Periódicamente, desafiando todo determinismo histórico, se producen ciertas revueltas populares, algunas de ellas de carácter libertario, que rompen con el conformismo y la mediocridad imperantes; son movimientos que, apartándose de la lógica y funcionamiento del sistema, pueden hacer un cuestionamiento radical de lo establecido para acabar reclamando un proceso instituyente de autogestión social.
No, aclaremos antes de cualquier otra cosa, que nada de ello observamos en el proceso catalán, profunda mistificación política, aunque se encubra de deseos emancipadoras por parte de algunos personas del movimiento libertario. No, hablamos de acontecimientos como aquel mayo de París o, recientemente, el movimiento 15M, inequívocamente antiautoritarios. Por supuesto, todos ellos pueden explicarse en gran medida por cuestiones previas, aunque también tienen mucho de inesperados, de forma ajena a todo análisis político, lo cual debería hacernos reflexionar, en aras de la libertad, sobre el desarrollo tantas veces imprevisible de la historia. Claro que existe una fuerza de fondo, que podemos considerar que apela al anarquismo -aunque no siempre reciba ese nombre-, de emancipación social, pero que se manifiesta en forma de estos episodios revolucionarios. Aunque explícitamente podemos hablar de existencia del anarquismo desde hace apenas dos siglos, las revueltas contra toda forma de opresión se llevan produciendo desde siempre en la historia de la humanidad.
Esas insurrecciones suponen, como no puede ser de otro modo, un cuestionamiento de las condiciones en de ese momento y, por lo tanto, una exigencia de de transformación radical. Es muy posible que las condiciones necesarias para que esas revueltas se produzcan se encuentren, en estado latente, en el seno de la sociedad y, en cierto momento, pueden estallar en forma de enfrentamiento directo de los oprimidos con la autoridad. La posibilidad de que ese cuestionamiento radical del statu quo concluya en una transformación auténtica dependerá de otros factores, pero las condiciones existen y, afortunadamente, existirán siempre que haya opresión, privilegios y humillación. A pesar de que, lógicamente, todo acontecimiento puede explicarse en parte por condiciones previas, no hay que desdeñar lo mucho que hay de espontaneidad en ellos. Es decir, al analizar lo ocurrido en Mayo del 68 o en Mayo de 2011, podemos ver que es posible que esas energías sociales latentes no existieran previamente a los acontecimientos y se hayan alimentado posteriormente en el propio desarrollo de los acontecimientos..
Esas energías libertarias nacen y se desarrollan en el propio seno de las movilizaciones, de ahí su naturaleza imprevisible y espontánea. Dejemos claro que no negamos relaciones de causa efecto, ya que es necesario que ciertas condiciones existan previamente y la magnitud de los acontecimientos, y su repetición en diferentes partes del planeta, no pueden explicarse únicamente por mímesis. La acción política, junto a la imprescindible y permanente difusión cultural, son necesarias para preparar el terreno para una posible revuelta. No obstante, el desarrollo de la misma se producirá según sus propias características, y a pesar de las condiciones previas. No hay nada más triste que escuchar a ciertos anarquistas lamentarse por no haber sabido encauzar el discurrir del movimiento 15M. No hay que olvidar que estamos por la autogestión social, por lo que toda forma de tutela, aunque pretende etiquetarse de libertaria, es inequívocamente rechazable.
A nuestro modo de ver las cosas, debemos trabajar en esos movimientos dentro de unas condiciones que pretendemos que sean libertarias, recordando el hilo histórico con otras experiencias similares, que pueden aportar energías innovadoras y alimentar el imaginario y la memoria de las personas, pero aceptando que el levantamiento se produce por actuales condiciones de abuso e injusticia en el que se busca que las personas sean protagonisas y tomen sus propias decisiones. La propia dinámica del levantamiento es la que decidirá, posteriormente, si merece etiquetarse como acontecimiento revolucionario de carácter libertario. El desarrollo del 15M no puede valorarse en términos de éxito o fracaso, de un modo absoluto; puede que parte de sus activistas se vieran seducidas por la falacia de las elecciones y la conquista del poder político, pero su naturaleza libertaria ha continuado en forma de múltiples acciones.
Las revueltas pueden tener un carácter auténticamente radical o, en caso contrario, ajustarse finalmente al propio funcionamiento del sistema. Aunque terminen produciendo una convocatoria de elecciones e incluso un cambio de gobierno, todo ello obedece a la dinámica, lógica y conflictividad que forman parte del propio sistema. Finalmente, puede haber modificaciones y reajustes de las condiciones entre dominadores y dominadoes, pero en esencia se mantendrán las condiciones de opresión política y de explotación económica. Tantas veces, si es sencilla, la revuelta acaba agotándose en la resolución del problema social que la ha producido. Otras veces, aunque la revuelta tenga causas diversas y complejas, puede acabar sucumbiendo a la represión y limitarse también por ello, no solo por su condición meramente reformista. Sin embargo, en otras ocasiones, el descontento social producen unas energías que, verdaderamente, cuestionan la lógica del sistema. Así, las personas ocupan calles y espacios públicos, y no lo hacen solo por una protesta por un conflicto concreto, sino por exigencias de autoinstituirse como un nuevo sujeto político. Es un camino en pos de la autogestión social, en el que se busca un discurso propio, se pone en marcha la imaginación para la innovación política, la construcción de nuevos espacios, condiciones y proyectos.
Este proceso de construcción de un nuevo sujeto político tiene una naturaleza, obviamente, subversiva, consigue superar las situaciones y condiciones iniciales para crear nuevos lugares de encuentro y de debate, se pone en marcha toda una maquinaria de creación colectiva. En esta nueva situación de espacios liberados, las personas pueden sentirse protagonistas y decidir por ellas mismas, lo que impulsa el movimiento de revuelta inicial mucho más lejos de los previsto. Es posible que las futuras movilizaciones tengan ese origen cada vez más imprevisible, muy probablemente debido al desarrollo de las nuevas tecnologías que posibilitan la conexión inmediata entre multitud de personas. Por supuesto, tan rápidamente como se forman las movilizaciones pueden disolverse, lo cual no debe invitarnos a la desesperanza, sino comprender esas condiciones actuales no siempre sustentadas sobre bases sólidas. Si en el desarrollo de la Modernidad eran necesarias grandes organizaciones, estables y duraderas en una región, para una convocatoria masiva, hoy es muy diferente. En la actualidad, el origen de los movimientos son muy distintos, pero eso no implica necesariamente que puedan ser menos eficaces, deberíamos comprenderlo y apostar siempre por la comprensión de los nuevos escenarios, no obcecarnos en mimetizar luchas pasadas con poca efectividad actual.
No, aclaremos antes de cualquier otra cosa, que nada de ello observamos en el proceso catalán, profunda mistificación política, aunque se encubra de deseos emancipadoras por parte de algunos personas del movimiento libertario. No, hablamos de acontecimientos como aquel mayo de París o, recientemente, el movimiento 15M, inequívocamente antiautoritarios. Por supuesto, todos ellos pueden explicarse en gran medida por cuestiones previas, aunque también tienen mucho de inesperados, de forma ajena a todo análisis político, lo cual debería hacernos reflexionar, en aras de la libertad, sobre el desarrollo tantas veces imprevisible de la historia. Claro que existe una fuerza de fondo, que podemos considerar que apela al anarquismo -aunque no siempre reciba ese nombre-, de emancipación social, pero que se manifiesta en forma de estos episodios revolucionarios. Aunque explícitamente podemos hablar de existencia del anarquismo desde hace apenas dos siglos, las revueltas contra toda forma de opresión se llevan produciendo desde siempre en la historia de la humanidad.
Esas insurrecciones suponen, como no puede ser de otro modo, un cuestionamiento de las condiciones en de ese momento y, por lo tanto, una exigencia de de transformación radical. Es muy posible que las condiciones necesarias para que esas revueltas se produzcan se encuentren, en estado latente, en el seno de la sociedad y, en cierto momento, pueden estallar en forma de enfrentamiento directo de los oprimidos con la autoridad. La posibilidad de que ese cuestionamiento radical del statu quo concluya en una transformación auténtica dependerá de otros factores, pero las condiciones existen y, afortunadamente, existirán siempre que haya opresión, privilegios y humillación. A pesar de que, lógicamente, todo acontecimiento puede explicarse en parte por condiciones previas, no hay que desdeñar lo mucho que hay de espontaneidad en ellos. Es decir, al analizar lo ocurrido en Mayo del 68 o en Mayo de 2011, podemos ver que es posible que esas energías sociales latentes no existieran previamente a los acontecimientos y se hayan alimentado posteriormente en el propio desarrollo de los acontecimientos..
Esas energías libertarias nacen y se desarrollan en el propio seno de las movilizaciones, de ahí su naturaleza imprevisible y espontánea. Dejemos claro que no negamos relaciones de causa efecto, ya que es necesario que ciertas condiciones existan previamente y la magnitud de los acontecimientos, y su repetición en diferentes partes del planeta, no pueden explicarse únicamente por mímesis. La acción política, junto a la imprescindible y permanente difusión cultural, son necesarias para preparar el terreno para una posible revuelta. No obstante, el desarrollo de la misma se producirá según sus propias características, y a pesar de las condiciones previas. No hay nada más triste que escuchar a ciertos anarquistas lamentarse por no haber sabido encauzar el discurrir del movimiento 15M. No hay que olvidar que estamos por la autogestión social, por lo que toda forma de tutela, aunque pretende etiquetarse de libertaria, es inequívocamente rechazable.
A nuestro modo de ver las cosas, debemos trabajar en esos movimientos dentro de unas condiciones que pretendemos que sean libertarias, recordando el hilo histórico con otras experiencias similares, que pueden aportar energías innovadoras y alimentar el imaginario y la memoria de las personas, pero aceptando que el levantamiento se produce por actuales condiciones de abuso e injusticia en el que se busca que las personas sean protagonisas y tomen sus propias decisiones. La propia dinámica del levantamiento es la que decidirá, posteriormente, si merece etiquetarse como acontecimiento revolucionario de carácter libertario. El desarrollo del 15M no puede valorarse en términos de éxito o fracaso, de un modo absoluto; puede que parte de sus activistas se vieran seducidas por la falacia de las elecciones y la conquista del poder político, pero su naturaleza libertaria ha continuado en forma de múltiples acciones.
Las revueltas pueden tener un carácter auténticamente radical o, en caso contrario, ajustarse finalmente al propio funcionamiento del sistema. Aunque terminen produciendo una convocatoria de elecciones e incluso un cambio de gobierno, todo ello obedece a la dinámica, lógica y conflictividad que forman parte del propio sistema. Finalmente, puede haber modificaciones y reajustes de las condiciones entre dominadores y dominadoes, pero en esencia se mantendrán las condiciones de opresión política y de explotación económica. Tantas veces, si es sencilla, la revuelta acaba agotándose en la resolución del problema social que la ha producido. Otras veces, aunque la revuelta tenga causas diversas y complejas, puede acabar sucumbiendo a la represión y limitarse también por ello, no solo por su condición meramente reformista. Sin embargo, en otras ocasiones, el descontento social producen unas energías que, verdaderamente, cuestionan la lógica del sistema. Así, las personas ocupan calles y espacios públicos, y no lo hacen solo por una protesta por un conflicto concreto, sino por exigencias de autoinstituirse como un nuevo sujeto político. Es un camino en pos de la autogestión social, en el que se busca un discurso propio, se pone en marcha la imaginación para la innovación política, la construcción de nuevos espacios, condiciones y proyectos.
Este proceso de construcción de un nuevo sujeto político tiene una naturaleza, obviamente, subversiva, consigue superar las situaciones y condiciones iniciales para crear nuevos lugares de encuentro y de debate, se pone en marcha toda una maquinaria de creación colectiva. En esta nueva situación de espacios liberados, las personas pueden sentirse protagonistas y decidir por ellas mismas, lo que impulsa el movimiento de revuelta inicial mucho más lejos de los previsto. Es posible que las futuras movilizaciones tengan ese origen cada vez más imprevisible, muy probablemente debido al desarrollo de las nuevas tecnologías que posibilitan la conexión inmediata entre multitud de personas. Por supuesto, tan rápidamente como se forman las movilizaciones pueden disolverse, lo cual no debe invitarnos a la desesperanza, sino comprender esas condiciones actuales no siempre sustentadas sobre bases sólidas. Si en el desarrollo de la Modernidad eran necesarias grandes organizaciones, estables y duraderas en una región, para una convocatoria masiva, hoy es muy diferente. En la actualidad, el origen de los movimientos son muy distintos, pero eso no implica necesariamente que puedan ser menos eficaces, deberíamos comprenderlo y apostar siempre por la comprensión de los nuevos escenarios, no obcecarnos en mimetizar luchas pasadas con poca efectividad actual.
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