuvieron muy en cuenta esa cuestión en sus preocupaciones sociales. Habermas parte, en su lúcido análisis, del desastre de la praxis comunista y afirma, por un lado, que condena severamente el totalitarismo, pero que lamenta que tras el fracaso del comunismo hayan desaparecido "las exigencias sociales introducidas para equilibrar el dogma productivista, el primado absoluto de la economía y el reino de la desigualdad, características del capitalismo contemporáneo". Viene a decir que los socialistas (parece que se refiere a la variante socialdemócrata) han aceptado esa realidad como un mal necesario. El análisis del pensador y analista social me parece que se limita a una visión política reduccionista: tras el fracaso del "socialismo real", se muestra crítico con la izquierda socialdemócrata (la otra variante de socialismo de Estado) y coloca enfrente a los conservadores (derecha, neoliberales o como se les quiera llamar); vamos, el manido bipartidismo en el que desemboca la democracia representativa. Es conocido que Habermas apuesta por una comunicación racional como base de la democracia, frente a abstraciones como "pueblo" o "clase social" aboga por las subjetividad e intersubjetividad como base de la vida en común. Insisto, el anarquismo (o, mejor dicho, los anarquismos, que desaparecen absolutamente del análisis del conocido columnista), vertiente socialista, pero con otras tradiciones políticas y filosóficas asumidas (una de las cuales podría entenderse como un liberalismo radical), ha considerado al individuo como la celula primordial de la construcción social, ha indagado en las mejores formas de conciliar libertad individual y justicia social, ha confiando en la razón no dogmática y no ha reducido el trabajo a una condición meramente productivista o emancipadora per se. Es por eso que las ideas libertarias se concilian plenamente con esa ética del diálogo habermasiana (o, mejor dicho, como en tantas otras cosas y para ser justos, apostó por ello avant la lettre). El concepto de "socialismo liberal" (que parece otro nombre para la socialdemocracia), que se menciona como una nueva forma de utopía, pretende anular los privilegios y fundar la democracia en el diálogo y el consenso. Pero ese deseo retórico, como queda claro desde el principio, parte de la aceptación del mercado (ese mercado que convierte todo en mercadería, incluyendo a las personas) como un mal económico necesario. Se trata de no seguir ocupándose de los síntomas de una sociedad enferma, de no dejar intacto el "mal", y sí transformar la sociedad para acabar verdaderamente con los privilegios. Para empezar a hacerlo es necesario un debate político y social racional, por supuesto, pero también, por favor, honesto y en igualdad de condiciones.

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