Proudhon es un pensador anti-teológico, pero tal vez no exactamente
ateo; su obsesión por la divinidad, paralela a la profunda crítica que
realizaba a dicho concepto, no le conduce a derrocarla y colocar a la
humanidad en su lugar (como hacen Comte o Feuerbach).
Lo que Proudhon realiza, algo por lo que hay quien ha querido ver en el francés una actitud religiosa (el metafísico o el trascendente muy libre es de llevar las cosas a su terreno, pero ello no es garantía de nada), es fijar su pensamiento en el concepto de justicia. Proudhon desea una justicia que exista por sí misma, que se demuestre a la conciencia y que no se apoye en Dios ni en ningún otro factor extraño que suponga un obstáculo. La justicia sería "el sentimiento de nuestra dignidad en el prójimo, y recíprocamente de la dignidad del prójimo en nuestra propia persona", una especie de respeto a la dignidad humana, espontáneo y recíproco, que se manifiesta en cualquier circunstancia. Proudhon insiste en el principio de igualdad, en el equilibrio, como algo inmanente a la condición humana (la más alta de las facultades). El francés considera su idea de la justicia como una teoría eminentemente realista, el foco de su crítica va dirigido a los juristas que habrían convertido la justicia en un ideal o una mera abstracción. A pesar de la confianza excesiva en la naturaleza humana, Proudhon no considera la justicia como una simple facultad o una realidad subjetiva, siendo la cosa más compleja, y haciendo a veces equilibrios para no caer en la trascendencia (todo hay que decirlo) al considerarla "principio y forma del pensamiento, garantía del juicio, regla de la conducta, objeto del saber y fin de la existencia...". Como en todo el pensamiento de Proudhon, hay una tensión permanente en su idea de justicia, un equilibrio entre polos antagónicos: egoísmo y amor. El concepto, sobresaliente en la condición humana, quedaría más elevado que la inteligencia, el amor o la libertad. Porque la justicia "es más grande que el yo", no se puede definir plenamente en relación a la existencia individual y necesita la reciprocidad.
Obviamente, Proudhon contradice al individualista y nihilista Stirner, formando ambos parte de la tradición ácrata (aunque, obviamente, el alemán no tiene el peso teórico del francés y hay que recordar que nunca se llamó a sí mismo anarquista). Stirner tiene una obra filosófica interesantísima, y su pensamiento puede estar de actualidad en la ambigua y compleja posmodernidad, pero sabido es que no puede llevar a ninguna forma de organización social cooperativa. A nuestro modo de ver las cosas, el rechazo a toda abstracción y la autoafirmación de la propia personalidad es una tensión magnífica (jugando aquí con el pensamiento proudhoniano, tan atractivo en ese aspecto) frente a la sociedad, pero en modo puede considerarse una posición extrema o absolutista por el bien de la existencia social (y también individual).
Para Proudhon, la justicia adopta diversos nombres según las facultades a las que se dirige: en el orden de la conciencia, justicia propiamente dicha; en el de la inteligencia, es la igualdad o ecuación; en la esfera de la imaginación, tendrá el nombre de ideal, y en la naturaleza es el equilibrio. El francés equipara su noción, la más completa y primordial, al Absoluto o Espíritu de Hegel. Algunos autores, no sin razón, han querido ver en este exceso una divinización de la justicia, un fervor y adoración religiosos. Pero vamos a tratar de apartar el grano de la paja, si hablamos de ideas libertarias, y quedarnos con lo que tiene peso más allá de una mera retórica vehemente y grandilocuente (estilo que parece formar parte de Proudhon). Tal vez el autor de ¿Qué es la propiedad? quiso dirigirse tanto a religiosos como a ateos y hacerles comprender que les unía la idea de Justicia si se reconocía un sentido terrenal y social en ella y se huía de toda subordinación a una abstracción (como la divinidad). Proudhon considera que "la edificación de la Justicia es el mayor negocio del género humano" y demoniza en consecuencia a dos autores: Maquiavelo y Adam Smith. En el siglo XVIII, Adam Smith y los fisiócratas hicieron un gran daño a la economía separándola de la política y de la justicia; dos siglos y medio antes, Maquiavelo hizo una labor semejante con la política, separándola de la economía y de la justicia. El objetivo es instalar la justicia en todos los campos.
Muchas son las etiquetas que se ha tratado de poner a Proudhon. Hay quien ha dicho que su noción de justicia bebe del derecho romano, pero no parece difícil encontrar rastros del pensamiento de un filósofo presocrático, Heráclito, que hablaba ya de un equilibrio resultante de la lucha entre contrarios. También se ha hablado de la influencia del idealismo platónico, equiparando la justicia proudhoniana con la máxima idea del bien en Platón. George Sorel se quejó de no ver con exactitud la génesis de la idea de justicia en Proudhon. Hay que decir que tal vez en el pensamiento del francés no existe ese deseo de establecer el principio o fundamento de la justicia (una actitud que parece muy anarquista, de ahí la etimología de la palabra y la noción griega de arkhé) y constituye una conquista humana de un ideal en todos los campos posibles. Entroncamos de esta manera con el pensamiento de Bakunin, el cual por otra parte en alguna ocasión "regañó" de manera divertida a Proudhon, recordando que a pesar del deseo del francés de combatir el idealismo clásico él mismo era un "idealista incorregible".
Pero la gran pregunta sigue siendo si el supuesto idealismo de Proudhon supone una adhesión a la trascendencia. Hay que insistir en que el "platonismo" proudhoniano, y esto es lo interesante desde un punto de vista libertario, no parece realizarse en un sentido suprasensible. La trascendencia metafísica queda fuera de juego cuando el francés afirma "el equilibrio debe ser realizado en el interior de la inmanencia" y recuerda que la justicia es humana, "muy humana, nada más que humana". El mundo de las ideas en Proudhon formaría parte del interior de la humanidad, por lo que se puede hablar de un "platonismo sin trascendencia". A pesar de ello, no faltarán las críticas de haber construido un nuevo ídolo y someter la humanidad a su culto, y de dejar fuera de juego la "libertad de acción". Pero es posible que Proudhon quisiera evitar tanto el idealismo abstracto como el realismo humano en ese afán de substituir la rechazable trascendencia por la inmanencia representada en la noción de justicia.
Lo que Proudhon realiza, algo por lo que hay quien ha querido ver en el francés una actitud religiosa (el metafísico o el trascendente muy libre es de llevar las cosas a su terreno, pero ello no es garantía de nada), es fijar su pensamiento en el concepto de justicia. Proudhon desea una justicia que exista por sí misma, que se demuestre a la conciencia y que no se apoye en Dios ni en ningún otro factor extraño que suponga un obstáculo. La justicia sería "el sentimiento de nuestra dignidad en el prójimo, y recíprocamente de la dignidad del prójimo en nuestra propia persona", una especie de respeto a la dignidad humana, espontáneo y recíproco, que se manifiesta en cualquier circunstancia. Proudhon insiste en el principio de igualdad, en el equilibrio, como algo inmanente a la condición humana (la más alta de las facultades). El francés considera su idea de la justicia como una teoría eminentemente realista, el foco de su crítica va dirigido a los juristas que habrían convertido la justicia en un ideal o una mera abstracción. A pesar de la confianza excesiva en la naturaleza humana, Proudhon no considera la justicia como una simple facultad o una realidad subjetiva, siendo la cosa más compleja, y haciendo a veces equilibrios para no caer en la trascendencia (todo hay que decirlo) al considerarla "principio y forma del pensamiento, garantía del juicio, regla de la conducta, objeto del saber y fin de la existencia...". Como en todo el pensamiento de Proudhon, hay una tensión permanente en su idea de justicia, un equilibrio entre polos antagónicos: egoísmo y amor. El concepto, sobresaliente en la condición humana, quedaría más elevado que la inteligencia, el amor o la libertad. Porque la justicia "es más grande que el yo", no se puede definir plenamente en relación a la existencia individual y necesita la reciprocidad.
Obviamente, Proudhon contradice al individualista y nihilista Stirner, formando ambos parte de la tradición ácrata (aunque, obviamente, el alemán no tiene el peso teórico del francés y hay que recordar que nunca se llamó a sí mismo anarquista). Stirner tiene una obra filosófica interesantísima, y su pensamiento puede estar de actualidad en la ambigua y compleja posmodernidad, pero sabido es que no puede llevar a ninguna forma de organización social cooperativa. A nuestro modo de ver las cosas, el rechazo a toda abstracción y la autoafirmación de la propia personalidad es una tensión magnífica (jugando aquí con el pensamiento proudhoniano, tan atractivo en ese aspecto) frente a la sociedad, pero en modo puede considerarse una posición extrema o absolutista por el bien de la existencia social (y también individual).
Para Proudhon, la justicia adopta diversos nombres según las facultades a las que se dirige: en el orden de la conciencia, justicia propiamente dicha; en el de la inteligencia, es la igualdad o ecuación; en la esfera de la imaginación, tendrá el nombre de ideal, y en la naturaleza es el equilibrio. El francés equipara su noción, la más completa y primordial, al Absoluto o Espíritu de Hegel. Algunos autores, no sin razón, han querido ver en este exceso una divinización de la justicia, un fervor y adoración religiosos. Pero vamos a tratar de apartar el grano de la paja, si hablamos de ideas libertarias, y quedarnos con lo que tiene peso más allá de una mera retórica vehemente y grandilocuente (estilo que parece formar parte de Proudhon). Tal vez el autor de ¿Qué es la propiedad? quiso dirigirse tanto a religiosos como a ateos y hacerles comprender que les unía la idea de Justicia si se reconocía un sentido terrenal y social en ella y se huía de toda subordinación a una abstracción (como la divinidad). Proudhon considera que "la edificación de la Justicia es el mayor negocio del género humano" y demoniza en consecuencia a dos autores: Maquiavelo y Adam Smith. En el siglo XVIII, Adam Smith y los fisiócratas hicieron un gran daño a la economía separándola de la política y de la justicia; dos siglos y medio antes, Maquiavelo hizo una labor semejante con la política, separándola de la economía y de la justicia. El objetivo es instalar la justicia en todos los campos.
Muchas son las etiquetas que se ha tratado de poner a Proudhon. Hay quien ha dicho que su noción de justicia bebe del derecho romano, pero no parece difícil encontrar rastros del pensamiento de un filósofo presocrático, Heráclito, que hablaba ya de un equilibrio resultante de la lucha entre contrarios. También se ha hablado de la influencia del idealismo platónico, equiparando la justicia proudhoniana con la máxima idea del bien en Platón. George Sorel se quejó de no ver con exactitud la génesis de la idea de justicia en Proudhon. Hay que decir que tal vez en el pensamiento del francés no existe ese deseo de establecer el principio o fundamento de la justicia (una actitud que parece muy anarquista, de ahí la etimología de la palabra y la noción griega de arkhé) y constituye una conquista humana de un ideal en todos los campos posibles. Entroncamos de esta manera con el pensamiento de Bakunin, el cual por otra parte en alguna ocasión "regañó" de manera divertida a Proudhon, recordando que a pesar del deseo del francés de combatir el idealismo clásico él mismo era un "idealista incorregible".
Pero la gran pregunta sigue siendo si el supuesto idealismo de Proudhon supone una adhesión a la trascendencia. Hay que insistir en que el "platonismo" proudhoniano, y esto es lo interesante desde un punto de vista libertario, no parece realizarse en un sentido suprasensible. La trascendencia metafísica queda fuera de juego cuando el francés afirma "el equilibrio debe ser realizado en el interior de la inmanencia" y recuerda que la justicia es humana, "muy humana, nada más que humana". El mundo de las ideas en Proudhon formaría parte del interior de la humanidad, por lo que se puede hablar de un "platonismo sin trascendencia". A pesar de ello, no faltarán las críticas de haber construido un nuevo ídolo y someter la humanidad a su culto, y de dejar fuera de juego la "libertad de acción". Pero es posible que Proudhon quisiera evitar tanto el idealismo abstracto como el realismo humano en ese afán de substituir la rechazable trascendencia por la inmanencia representada en la noción de justicia.
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