jueves, 30 de abril de 2009

Profundización en la democracia

Un texto imprescindible, recogido en una de las últimas ediciones de los amigos de La Malatesta, Anarquismo y antropología, es para mí el firmado por David Graeber "Nunca ha existido Occidente o la democracia emerge de los espacios intermedios". Basándose en sus propias experiencias en los movimientos libertarios, el autor se cuestiona no solo que la democracia sea una creación exclusivamente occidental sino el mismo concepto de esa opción política como estatalista y basada en una supuesta decisión de la mayoría. Reflexiones primordiales para dar una nuevo sentido al término, que evoca tantas sensaciones positivas en gran parte de las personas, desprendiéndole de la mera condición de "elección de representantes" y apostando por una democracia "directa" y una auto-organización en sociedad. Dispares movimientos sociales, en diversas partes del mundo, se llamen o no libertarios, insisten en la importancia de una estructura horizontal, en el rechazo a los líderes y en dar voz a grupos minoritarios y marginales. Por otra parte, la habitual controversia entre "mayoría" o "consenso" parece tender a decidirse por buscar el consenso en grupos pequeños y en mostrarse flexibles en las decisiones y no arrastrar a las minorias en grandes grupos de coaliciones. Toda una tradición libertaria de autoorganización, asociación voluntaria, apoyo mutuo o negación del Estado, en movimientos que pueden incluso mostrarse reticentes a llamarse anarquistas, ha llevado a Graeber a considerar que "democracia" y "anarquismo" son, o deberían ser, conceptos equivalentes. Naturalmente, no existe un consenso al respecto, pero a mi modo de ver las cosas no importa demasiado si la tradición libertaria de potenciar la sociedad civil acaba influyendo en busca de alternativas políticas. La palabra "democracia", a pesar de su constante manipulación política por parte de la clase dirigente, tiene una connotación positiva al menos frente a otros regímenes políticos. El debate se empobrece notablemente si caemos en la vulgaridad del "sistema menos malo", pero no es eso lo que quiero subrayar. Habitualmente, al hablar de anarquismo, hay quien insiste tajantemente en esa cuestión: "el sistema 'democrático' es lo mejor que conocemos". Frente a ello, y antes de matizar demasiadas cosas, a mí me gusta responder rápidamente que yo entiendo lo libertario como una profundización en lo democrático. Estaríamos así, en el debate, al menos en el mismo plano para poder sacar algo positivo y seguir confiando en el progreso y en la perfección social y política. Naturalmente, ese proceso de "democratización social" conlleva una crítica al Estado, a las jerarquías y a toda voluntad de poder que anule el desarrollo y libertad de opción de grupos e individuos (o sea, exigir más democracia). Graeber afirma incluso que la palabra "democracia" durante gran parte de la historia tenía un significado similar al que tiene hoy la "anarquía" para muchas personas: desorden, motines, violencia... Solo recientemente se ha adoptado un significado según el cual se trata de un sistema en el que los ciudadanos de un Estado tienen la posibilidad de elegir a la clase dirigente para que ejerza el poder en su nombre. Da que pensar el asunto. Parece claro que el concepto alude a un sistema, al cual se han puesto demasiados adjetivos ("popular", "liberal", "electiva", "orgánica"... lo cual da una idea de lo susceptible que es el término a su manipulación), que busca anular, en mayor o en menor medida, la toma de decisiones por parte de una élite (aunque esa élite se acabe formando gracias a ella, otro debate nada baladí). No es fácil establecer una generalización sobre lo que es democracia, y habría que escapar de los que tratan de hacerlo, y hay que mostrarse además cauto en cómo emplear el término en las diversas estrategias para no legitimar un sistema que seguimos considerando intrínsecamente injusto. Lo que parece claro es que el anarquismo lleva las de ganar en su honesta búsqueda de consenso social sin sacrificio alguno de minorías opositoras o marginales. No es sencillo de llevar a la práctica, y sí demasiado expresarlo con palabras, pero la materialización de los más altos ideales humanos no es tarea fácil en absoluto. El asunto es, al menos, establecer puntos de partida para hacerlo. Yo sigo siendo optimista.

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