sábado, 12 de julio de 2008

Libertad e igualdad en Cuba

Raúl Castro se ha dirigido por primera vez al Parlamento cubano desde que su hermano Fidel le dejó el puesto de Jefe de Estado. El tono de su discurso parece más realista y menos retórico que en otras ocasiones, aun dentro del empeño en fortalecer la "revolución" y seguir construyendo el "socialismo", y se ha destacado el hecho de que no se hable ya de igualitarismo, rechazando la equiparación de salarios, y sí de igualdad de derechos y de oportunidades. La triste realidad, que una vez más se confronta con las palabras de los mandatarios cubanos, es que los sueldos en Cuba son de auténtica miseria; y no voy a ser yo el que insista en el trabajo asalariado en un sistema socialista, pero es algo que el Régimen cubano ha mantenido junto al centralismo feroz y a una burocracia desesperanzadora. Todo ello ha sido, tal vez, responsable de la terrible desidia que respira la sociedad cubana, con escasa conciencia social en una población más preocupada de su propia supervivencia (incluso, en los más fieles seguidores del régimen, me dio la impresión que lo de la "revolución" es ya una cuestión de fe sin conexión con la realidad). Raúl Castro habla ahora de descentralización (cuesta creer que vean ahora el fracaso de la acaparación estatal sin pensar en un mero apego al poder) y de otorgar las tierras a campesinos y cooperativas para que se incremente la producción de alimentos. En otras palabras, se piensa ahora en otorgar cierta libertad a los productores, poniendo los medios de producción a su disposición. Es ingenuo pensar que se llegará al deseable punto de la autogestión económica en manos de los propios trabajadores, sin ningún tipo de tutela estatal, pero la retórica de Castro parece al menos aceptar principios que no están alejados de las ideas libertarias (dicho sea para que se comprenda que los anarquistas no han estado alejados de la realidad en sus análisis y el tiempo parece darles la razón). Se insiste continuamente en la necesidad de libertad para Cuba, cosa con la que estoy de acuerdo (aunque cuando se mencionan países, y no personas, en cuestiones de "liberación" es para echarse a temblar), pero no una libertad reducida a la forma de entenderla del liberalismo económico; frente a ello, insistiremos en la necesidad de que sea el propio pueblo cubano el que se apropie de su futuro económico y político. No deseamos que la isla caiga en manos del capitalismo, pero la retórica "socialista" de los dirigentes cubanos encubre la realidad de un capitalismo de Estado que mantiene a los personas en la esclavitud.
Las reformas que llevaba anunciando Raúl Castro desde que está en el poder parecían simplemente "de cara a la galería" (como la suspensión de prohibiciones de adquisición de productos, que para las posibilidades del pueblo cubano le son prácticamente indiferentes, dependiendo siempre de factores externos); esperemos que estas medidas descentralizadoras sean efectivas, supongan mayor libertad y motivación para los productores, y no mera propaganda ni concesiones a un proceso liberalizador (que no libertario).

A propósito de esta reflexión acerca de la diferencia entre igualdad e igualitarismo, recuerdo un bello comentario de Ricardo Mella con el que trató de esclarecer el concepto y matizar que igualdad no supone homogeneización (acusación recurrente al socialismo, dirigida tal vez a una sola concepción del mismo):
"Igualdad de medios para realizar un fin no supone igualdad de resultados (…). De hecho, nadie trata de hacer a los hombres iguales, ni en inteligencia, ni en sentimientos, ni en desarrollo y satisfacciones materiales. De lo que se trata es de establecer condiciones iguales para que todos puedan desenvolverse líbremente en el orden físico y en el orden moral".

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