viernes, 12 de marzo de 2010

Libertad en sentido lato

La libertad es un concepto estrechamente vinculado a la igualdad en el anarquismo. Pero, a pesar de las visiones vulgares acerca del socialismo que pueda haber en la actualidad (motivadas en parte por el fracaso del socialismo estatista), esa igualdad no implica uniformidad. Si indagamos en los pensadores ácratas clásicos, todos ellos aceptan la diversidad, no como contradicción a sus deseos de una sociedad igualitaria, sino como confirmación de una sociedad libertaria. Precisamente, lo que nos hace iguales a los seres humanos es esa aspiración a ser libres en sentido pleno, la aspiración a la autonomía. La palabra "libertario" forma parte del anarquismo, porque se pretende alcanzar la libertad, no solo en el sentido de autonomía individual, también en la organización social al prescindir del Estado.

Si el anarquismo es del gusto de un pensador como Stirner, es por considerar a cada persona como "única", absoluta e insustituible. Esa concepción confirma la diversidad de la vida y la capacidad autorreguladora de cada temperamento. No mencionaba el alemán la solidaridad como factor social, pero la atribución que realizaba a cada ser humano de esa condición única hace que forma parte de la tradición ácrata como una tensión importante. Lo que hace a la concepción de libertad ácrata más poderosa que cualquier otro mero individualismo es considerar que la libertad se realiza en función de los otros. Todo creatividad y autonomía individuales quedarían incompletas sin la participación de los demás (del resto de la orquesta, la cual no merma la libertad de un simple intérprete, sino que la completa). El ser humano es capaz de obedecer únicamente a su conciencia y de reconocer la moralidad (la búsqueda de la autonomía) y de confirmarla y enriquecerse con la cooperación social. Se trata de una socialización e internalización de la norma moral que germina en un contexto libertario, infinitamente más poderosa que la ley jurídica que parte del principio de autoridad.

Por otra parte, la libertad anarquista no es un punto de partida, no forma parte de ninguna esencia anterior al hombre ni supone ningún otro idealismo que el que puede ser convertido en realidad en el contexto social. Herbert Read consideraba que el hombre no nace libre, sino que la libertad supone en él una de las posibilidades de su existencia y, por lo tanto, él recibe también la responsabilidad de dar lugar a las condiciones de su libertad. A pesar de lo que se suele creer, de nuevo como concepción vulgar, el anarquismo no es ningún idealismo, sino una filosofía pragmática en movimiento que persigue la creación de esas condiciones de libertad. El hombre busca lo imposible y acaba realizando lo posible, dentro de lo cual está la constante lucha contra una organización social y política que le impone y le merma su libertad (en lugar de empujarle al movimiento, y de facilitarle la creatividad y la cooperación con sus semejantes). La libertad ácrata tiene que ver con la libertad de actuar cuando se ha desterrado la dominación. Pero la visión anarquista no elige entre una concepción negativa (en la que no existe injerencia externa para ejercerla) y una positiva (en la que se crean las condiciones para que tenga lugar); el afán por la tensión entre autonomía individual y autogobierno colectivo hace que sea complicado limitar la libertad anarquista en el plano teórico. La libertad en sentido negativo no se opone necesariamente a la libertad en sentido positivo, y ésta no puede ver sesgado su desarrollo por el absolutismo de aquella. Nociones como autonomía, igualdad, solidaridad y creatividad hacen que la teoría anarquista sea la corriente de pensamiento que más ha profundizado en una libertad como posibilidad real.

Dentro de esa concepción de libertad no hay cabida para ningún determinismo, ni social ni histórico. Desterrada toda metafísica y toda trascendencia, hay que considerar que el futuro no esté predeterminado por ninguna condición o esencia, y tampoco por factores objetivos. La transformación del presente mediante las posibilidades de acción, que son las que abren las puertas a un futuro diferente. La libertad no se limita dentro de un proceso histórico inevitable, no se acepta ningún tipo de fatalidad, y para ello se opone una voluntad auténticamente libre en forma de acción revolucionaria. La libertad adquiere un sentido, así, de capacidad de modificar la realidad. El objetivo puede ser la emancipación individual y social, pero ello no supone llegar a ningún fin de la historia, sino perseguirla con ahínco. Se niega, como dije anteriormente, cualquier esencia o punto de partida y se abren todas las posibilidades de construcción de la libertad. Rocker dijo que la libertad es una idea relativa, y no absoluta, ya que su horizonte se amplía de manera progresiva. Se niega, por lo tanto, cualquier noción abstracta de libertad, ya que se trata de una posibilidad real de desarrollo puesto al servicio de la sociedad.

Si el liberalismo, sucumbido a la burguesía como clase dominante, acepta la libertad como individual individual, el anarquismo hace hincapié también en su carácter social. Frente a "mi libertad termina donde comienza la del otro", la idea de que "mi libertad se confirma con la del otro", ya que se trata de buscar un contexto social en el que no existan oprimidos y se haga de la cooperación y del intercambio una posibilidad real de libertad. Por lo tanto, el concepto de libertad implica también solidaridad y se busca potenciar la natural sociabilidad del ser humano. El anarquismo, de nuevo enfrentado al liberalismo (tan parecidos y tan diferentes), no considera la sociedad como un mero añadido de individuos ni la libertad como inherente a una subjetividad aislada. La libertad no resulta previa a la construcción social, el ser humano no cede parte de su libertad mediante una forma de contrato social. Es en el contexto social donde se forman todas las posibilidades humanas y morales, se niega cualquier abstracción y esencialismo al respecto. Es por eso que las dos normas morales más poderosas son la libertad y la solidaridad, en perpetua tensión y recíproca alimentación, la libertad en soledad no es verdadera libertad. La libertad anarquista no es absoluta ni se da en el aislamiento, no supone el relativismo de "todo vale", sino que se apoya constantemente en el respeto a los demás. Se acepta la sociedad como un cúmulo de influencias constantes, por lo que el punto de apoyo en la solidaridad y en el respeto, junto a la negación de toda dominación, actúan como principios inamovibles reguladores de la actividad social. Bakunin insistía en que la civilización partía de lo más bello (el principio de libertad o los derechos individuales del hombre) para dar lugar a lo más hipócrita e inicuo, por lo que reclamaba una acción verdaderamente libre del ser humano en una sociedad plural de personas libres (se trata de una reivindicación del "hecho" frente al insuficiente "derecho") y para conseguirla no hay que encorsetarla en base a doctrina alguna (luchar contra todo dogmatismo y toda verdad con mayúsculas) y sí confiar en el principio de solidaridad.

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