Como demuestro en este blog, seguramente con demasiada asiduidad, soy un pertinaz, racional y pasional defensor del ateísmo. Me cabrea sobremanera, y asumo aquí mis contradicciones, carencias y salidas de tono, tanto la propensión del ser humano a creerse cualquier paparruchada sobrenatural, como la igualmente habitual tendencia a cualquier dogma, a cualquier razón y verdad con mayúsculas (que están detrás de la religión, pero no solo de la religión), que no dejan de tener tipos que se consideran ateos. Mi experiencia en grupos ateos me dice que existen toda suerte de individuos que afirman no creer en dioses, desde algún bobalicón que asegura que lo es por no haber tenido ninguna revelación, y que si la tuviera se convertiría en el más devoto creyente, pasando por tipos oscuros sin ningún asomo de progresismo, hasta cuestionables "intelectuales" que parecen haber cambiado la divinidad por algún otra suerte de abstracción a la que subordinarse.
Por otra parte, y en otros ámbitos, no son pocas las discusiones que tengo sobre por qué ser ateo y no agnóstico, ya que parece considerarse al primero una especie de extremista obtuso que niega lo que desconoce (esto, no solo se aplica a las religiones, también a toda suerte de seudociencia). A unos y a otros, no debería ser difícil explicar que mi ateísmo es positivo, y muy combativo, que pretende ser la mejor vía para abrir una puerta a la máxima libertad intelectual y para otorgar el mayor horizonte posible a la razón y la moral (ojo, amigos posmodernos, os tengo en mis pensamientos bastante a menudo). También puede considerarse, según ese punto de vista, "mi ateísmo" como una parte de "mi anarquismo". Tal vez es demasiado lapidario decir que la existencia de Dios supone la negación de la libertad, al modo de Bakunin, aunque está claro que se alude en realidad a eliminar las trabas en la mente del ser humano. Los creyentes, claro está, jamás realizarán este análisis, y es seguro que muchos que no lo son no serán tan radicales, aunque no está de más entrar permanentemente en esta saludable confrontación de ideas. Yo sí lo soy, radical me refiero (trato de profundizar, tengo afán transformador), e insisto en que asumo todas las responsabilidades por decidir abrir una confrontación permanente con los delirios sobrenaturales.
Otro motivo de polémica, más bien baladí, es sobre el término "anticlericalismo", que al igual que el ateísmo algunos pretenden quitarle sentido en la actualidad. No es muy políticamente correcto, efectivamente, decir que somos ateos y anticlericales a comienzos del siglo XXI, pero solo faltaría en estos tiempos, no muy buenos para la lírica, que nos pusiéramos modositos (uso la primera persona del plural, no porque me carga de más razón, sino por querer invitar a ser "políticamente incorrecto"). Por supuesto que soy contrario al clero, como lo soy a tantas cosas que considero parte de una cultura autoritaria. No deseo ninguna jerarquización social, ya que ningún tipo de clase mediadora puede acaparar el conocimiento ni decidir por los demás. Ello no implica que los que pensamos de esta manera vayamos a "comernos" a los curas ni a quemar iglesias, y aclaro aquí que considero la violencia anticlerical que se ha dado en el pasado, tan reprobable como afán de venganza, como digna de ser contextualizada. Por otra parte, se desconocen violencias relacionadas con el pensamiento ateo en la actualidad (no me vale el extremismo político, tantas veces emparentado con el religioso en su deseo de unas instituciones autoritarias), y estoy (casi) seguro que de que estas personas no creyentes son bastante más proclives a comprometerse con una valores que tantos otros que trasladan su moral a un terreno que no es humano. Detesto la violencia, que tanto tiene que ver con la imposición, y jamás aceptaré que (mi) ateísmo y anticlericalismo tengan nada que ver con ello (respecto al prefijo "anti", que significa "opuesto" o "contrario", solo hay que verlo como una relación dialéctica más).
A propósito de anarquismo y ateísmo, muy vinculados desde mi punto de vista, surge la cuestión de si se puede ser lo primero sin ser lo segundo. Conozco a algunos libertarios que son creyentes, y hay que aceptar la complejidad y diversidad del ser humano, por lo que no soy yo nadie para fiscalizar de manera estúpida (valga la redundancia). Como ya han señalado otros, existen colectivos religiosos con sensibilidad e ideas muy próximas a lo libertario y hay que saber cuál es nuestro terreno común y en cuál podemos sentirnos incómodos, sin que ello suponga una confrontación más allá de lo intelectual y sin que nadie se enfade por lo viscerales que somos tantas veces unos y otros. Hay que recordar constantemente que deseamos una sociedad donde cada persona pueda vivir y manifestarse como desee, en la que se erradique toda imposición y en la que se propicie el diálogo y la comprensión del otro.
Por otra parte, y en otros ámbitos, no son pocas las discusiones que tengo sobre por qué ser ateo y no agnóstico, ya que parece considerarse al primero una especie de extremista obtuso que niega lo que desconoce (esto, no solo se aplica a las religiones, también a toda suerte de seudociencia). A unos y a otros, no debería ser difícil explicar que mi ateísmo es positivo, y muy combativo, que pretende ser la mejor vía para abrir una puerta a la máxima libertad intelectual y para otorgar el mayor horizonte posible a la razón y la moral (ojo, amigos posmodernos, os tengo en mis pensamientos bastante a menudo). También puede considerarse, según ese punto de vista, "mi ateísmo" como una parte de "mi anarquismo". Tal vez es demasiado lapidario decir que la existencia de Dios supone la negación de la libertad, al modo de Bakunin, aunque está claro que se alude en realidad a eliminar las trabas en la mente del ser humano. Los creyentes, claro está, jamás realizarán este análisis, y es seguro que muchos que no lo son no serán tan radicales, aunque no está de más entrar permanentemente en esta saludable confrontación de ideas. Yo sí lo soy, radical me refiero (trato de profundizar, tengo afán transformador), e insisto en que asumo todas las responsabilidades por decidir abrir una confrontación permanente con los delirios sobrenaturales.
Otro motivo de polémica, más bien baladí, es sobre el término "anticlericalismo", que al igual que el ateísmo algunos pretenden quitarle sentido en la actualidad. No es muy políticamente correcto, efectivamente, decir que somos ateos y anticlericales a comienzos del siglo XXI, pero solo faltaría en estos tiempos, no muy buenos para la lírica, que nos pusiéramos modositos (uso la primera persona del plural, no porque me carga de más razón, sino por querer invitar a ser "políticamente incorrecto"). Por supuesto que soy contrario al clero, como lo soy a tantas cosas que considero parte de una cultura autoritaria. No deseo ninguna jerarquización social, ya que ningún tipo de clase mediadora puede acaparar el conocimiento ni decidir por los demás. Ello no implica que los que pensamos de esta manera vayamos a "comernos" a los curas ni a quemar iglesias, y aclaro aquí que considero la violencia anticlerical que se ha dado en el pasado, tan reprobable como afán de venganza, como digna de ser contextualizada. Por otra parte, se desconocen violencias relacionadas con el pensamiento ateo en la actualidad (no me vale el extremismo político, tantas veces emparentado con el religioso en su deseo de unas instituciones autoritarias), y estoy (casi) seguro que de que estas personas no creyentes son bastante más proclives a comprometerse con una valores que tantos otros que trasladan su moral a un terreno que no es humano. Detesto la violencia, que tanto tiene que ver con la imposición, y jamás aceptaré que (mi) ateísmo y anticlericalismo tengan nada que ver con ello (respecto al prefijo "anti", que significa "opuesto" o "contrario", solo hay que verlo como una relación dialéctica más).
A propósito de anarquismo y ateísmo, muy vinculados desde mi punto de vista, surge la cuestión de si se puede ser lo primero sin ser lo segundo. Conozco a algunos libertarios que son creyentes, y hay que aceptar la complejidad y diversidad del ser humano, por lo que no soy yo nadie para fiscalizar de manera estúpida (valga la redundancia). Como ya han señalado otros, existen colectivos religiosos con sensibilidad e ideas muy próximas a lo libertario y hay que saber cuál es nuestro terreno común y en cuál podemos sentirnos incómodos, sin que ello suponga una confrontación más allá de lo intelectual y sin que nadie se enfade por lo viscerales que somos tantas veces unos y otros. Hay que recordar constantemente que deseamos una sociedad donde cada persona pueda vivir y manifestarse como desee, en la que se erradique toda imposición y en la que se propicie el diálogo y la comprensión del otro.
1 comentario:
Estoy de acuerdo contigo Capi, en tu defensa apasionada del ateismo y comparto una cierta perplejidad ante la postura de los que se declaran agnosticos. A mi entender el agnosticismo supone una cierta pereza intelectual en abordar un tema que es de vital trascendencia, por que llegar a la conclusion (despues de pensar en ello razonadamente) de si existe o no un Dios trascendente, influye de un modo determinante en la forma que tenemos de ver el mundo y de encarar nuestra propia existencia.
Yo tambien rechazo, en principio la violencia, pero hay explosiones violentas que comprendo perfectamente. Cuando a una persona o colectivo se le somete a una opresion continuada es logica y comprensible la reaccion violenta. El caso de la quema de iglesias y demas excesos contra curas y monjas durante la guerra civil me parece paradigmatico. El pobre pueblo español habia visto, durante siglos, la connivencia de la iglesia con los terratenientes, la aristocracia y la burguesia que los explotaba y oprimia despiadadamrnte. No es de extrañar pues, que en pleno fervor revolucionario, identificara a la Iglesia coma a uno de sus mayores enemigos. No se equivocaba, el pueblo puede ser analfabeto, pero no tonto.
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