domingo, 17 de febrero de 2008

El combate contra el dogma (1/2)

La palabra "escéptico", empleada peyorativamente por algunas personas de afán dogmático, me parece hermosa. Su origen está en la Antigua Grecia y viene a significar algo así como "el que mira o examina cuidadosamente"; se puede decir que el fundamento de la actitud escéptica es la cautela, la circunspección. El escepticismo se convirtió en doctrina filosófica, de enorme valía en mi opinión para combatir todo dogmatismo, con un aspecto teórico, que afirma que no hay ningún saber firme ni una opinión absolutamente segura, y una vertiente práctica, que se niega a adherirse a ninguna opinión en base a lo que se llamó la "suspensión del juicio".
Como declara el periodista científico Mario Bohoslavsky en una especie de manifiesto escéptico, es inadmisible que la Razón admita como cierto algo porque esté repetido hasta la saciedad -esos nos lleva a una famosa sentencia de un ministro nazi- o por su aceptación por mucha gente o porque lo afirme gente aparentemente ilustre. El camino de la lucidez siempre es más duro, menos transitado, obliga a detenerse ante cualquier afirmación, a ir con más lentitud y a examinar constantemente.
Se puede decir que lo contrario del escepticismo es la credulidad, la aceptación de la verdad sin ningún análisis, bien por falta de preparación intelectual, desidia, comodidad, respeto a la autoridad -sea cual fuere, muchas veces revestida de preparación técnica o científica-, respeto a lo establecido, entre otras razones. Desgraciadamente, algunas viejas supercherías se mantienen con otra forma, adaptadas a los nuevos tiempos -un tiempo en el que los valores de la Ilustración quizá no hayan triunfado o hayan fracasado en muchos aspectos-, y siempre encontramos embaucadores dispuestos a jugar con la buena fe de las personas, disfrazados muchas veces de científicos, utilizando un lenguaje técnico en su afán de adhesionarse el mayor número de personas.
Bohoslavsky habla de escépticos pasivos, que sonríen con desdén ante la estupidez de personas crédulas, y de escépticos combativos, que actúan contra el oscurantismo, desafían a los profesionales de la mentira con sus propios puntos de vista escépticos y no piensan que la gente sea tonta, sino que está desinformada. El que subscribe se obliga a ser un escéptico activo y, desgraciadamente, me encuentro constantemente con personas que han abrazado "su" verdad y son incapaces de escuchar un posicionamiento crítico, de aceptar la condición seudocientífica de lo que afirman -al margen de su "validez" empírica, tal vez para ellos y para otras personas- y de entender que nada más lejos de mi intención que señalar su ignorancia o estulticia o de caer yo mismo en el dogmatismo en mi afán escéptico -este punto también se ha discutido en la historia del pensamiento, pero creo que, a estas alturas y con las ideas claras, corresponde más al juego filosófico que a la realidad práctica-. Muchas de estas creencias -atentos a las sabidurías orientales tan de boga hoy en día- pueden tener una base verdadera, con cierta tradición filosófica, en el estudio de la naturaleza y el ser humano, pero el problema lo encontramos en su conversión en dogma, en que se planteen interrogantes que corresponden al terreno de lo sobrenatural y desemboquen en algo parecido a una religión, en que se acepte la seudociencia, lo paranormal, como una ideología y filosofía vital, y se acepte una supuesta "verdad" -en la religión tradicional sería revelada, en este caso la finalidad será parecida, de base falsamente natural o cientifica- que impide el progreso y el pensamiento crítico. No quiero confundir ni contraponer la tolerancia que se pueda tener hacia la búsqueda de salud o de alguna suerte de consuelo, que puedan buscar las personas en ciertas doctrinas o terapias alternativas, con un fuerte compromiso con una búsqueda del conocimiento que amplíe el horizonte del saber y una práctica vital coherente, la superstición siempre es dañina.

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