Un director de un periódico de tendencia derechista y amarillista, no sé si tiene más de lo segundo que de lo primero -por otra parte, ambos conceptos tal vez se alimenten en interés mutuo-, ha dicho recientemente "La ideología es siempre enemiga de cualquier necesidad humana porque aleja del realismo". Los lectores de este hombre, que parecen ser para mi desgracia unos cuantos, tal vez asientan entusiastas ante una aseveración, repetida una y otra vez por la derecha más recalcitrante y/o interesada -interesada, obviamente, en mantener un status-. Pero los aplausos endogámicos o la repetición sistemática, tácticas tan propias de la derecha española, no convierten una falacia en verdad. Falacia, porque lo que se quiere significar con "ideología" es socialismo. Cualquier socialismo, desde la "tremenda" política social de Zapatero hasta el gulag estalinista son producto de lo mismo, la falaz y fallida ideología sin ninguna conexión con la realidad. Sin ninguna conexión con el pragmatismo político, en definitiva, que ya sabemos lo que significa: la condena a la miseria a gran parte del planeta.
Esta afirmación machacona, más maquiavélica que ignorante, sobre "el fin de las ideologías" no es nueva, se remonta a una obra de Daniel Bell publicada a comienzos de los años 60, en la que se quería dar a entender que todas las ideologías políticas y político-sociales se habían convertido en innecesarias antiguallas, que se mantenían por pura inercia en una sociedad en la que los problemas eran técnicos y no ideológicos ni políticos. Tal y como se repite hoy en día, este análisis mezquino y simplista, más propio del deseo que de la realidad -tal vez, por eso, también es "ideológico"- se aplica no solo a las sociedades más desarrolladas, sino también a las que están en proceso de desarrollo o por debajo del mismo, ya que sus problemas son técnicos. Es demasiado fácil desenmascarar esta tesis del "fin de la ideología" como claros intereses que, con esa pretendida ausencia, no encubren más que una ideología de clase.
El debate ideológico es hoy tan necesario como en cualquier otro momento de la historia. Como afortunadamente todavía señalan mentes lúcidas, no tantas como gustaría, la auténtica polémica -uso aquí esta palabra recordando su raíz filosóficamente más combativa- está en el terreno del pensamiento. Y no en el militar como lleva a cabo la derecha en su inicuo "pragmatismo" político y económico.
La ideología puede concebirse de múltiples maneras, no puede hacerse una utilización simplista rayana en el insulto a la inteligencia. Una acepción histórica y "clásica" aludía a una disciplina filosófica básica cuyo objeto es el análisis de las ideas y de las sensaciones, una especie de ciencia del conocimiento en la que también entraba la aplicación del pensamiento a la realidad -algo perfectamente disociable, en mi opinión, de cualquier "idealismo"-. Hubo varias generaciones de filósofos franceses, con opiniones muy distintas, que se suelen encuadrar en esta noción de ideología; los más conocidos guardan cierta relación con pensadores sociales como Fourier, Saint-Simon o Comte. Un primer uso peyorativo del término "ideología" se debe a Bonaparte -muy significativa esta instrumentalización del lenguaje y de las ideas por parte de un tirano-, al referirse como "doctrinarios" a pensadores que le negaron finalmente su apoyo. Importante, y también muy significativa, es que sea Maquiavelo el primero que pusiera en claro un posible desvío entre la realidad y las ideas políticas. Naturalmente, la realidad a la que se refería el filósofo y diplomático florentino era también política.
Marx, cuyo pensamiento tiene la raíz en Hegel, concibe la ideología como una teoría falsa, como la racionalización o enmascaramiento de algún sistema económico-social. Eugenio Trías ha hablado de dos tendencias en la noción de ideología de Marx, no necesariamente incompatibles: por un lado, pone de relieve el carácter de sublimación de ciertas condiciones sociales o materiales de vida; por otro lado, la ideología se opone al conocimiento verdadero o a la ciencia real y positiva. Se puede hablar de que la realidad social determina la conciencia, por lo que ésta puede ser "falsa conciencia" de una determinada clase social -el reflejo de sus intereses de clase-. Marx habla, sobre todo, de las ideas y normas morales y de las creencias religiosas como los cimientos más fuertes para la creación de ideologías. Lenin, en su dogmatismo negador del pluralismo y de la libertad, identificaba el llamado "espíritu de partido" con la teoría correcta, por lo que no existía diferencia alguna entre ideología y "ciencia real". Para Lukács, la burguesía y el proletariado están igualmente alienados, pero la primera niega esa condición por interés de clase y solo el segundo la conoce y posee la ideología fundada en el conocimiento de superar esa alienación. Para Habermas, la ideología se expresa allí donde, en virtud de la violencia y de la dominación, se produce una distorsión de la comunicación y propone una crítica de las ideologías para conducir a la liberación y la emancipación. Lewis S. Feuer abogaba por un "uso científico" del término "ideología" -en el que encuadraba el uso marxista-, que señalara la veracidad o no de unas ideas frente a otras, y lo distinguía de un "uso ideológico", que sostiene que todas las ideas se originan en intereses y no existe, por lo tanto, verdad objetiva. Max Scheler consideró que el problema de la ideología está tratado dentro del marco de la sociología del saber, por lo que resulta un factor importante el contexto social e histórico para estudiar el conocimiento. Karl Mannhelm está en esa línea, con particular interés por las cuestiones de índole política y social, y trató sistemáticamente el problema de las ideologías como "reflejos" de una situación social que a la vez ocultan y revelan -como la de un grupo dominante, imposibilitado para ver una situación en que sus intereses se menoscaban-. Sartre distinguía entre filósofos e ideólogos, siendo aquéllos los auténticos creadores, ya que han producido un pensamiento que ha hecho viviente la praxis; los ideólogos, en su inventario o en la construcción incluso de algún edificio intelectual, actúan nutriéndose del pensamiento de los filósofos.
Un rápido vistazo en la historia del pensamiento del término "ideología" convierte en ridícula la tesis del "fin de…". Trata de sustentar un sistema económico y político, de tendencia global, que se nutre del "clásico" liberalismo económico y de la noción de Estado moderna. Todo ello, perteneció, claro está, al terreno de las ideas, y es hoy una realidad que puede perfectamente ser cambiada por manifestaciones políticas y sociales -producto del intelecto y de la acción del ser humano- más inteligentes, libres y equitativas.
Al fin y al cabo, el anarquismo insistió siempre en no distinguir entre teoría y praxis, en dar validez a la ideología con la práctica.
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