martes, 6 de julio de 2010

Emotiva Goldman, en la vida y en la literatura

Ragtime es una estimable película de Milos Forman, basada en una excelente novela de E. L Doctorow de igual título. El cineasta checo sacrificó en su adaptación, él o su guionista, a varios personajes presentes en las múltiples historias de una obra literaria que muestra el crecimiento de una nación, a principios del siglo XX, en un momento crucial que culmina con la Segunda Guerra Mundial y la Revolución Rusa, en base al sufrimiento de demasiadas personas. Entre esos personajes históricos desechados para la adaptación cinematográfica, se encontraba Emma Goldman, que protagoniza de forma emotiva algún episodio de la novela, cuando reconoce como su igual a una mujer de vida muy diferente, Evelyn Nesbit (que sí tiene un papel predominante en la película, protagonizada por la hoy casi "desaparecida" actriz Elisabeth MacGovern). Doctorow, incluso, sitúa históricamente un mitin de la Goldman en Estados Unidos enlazando al mismo tiempo el movimiento anarquista internacional, al recordar que Francisco Ferrer estaba a punto de ser ejecutado en España. Un discurso centrado en el dramaturgo Ibsen y su feroz disección de la sociedad burguesa, y dirigido en parte a obreros socialistas, lo deriva la lúcida anarquista en una diatriba en contra del matrimonio por considerarlo una imposición, y lo relaciona incluso con la institución del burdel (no sé si hace falta explicar el vínculo que establece Goldman con la propiedad). Un discurso que, tal vez de manera comprensible, no es asimilado por gran parte del público, incluido otro de los coprotagonistas de la novela, hombre supuestamente socialista que acaba tapando los oídos de su pequeña hija en señal de escándalo ante las palabras de la anarquista; tal situación de oposición, e incluso abucheos por parte de un público obrero, no hace perder la compostura a la buena de Goldman, recordando por supuesto el derecho a discrepar y también el no dar excusas a la policía para interrumpir el acto. Goldman demanda un desarrollo intelectual y espiritual para las mujeres, imposible en una sociedad moralmente corrupta, hipócrita y sustentada en la explotación. En el encuentro de las dos mujeres, Emma y Evelyn, se reconoce lúcidamente (e incluso poéticamente, o de manera casi mística si se quiere) que dos vidas paralelas, de algún modo similares, se han acabado cruzando: la anarquista, de vida tumultuosa y luchadora incansable, y la artista de gran belleza utilizada por maridos y amantes.

Sabido es que Emma Goldman (1869-1940), notable figura de la historia anarquista, se ocupó lúcidamente de la cuestión emancipatoria de la mujer, tanto desde un punto de vista libertario, como analizando las grandes transformaciones sociales de su época. Advertía que la verdadera liberación de la mujer, al igual que un proyecto de sociedad libertaria, suponía mucho más que las meras "conquistas de derechos", en clara alusión a un feminismo proveniente del liberalismo o del socialismo. Goldman, por el contrario, puso el foco en la necesidad de transformar el modo en que se dan las relaciones en la intimidad, criticando la intromisión estatal, el matrimonio y la familia nuclear tradicional, así como la educación y la ignorancia instrumentalizadas como método de control de la fertilidad en la mujer. Parece que la anarquista adquirió conciencia desde temprana edad sobre el control de la natalidad y su relación sobre el control de la fertilidad femenina, y también sobre los derechos sobre la propio sexualidad, todo ello clave para la verdadera emancipación de la mujer. Si la libertad se conquista en base a liberarse, tanto de fuerzas opresoras externas (Dios, Iglesia, Estado, sociedad, marido, familia...), como de seudocreencias morales y religiosas y prejuicios sociales, donde es muy original y adelantada a su tiempo Goldmas es al añadir el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. El que la anarquista vincula matrimonio a prostitución en el mitin recogido en la novela de Doctorow no es producto de la imaginación del escritor, como nos lo aclara el siguiente pasaje de uno de sus ensayos: "La única diferencia entre ella (la mujer de la calle) y la mujer casada es que una se ha vendido a sí misma en esclavitud de por vida (…) y la otra se vende a sí misma por el largo de tiempo que desee". Para la autora, ambos modelos son degradantes para la mujer al no existir la posibilidad de elegir sobre su cuerpo y reducir su condición a mercancía sexual o a actividad reproductora.

Las ideas de Goldman sobre amor y sexualidad son increíblemente transgresoras para su época, y me temo que para la nuestra también. Se manifiesta en contra de la imposición estatal y/o social de modelo alguno, aceptando la monogamía solo como una posibilidad más. El matrimonio, como acuerdo legal o eclesiástico, se relaciona con un tipo de esclavitud. La denuncia de la educación de la mujer, como hipócrita y restrictiva, que pone su foco en la contención de las emociones y en la represión de los deseos, se vincula con la religión cristiana y su modelo de pureza y castidad tan pernicioso. Como buena anarquista, la Goldman parece reclamar una comprensión profunda de la naturaleza, concretado en esta ocasión en el significado y en las funciones del cuerpo humano, siendo el uso de los anticonceptivos y la prevención de enfermedades de transmisión sexual otros de los campos de batalla de la anarquista. Donde entronca de manera más evidente toda esta diatriba contra el matrimonio con la ideas antiautoritarias es cuando se recuerda, a pesar de la apariencia de no intromisión, que el Estado protege a través de las instituciones civiles un modelo de familia patriarcal y desigualitario. En definitiva, para Goldman la emancipación de la mujer solo será posible cuando se establezca su libertad reproductiva y sexual, anulando todos los obstaculos que la imposibilitan (educación diferencial, instituciones, prejuicios, ignorancia...) en una sociedad con doble opresión: la producida por el Estado, el capital y la religión, y la motivada por una moral hipócrita que promueve inhibir la propia sexualidad.

"(…) A menos que tengamos una mujer libre, no podemos tener madres libres, y si ellas no son libres, no podemos esperar que la joven generación nos ayude en el logro de nuestro propósito, que es el establecimiento de una sociedad anarquista".

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