sábado, 24 de marzo de 2012

La estética anarquista

Los anarquistas españoles hicieron del arte y la literatura armas revolucionarias para perfeccionar la sociedad. Lily Litvak, en Musa libertaria, se ocupa de un periodo (1880-1913) de gran agitación social en el que brillaban con luz propia los ácratas. Existe una abundante producción anarquista en esos ámbitos y, desgraciadamente, al día de hoy sigue siendo muy desconocida. No creo que exista ningún otro movimiento que haya puesto tanto énfasis en la cultura como herramienta de emancipación, como manera de transformar el medio social y hacer mejores a los hombres. Ante las acusaciones de utopismo y de querer convertir a las personas en lo que no son, recordaremos que se trata de perfeccionar, no de conseguir lo perfecto, y cuanto menos de que la sociedad no suponga un medio de envilecimiento. En esa labor cultural, los anarquistas fueron fieles a sus principios y buscaron, consciente o inconscientemente, nuevas formas y medios para expresar ideas innovadoras. En muchos casos, esas inquietudes creativas provenían de los propios trabajadores, solidarios con los de su clase e inspirados por los más desfavorecidos. En otros, son escritores y artistas burgueses los que publicaron su obra directamente en medios libertarios o fueron reivindicados por los ácratas. Litvak recuerda que tal vez no se produjeron grandes obras anarquistas, pero sí se creo una encomiable alternativa radical por parte de la cultura popular con la más elevada de las aspiraciones: ser libre. Existe toda una discusión sobre la finalidad del arte, y parece muy aceptable que existe toda una vinculación entre la perfección formal, la belleza, y los sentimientos más nobles en el ser humano.

En la teoría estética ácrata, del periodo estudiado por Litvak, puede hablarse de las siguientes características:
-El arte llevaría una función ético-social, exigiéndose el reconocimiento de la clase desposeída, de su lucha social y de sus ideales en la creación artística.
-Debido a lo anterior, se critica un arte que pretenda vivir de valores puros, ya que se considera propio de una clase en decadencia: la burguesía.
-Se trata de una concepción del arte que pretende liberarle de todo canón estético.
-Se pretende que el arte forme parte de la vida y acompañe al hombre en su progreso.
-La estética anarquista otorga más valor al acto creador que a la obra finalizada; se aprecia la espontaneidad, como forma de acción social, y el arte de situación más que la técnica utilizada.
-En este sentido, se postula la figura del artista espontáneo por encima del profesional.
-Trata de liberarse la obra de arte de su condición de mercancía sujeta a las leyes económicas de la sociedad.
-El arte de aprecia en su contexto sociológico; puede ser obra de una individualidad, pero no está alienado de la historia humana.
-De la estética ácrata se deriva una noción colectiva, popular, del arte; en un sentido, no solo de pertenencia al pueblo como originado en su seno, también por la forma de propagarlo y en cómo participa en sus formas de existencia.
-Como se dirige el arte a estratos sociales hasta ese momento excluidos, se le da una nueva naturaleza y se crea un nuevo concepto de artisticidad, extendido rápidamente a formas de vida contemporáneas.
-El arte se vincula a su funcionalidad, por lo que se valora aquellos campos incorporados a la vida social (por ejemplo, la arquitectura o el urbanismo).
-Se rehabilita la idea del trabajo como arte.
-Si el capitalismo burgués había otorgado una función meramente utilitaria a la máquina, la estética ácrata le da una dimensión creadora humana a través de la interpretación artística.
-La tecnología también se aprecia en su capacidad creadora y difusora del arte, que permite la accesibilidad y el goce para todos.

Los anarquistas logran hacer algo, señalado por filósofos como Walter Benjamin o Adorno, sacar a la obra de arte de su condición de producto único envuelto en una aureola religiosa. Está claro que el arte ácrata está enfocado hacia la masa, por lo que es obligado compararlo con la actual cultura de masas. Hay que recordar lo que sostienen importantes autores, la actual cultura de masas de la clase media, dirigida desde arriba hacia un público sin conciencia social, se basa tan solo en una apreciación superficial de la obra artística, carece de conciencia histórica y no promueve el esfuerzo personal para la posesión de una nueva experiencia; es evidente que los medios de masas actuales no son auténticamente populares, ya que son instrumentos de una sociedad jerarquizada que manipula al público. Por el contrario, la cultura ácrata provenía de la masa misma, era consciente de su clase e ideales, así como de sus problemas, y nunca era impuesta desde arriba. Por otra parte, la pérdida del concepto de unicidad de la obra no traicionaba el aspecto colectivo del arte, sino que muy al contrario lo reforzaba. Las aspiraciones anarquistas de hace un siglo son de una indudable vigencia y modernidad, ya que no pocas teorías artísticas actuales insisten en una estética que surja de la variedad de grupos humanos, que no pierda su dimensión colectiva, que se realice sin violencia ni coacción y que trabaje por una auténtica liberación. Lo mismo que es concebible un ser humano sin compromiso humano y social, resulta inimaginable un artísta que se muestre indiferente ante la injusticia. Grandes artistas en la historia han mostrado ese compromiso y tantos anarquistas desconocidos, más modestos y precarios, pero con tanta o más energía, se unieron a ellos; su deseo no era solo deleitar o distraer al pueblo, también conmoverlo y despertar en su conciencia los más altos valores humanos.

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