La experiencia de La Ruche (1904-1917) hay que considerarla un hito en la historia de la pedagogía moderna. En 1904, el anarquista Sébastien Faure (1848-1952) emprende esta aventura educativa a pocos kilómetros de Rambouillet y a unos 40 de París. Faure fue un incansable y notable militante libertario, autor de innumerables escritos, gran conferenciante, creo en 1895 junto a Louise Michel el periódico Le libertaire y fue un abanderado de la defensa de Dreyfus, entre muchas otras actividades; no hace falta decir que sufrió por todo ello persecución y prisión, víctima de numerosas injurias. Destacan títulos, entre su obra, como Mi comunismo, Doce pruebas de la inexistencia de Dios, la Enciclopedia Anarquista o Palabras de un educador. Faure, como los anarquistas en general, se mostraba convencido de que una verdadera revolución se preparaba antes que nada en las ideas, costumbres y sentimientos, en suma, en la conciencia más íntima. Antes de llevar a cabo su experiencia educativa, teorizó sobre la posibilidad de formar individuos completos con todas sus facultades desarrolladas armónicamente; todo ello en un ambiente fraternal donde se suscitara la cooperación y se procurara un ambiente racional en base a los métodos científicos más actuales del momento.
Tal y como escribe Faure en Il Pensiero, en 1903:
LaMalatesta Editorial y Tierra de Fuego nos presentan su edición de la obra de Faure La Ruche. Una experiencia pedagógica, donde se relata aquel impresionante proyecto convertido en una realidad tangible. Así, se rescata del olvido, en la historia oficial de la pedagogía, una experiencia llevada a cabo por un grupo de personas cuyo gran motor era la fuerza de sus ideas.
Tal y como escribe Faure en Il Pensiero, en 1903:
Todo esto con vistas a fines totalmente distintos de los del estado burgués, cuyas instituciones, empezando por la familia, corrompen al individuo desde la más tierna edad haciéndole egoísta, hipócrita y conformista y haciendo de él un instrumento pasivo; cosa que se verifica tanto en el régimen llamado "libertad de enseñanza" que considera al niño propiedad de los padres como en el de monopolio, donde se transforma en cosa del estado; la neutralidad escolar es solamente una hábil mentira.La Ruche (la colmena) se inspiró en el ejemplo innovador del orfanato de Cempuis (1880-1894), la llamada "educación integral", y aprovechó el material didáctico heredado por su promotor Paul Robin, otro gran referente en la pedagogía libertaria. No hay que calificar de escuela a La Ruche, ya que tampoco puede hablarse de alumnos y profesores, se trataba de un planteamiento de verdadera igualdad en la que se ponían en práctica los métodos pedagógicos más innovadores. A pesar de las numerosas peticiones de ingreso, la colonia de La Ruche no tuvo nunca a más de 50 huéspedes, los cuales eran acogidos de forma gratuita; Faure ejerció tareas fundamentalmente administrativas, a pesar de figurar como director, y sus colaboradores recibían alojo y comida. Las actividades, entre las que se encontraban estudio, trabajo y ocupaciones sociales, recreativas y deportivas, eran decididas periódicamente por una asamblea en la que todas participaban; no existían programas rígidos ni normas disciplinarias impuestas, ni premios ni castigos. Los temarios científicos que se impartían no tenían el simple objetivo de aportar una notable cantidad de conocimiento, sino primordialmente de estimular la facultad de observación y el razonamiento. Existía, en definitiva, un gran respeto por la autonomía del niño y por su desarrollo integral. Desgraciadamente, la censura y la precariedad económica obligaría al cierre final del proyecto en 1917.
LaMalatesta Editorial y Tierra de Fuego nos presentan su edición de la obra de Faure La Ruche. Una experiencia pedagógica, donde se relata aquel impresionante proyecto convertido en una realidad tangible. Así, se rescata del olvido, en la historia oficial de la pedagogía, una experiencia llevada a cabo por un grupo de personas cuyo gran motor era la fuerza de sus ideas.
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