viernes, 24 de julio de 2009

La lectura mítica y espiritual de la revolución

Proudhon, pensador con multitud de aristas (y lo digo como halago), apelaba a cierta energía espiritual y no solo a la fuerza del materialismo. No está mal esa reflexión, acerca del fracaso del socialismo (pero hecha en aras de buscar nuevas vías socialistas), la cual afirma que estuvo demasiado preocupado de las realidades materiales en detrimento del potencial espiritual del hombre (se alude en la cita al alma). Bien, desprendemos al término "espíritu" o "alma" de cualquier lectura divina, o sobrenatural en cualquier caso, y aludimos al potencial intelectual, fisiológico y moral (vital, en suma) del ser humano y estamos de acuerdo en que la revolución social, una vez garantizadas las necesidades básicas para todos, debe trabajar en ese sentido. Son comprensibles las preocupaciones por "lo económico", es más, las soluciones a este aspecto pueden ganar muchas simpatías, pero hay que tener en cuenta la profunda crisis de valores que produjo el socialismo de Estado, y cualquier forma de totalitarismo, y que vivimos ahora dramáticamente en las diversas formas de capitalismo o liberalismo económico. Respuestas en este sentido, que siempre ha buscado el anarquismo, constituyen la otra cara de una verdadera transformación social. El malestar social y el equilibrio síquico van de la mano en la sociedad, y no se trata de quitar responsabilidad al individuo, sino de profundizar en las causas de los problemas (y pueden ir parejos los desequilibrios personales con el contexto social). Uno de los motivos de mi simpatía por el anarquismo es que no considera, así lo veo yo, que pueda haber orden social sin que haya orden en cada miembro de la sociedad. Así, las ideas libertarias (podemos denominarlas "socialismo libertario") no se han limitada a buscar la emancipación económica, sino que han buscado transformar todas las condiciones de la existencia, buscar el equilibrio entre las energías síquicas del individuo y las estructuras sicológicas colectivas. Víctor Serge fue uno de los pioneros en considerar la importancia de la sicología en una perspectiva revolucionaria, en considerar la existencia de "superestructuras sicológicas", de gran complejidad y fuerza, y con autonomía respecto a lo económico. Desgraciadamente, los trabajos en este sentido no parecen haberse puesto al servicio claro de nuevas vías socialistas y libertarias. Tal vez el anarquismo moderno, en su origen y por el contexto de la época, no fundamentó una sicología al servicio de lo libertario, pero sí fue un impulso (sin desdeñar ninguna de las facultades de la persona: razón, pasión, voluntad, moralidad...) para investigaciones posteriores. La confianza en el progreso y la evolución dotó al anarquismo de una intuición para reconocer y superar formas de vida paralizantes; es el aprovechamiento de energías síquicas dinámicas, que en el ser humano adquieren más flexibilidad y plasticidad que en cualquier otra especie. No me gustan, a priori, los mitos, pero una vez más después de haber apreciado el conocimiento de otras personas, mis juicios (o prejuicios) son puestos a prueba. ¿Es un mito, fuente también apreciable de energía vital, la idea de la revolución social? Frente a la idea arcaica (y mítica) de un tiempo pasado de plenitud y orden, puede imponerse el mito moderno de una civilización en la que el hombre sea capaz, gracias a la ciencia, de dominar y utilizar todas las energía naturales para lograr una armonía, eliminando toda opresión e injusticia, a nivel colectivo e individual. Esta idea no tendría nada que ver con la tranquilidad existencial y escapista que proporcionan los mitios religiosos; es más, puede ser una alternativa síquica magnífica a cualquier doctrina religiosa. El mito, tomado como una necesidad vital del ser humano, si supone un plan de acción para una mejora de la vida sociopolítica (indisociable del desarrollo personal para el anarquismo), es plenamente asumible. El mito de la revolución puede actuar a favor del progreso, buscar soluciones positivas, dar alternativas a la apatía y el desencanto, y anular todo tipo de estancamiento. Me ha convencido esta, podemos llamarla, equivalencia entre mito y utopía; son dos términos ambivalentes,que el anarquismo puede derivar adecuadamente hacia la transformación social, anulándose mutuamente las lecturas excesivamente racionalistas, por inhumanas (en el caso de la utopía convertida en distopía), o místicas (en el caso de mitos arcaicos). La generación de un nuevo lenguaje, dotándole de mayor hondura y complejidad, y ampliando el horizonte semántico, es otro de los campos donde trabajar.

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