Puede decirse que la sicología social es una ciencia joven, aunque hay autores que vienen realizando afirmaciones sobre los fenómenos sociales desde la Antigüedad. Es muy conocida la concepción aristotélica del hombre como "animal social", sin que nos atrevamos a asegurar que fue el primer autor en hacer esa observación. Aristóteles expuso algunos principios básicos sobre la influencia y la persuasión sociales, aunque es a partir de mediados del siglo pasado cuando se someten aquellas investigaciones a verificación empírica gracias a Carl Hovland y a sus colaboradores. Si el primer experimento lo realizó Triplett en 1898, es a partir de la década de 1930 cuando puede decirse que la sicología social empírica comienza su auge. El objetivo de muchos autores contemporáneos ha sido demostrar que la sicología social resulta primordial para resolver algunos problemas de las sociedades modernas. No pocas veces, me he encontrado con personas que desdeñan esta concepción del ser humano como animal social (y "político", otorgándole un sentido diferente a esta palabra, tan viejo y tan nuevo); para mí, ha resultado siempre obvia esa condición del individuo, y estos tiempos que vivimos tan carentes de valores es posible que sean la causa de esa negación tan recurrente.
Voy a recordar, una vez más, al viejo Bakunin cuando afirmó que la vida intelectual y moral formaban parte del mundo físico y social (que él observaba como un único mundo natural). Hay que recordar que el ruso consideró que la supuesta voluntad libre del ser humano es solo relativa, únicamente definida por su oposición al instinto o a la acción mecánica más propia de otras especies. El hombre podría regular y modificar sus impulso naturales para adecuarlos a aquello que considera justo y bello. Pero Bakunin considera que la voluntad humana es determinada, no incondicional, ya que el hombre, durante su desarrollo vital, es el resultado de acciones, circunstancias y condiciones, materiales y sociales, que continúan formándole durante toda su existencia. Se inserta al hombre, así, en un mundo determinado por la concatenación de todos los seres, presentes y pasados, por lo que su acción individual nunca podría tener la fuerza suficiente para romper esa especie de solidaridad universal. La voluntad del hombre sería el producto de influencias externas que la determinan y configuran al margen de sus propias resoluciones. Bakunin, dejando a un lado la retórica grandilocuente propia de la filosofía y de la época que vivió, está hablando de la dependencia inevitable del individuo con la sociedad (lo que, para él, era sinónimo de naturaleza al no existir una previa al mundo social). La sociedad constituye, así, la base de la existencia humana. Por otra parte, la fe en la educación social es enorme: cuanto más plenamente desarrollado se encuentre el ser humano, mayor es su libertad, algo que Bakunin consideraba como propio de un individuo insertado en una sociedad que le daba lo necesario para dicho desarrollo. Por otra parte, los individuos serían los instrumentos del desarrollo social, no se reconoce ninguna libertad y autonomía verdadera fuera de la sociedad. Recordaremos de nuevo el concepto de libertad anarquista como "conquista social", por lo que pienso que interesa indagar sobremanera en esa ciencia relativamente nueva que es la sicología social.
La expresión clave si hablamos de sicología social, la cual según los diferentes autores puede tener varias definiciones, es "influencia social". Por lo tanto, el sicólogo social estudiará situaciones que afectan a la conducta de las personas. El afán es aprender más sobre la conducta humana, asumir que existen situaciones naturales que desembocan en una enorme presión para un comportamiento que se suele etiquetar como "anormal". Es por eso que se trata, antes de realizar semejante despropósito muy habitual en nuestra sociedad, de indagar en la naturaleza de la situación y en los procesos responsables de la conducta. Llegamos así a llamada primera ley de Aronson: "Las personas que hacen locuras no están necesariamente locas". Según Elliot Aronson, cualquiera de nosotros podemos caer en determinados procesos, si se dan las condiciones sociopsicológicas adecuadas, conducentes a un determinado tipo de conducta. El deseo de etiquetar a las personas de conducta "desagradable" es posible que sea una tendencia del ser humano, adjudicando epítetos como "sádico" o "demente" se excluye al sujeto del resto de "buenas personas" y ya no hay que preocuparse por una conducta que se desaprueba. Sin negar la enfermedad mental, y aceptando la pluralidad humana con sus diferentes respuestas vitales, hay que asumir que existen variables situacionales que empujen a personas supuestamente "normales" a un comportamiento poco deseable. Por lo tanto, en línea con los autores libertarios que siempre señalaron que el hombre era, en gran medida, un producto de la sociedad, es importante profundizar en los problemas sociales y emocionales, comprender esas variables y los procesos provocadores de la conducta desagradable.
Aronson menciona un experimento en su libro, en el que creo que está basado la espeluznante película alemana "El experimento". Zimbardo y sus alumnos crearon una prisión ficticia en los locales del departamento de sicología de la Universidad de Stanford. Seleccionó a un grupo de jóvenes "normales", maduros e inteligentes, y aleatoriamente les otorgó el papel de carceleros o de prisioneros. Al cabo de seis días, no estaba clara para la mayoría la diferencia entre realidad y ficción, la mayor parte de jóvenes habían asumido su papel de prisioneros o de guardianes y eran incapaces de diferenciar entre el personaje y su yo. La experiencia de encarcelamiento acabó, temporalmente, con toda educación y con los valores humanos, surgiendo lo peor de la naturaleza humana, produciéndose los peores actos de crueldad en aquellos a los que se había otorgado poder sobre las vidas ajenas e incubándose odio en los sometidos.
3 comentarios:
Muy buenos textos.
Otro experimento muy interesante es el de "Obediencia a la autoridad" de Milgram,quizás ya lo concozcas o si no en breves lo mencionará Aronson.
Saludos
Por cierto, un detalle muy curioso que me sorprendió de su libro "El animal social", es que mencionara a Kropotkin y su obra el apoyo mutuo.Insinuaba si mal no recuerdo que era una obra importante pero que en la época que surgió no interesaba que se propagara.
Efectivamente, se comenta que durante la revolución industrial convenía a los empresarios justificar la explotación de los trabajadores al hablar de la vida como lucha por la supervivencia donde los más aptos sobreviven. Aronson comenta este tipo de razonamientos como una "profecías autocumplidas"; menciona el libro de Kropotkin, que ya entonces refuta dicha tesis, y con pruebas de apoyo, como ignorado de forma interesada.
Una vez más, gracias por haberme hablado de esta disciplina, seguiremos aprendiendo.
Un fuerte abrazo.
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