sábado, 26 de julio de 2008

La expansión de la Razón libertaria

Puede ser comprensible mirar hacia atrás con nostalgia y con deseo de recuperar algo del pasado, hacia esa potente organización obrera de influencia anarquista que hubo en España, dada la actual situación de cualquier movimiento revolucionario. El porqué de esa situación, de la tremenda atomización de los trabajadores (cuando su situación necesita, ahora igual que en el pasado, de una fuerte organización desapegada del poder, solidaria y de autodefensa) puede que haya que buscarla no tanto en el fracaso de las ideas, cosa que se pretende que cale en el ciudadano, sino en la misma dinámica del capitalismo, su consumismo alocado, los fuertes grupos mediáticos con capacidad para ajustar una determinada visión del mundo (y, frente a ello, lo que podamos hacer a nivel "propagandístico", por muy necesario que siga siendo, se convierte en prácticamente inocuo, además de permitir la apariencia de "libertad informativa"), la transformación del lugar de trabajo (con la deslocalización como característica más importante), los mecanismos de poder más sutiles, con una fuerte e imparable revolución tecnológica a su favor... Estas condiciones y muchas más han hecho que las condiciones para una transformación social sean ahora muy diferentes, por lo que las condiciones de "lucha" deban ser quizás acorde con estos nuevos tiempos, no necesariamente más dificultosas. Es cuestión de voluntad, inteligencia e imaginación, individual y colectiva, y nadie dice que sea sencillo. Seguir anclados en formas de pasado, como si el sistema y las propias ideas libertarias no estén sujetos a cambios, es situarnos en el inmovilismo y caer tal vez en un tipo de conservadurismo o incluso de reacción. Seguir insistiendo sin más en la perversidad intrínseca de Estado, Capitalismo y Religión, la triada maléfica para el anarquismo, sin hacer un análisis de cómo se ha transformado el mundo y cómo han calado esas tres vías políticas, económicas y espirituales en la humanidad es tal vez seguir insistiendo en la superioridad moral de unas ideas sin tener que demostrar nada en la práctica. No estoy seguro de que baste con preconizar las contradicciones y los males del sistema, como si éste fuera ajeno a nosotros debido a nuestras poderosas y bellas ideas, es necesario demostrar en el día a día nuestros principios y eso de que "otro mundo es posible" (frase que lleva camino de convertirse en un bonito eslogan oenegero que simplemente alivie conciencias, y a la que se le podría dar perfectamente una orientación libertaria). Es más, yo me atrevo a dudar de esa "superioridad moral", de esa poderosa Razón inamovible que nos acompaña (¡qué peligro tiene esto!); ¡por qué no!, es mi derecho a la disidencia dentro de un camino libertario. Esa Razón libertaria tiene que estar también constantemente ampliada, sujeta a nuevos planteamientos en lucha contra el dogma y el convencionalismo; construirla y reinventarla, en suma, constantemente como hicieron los anarquistas del pasado (al fin y al cabo, si rechazamos la religión y la trascendencia, hay que rechazar toda suerte de "idealismo metafísico"). Muchas veces, he bromeado dentro de las visiones anarquistas (también fuera, pero sobre todo no debería haber cabida para ello en el mundo libertario) sobre los "guardianes de la pureza", sobre los que practican la "ortodoxia", los que deciden lo que es y no es válido. Obviamente, hay unos presupuestos innegociables en el anarquismo que se deben tener muy claros (y que no debería hacer falta recordar), pero no soy nada amigo de purezas y de ortodoxias.

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