martes, 14 de abril de 2009

La traición del liberalismo en la práctica

Ayer se me ocurre asistir a una conferencia, en el Ateneo de Madrid (un lugar a recuperar por las ideas libertarias, no éste únicamente, sino la idea general como lugar de debate científico y literario). La cosa era a propósito del centenario del nacimiento de Isaiah Berlin (¡mira que hay conmemoraciones este año!), considerado uno de los principales pensadores liberales del siglo XX. No voy a escribir nombres, ya que no me gusta hablar mal de nadie (bueno, de casi nadie, los que buscan notoriedad son blanco fácil), pero la cosa me pareció patética. Ya la reivindicación de un "liberal" me hacía temer lo peor, hoy en día ese calificativo parece encubrir una supuesta libertad económica que solo justifica el capitalismo (no el capitalismo "salvaje", lo que es el capitalismo sin adjetivos, con todos su desmanes y toda su explotación), pero en la presentación del conferenciante se le califica más o menos como un prohombre de las ideas, fundador de cierto partido llamado "Innovación Democrática" que porta los auténticos valores (y que tiene pinta de ser algo parecido a "Ciudadanos" o a "Unión, Progreso y Democracia", inenarrables vamos). Nada que objetar a crear un partido político, pero eso supone aceptar las reglas de un sistema democrático electivo, por lo que hablar del "secuestro de la voluntad popular" que realizan los dos grandes partidos me parece una gran falacia. Así comenzó la cosa, alabando a un partido que si no se apropia de la voluntad de los ciudadanos es por su escasa relevancia. Reclamar un "tercer espacio" o "tercera vía", o denunciar lo vacío de los valores constitucionales, desde una formación política es, por ser generoso, algo que se queda en el terreno de las buenas intenciones (soy así de ingenuo yo) o de las "ideas". La conferencia sobre Berlin, un hombre que seguro que dijo muchas cosas interesantes (pero también, parece que demasiado "hijo de su tiempo" y de su condición social) me pareció absolutamente huera. Lugares comunes sobre el totalitarismo (de uno u otro signo, es decir fascista o comunista) para legitimar un supuesto liberalismo (defensa de la libertad individual) que poco tiene que ver con el mundo real en el que el determinismo social y económico es una realidad para gran parte de la población. Un gran amigo mío opina que toda denuncia del comunismo desde posiciones que no sean libertarias es una legitimación de otra forma de dominación. Yo siempre he sido cauto a la hora de afirmar según qué cosas, en aras de un bienintencionado eclecticismo, pero resulta que casi siempre le tengo que acabar dando la razón a mi lúcido amigo. Cuando el ponente mencionó con un orgullo cercano al ridículo que él, al igual que Berlin, jamás fue tentado por el totalitarismo (el tópico de que cuando se es joven se piensa "comunista" y luego tal vez se deje de pensar), no pude evitar revolverme en mi butaca ante tanto "mirarse el ombligo". Reducir la realidad política a totalitarismo o liberalismo parece caer en la simpleza de una época del pasado por un lado, pero también reforzar unas posiciones por oposición a un supuesto contrario, algo que no es real al no existir la pureza más que en el terreno de las ideas. Algo que sí resulto interesante en la charla, pero sin profundizar demasiado, es la apuesta por la pluralidad de valores (aunque, creo que en este caso me temo que de nuevo por mera oposición al Socialismo de Estado). Esa aceptación de que todas las culturas pueden ser aceptables sin caer en el relativismo y aceptando un grado de civilización mínimo quedo solo levemente apuntada y como inherente al liberalismo. Este liberalismo del que tanto hablan hace una crítica al poder político, al Estado vamos; apuestan por reducirlo al mínimo, quedando supuestamente como regulador y protector de libertad individual (aquí hay que hablar de propiedad privada, en nombre de la que tanta injusticia se comete en la práctica), pero manteniendo otros ámbitos de dominación económicos (el capitalismo se carga todo asomo de libertad individual o la reclama en función de explotar el trabajo ajeno). Es por eso que, sin ningún animo de caer yo también en la simpleza, no se puede hablar de libertad individual sin tener en cuenta lo social y lo económico usando la falacia esa permanente de una supuesta igualdad de oportunidades (amparada en términos pervertidos hasta la reducción como "democracia", "libertad", "liberalismo"... o en esa cosita tan surrealista de "soberanía popular"). Como bien se le advirtió al conferenciante en el debate posterior (por parte de un divertido y tajante amigo belga, que no se cortaba un pelo), no parece esta gente vivir en el mundo real, en el que la lucha de clases es permanente (no es un término del que se pueda apropiar nadie ni es sinónimo de totalitarismo ni de rencor, es una realidad necesaria) y tu libertad queda condicionada al tener que vender tu fuerza de trabajo. Sin que recibieran respuestas los participantes (¡qué decepción!), más allá de los mencionados y tristes lugares comunes, se habló de "materialismo" (condicionante del mundo de las ideas, aunque no hay que desdeñar el potencial de pensamiento, en caso contrario no estaría yo aquí escribiendo obviedades), se acusó a Berlin de ser un "blando" y un "ideólogo del poder" (paradójicamente, para alguien que presumió de ese liberalismo), se insinuó lo poco original de este autor al mencionar a John Stuart Mill (un autor que gusta a los libertarios en muchos presupuestos) y a George Orwell (hombre fascinado por el anarquismo español y su defensa de la libertad y de la revolución social)... Ya digo, lo más interesante estuvo en la participación de personas del público y en la charla que tuvimos ya fuera del Ateneo. Lo más triste, fue que las personas subidas a la tribuna, y lo que parecían ser varios acólitos suyos en las butacas, no parecían dispuestos a debate alguno más allá de la repetición de sus pobres postulados ideológicos. "Libertad negativa" o "libertad positiva", prefiriendo Berlin la primera en la que habría no habría una coacción externa para que el individuo pueda ser libre (su contraria vendría a ser cuando se crean las condiciones sociales y políticas para ser libre), fue otra cuestión apuntada desde el público y, según el ponte, ya superada (¡toma ya!). El anarquismo, con toda la dificultad que se quiera ver en llevarlo de manera pura a la práctica, me sigue pareciendo la filosofía vital y organización social con más capacidad de resolver los problemas sociales e individuales. Su insistencia en que la libertad solo queda resuelta por una auténtica igualdad social y económica (y para ello, solo es posible el acuerdo y la autogestión sin dominación alguna, no podemos hablar de libertad para todos en caso contrario), su apuesta por una auténtica pluralidad social y cultural (siendo la no dominación su gran presupuesto), por la creatividad e iniciativa individual en libre armonía con la del resto, por negarse a buscar una solución total para todos los problemas, por la comunicación racional, por los derechos humanos... La mayor parte de todo esto lo firma el liberalismo, pero en la práctica niega los valores antiautoritarios y apuesta por perpetuar la sociedad de clases.

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