domingo, 31 de agosto de 2008

El agujero

Los que pasamos gran parte del mes de agosto en un Madrid de canícula infernal, pudimos disfrutar en la filmóteca de La evasión (más conocida por su título original Le Trou -el agujero-), un film legendario dirigido en 1960 por el gran Jacques Becquer (padre de Jean Becquer, también realizador, que tiene ahora en la cartelera española la película, con un tramo final muy decepcionante, Dejad de quererme). Tal vez, junto a Le Trou, la obra más memorable y personal de Becquer sea París, bajos fondos, una brillante recreación de los ambientes criminales de la capital francesa a principios del siglo XX, a través del drama que se desarrolla cuando dos hombres pertenecientes a ese mundo se enfrentan por la misma mujer.
Le Trou se basa en la novela de Jose Giovanni, tal vez fusionado en la película en varios personajes (aunque se habla de que pudiera ser el enérgico Manu, interpretado por Philippe Leroy), y trata de la minuciosa preparación de una fuga de la cárcel, resultando asombrosa alguna secuencia en que contemplamos en tiempo real como trabajan los cinco esforzados protagonistas (una sensación similar se tiene en la famosa secuencia del butrón de Rififí, dirigida en 1955 por Jules Dassin). La empatía que tendrá el espectador con estos presos, sin que nos cuenten de modo alguno el origen de su delitos (exceptuando al más joven de ellos, de modales aparentemente finos que ocultan una naturaleza cobarde e inicua mitigada por la empresa solidaria que está viviendo, asunto clave al final del relato), hace que estallaran los aplausos al término de un filme carcelario cargado de dignidad, que no enfatiza ninguna de sus propuestas sobre la amistad y la lealtad (la solidaridad entre los compañeros de prisión tal vez sería poco creíble en otro contexto que no sea el de la Francia de 1947). El realismo que busca Becquer para implicar al espectador lo consigue desde el inicio con una breve secuencia, a modo de prólogo, en la que el personaje de Roland (todo un profesional, con experiencias previa en fugas de prisión), hablando al espectador, nos aclara que los hechos que vamos a contemplar fueron ciertos y nos menciona incluso que así se lo narró él al realizador (se produce así cierto juego entre ficción y realidad, nada tramposo en mi opinión). Creo que pocas veces podremos encontrar una secuencia más emotiva en el cine, reveladora de las intenciones de este filme, que aquella en que dos integrantes del grupo rematan al fin el agujero en un infernal tunel de 3 metros (donde, insisto, somos espectadores y partícipes de la labor perforadora realizada con escasos medios), acarician así la ansiada libertad y, pese a ello, deciden volver solidariamente a comunicar el hecho a sus compañeros y acabar el plan inicial (cosa que no resulta extraño al espectador a esas alturas, que comparte así la solidaridad del grupo de presos). No quiero revelar cómo acaba la película, pero sí diré que, llegando al colofón de la narración, hay un plano reflejado en un espejo (el cual utilizan a modo de periscopio para vigilar si pueden ser descubiertos) que me provoca una sensación que no he tenido en ninguna película de terror.
Jose Giovanni, autor de la novela Le Trou publicada en 1957, llegó a convertirse en un reputado escritor y realizador cinematográfico con categoría de autor, siendo un nombre a destacar dentro de la serie negra francesa. Los valores aventureros, el individualismo solidario, con una firme apuesta por la amistad, la lealtad y unos marcados principios, así como su desconfianza hacia las instituciones, le colocan a mucha distancia de estos mediocres tiempos que vivimos a comienzos del siglo XXI. Tres novelas suyas se convirtieron en brillantes adaptaciones cinematográficas dirigidas por los mejores nombres del cine francés: La evasión/Le trou, A todo riesgo (Classe tous risques, 1960, Claude Sautet) y Hasta el último aliento (Le deuxième soufflé, 1966, Jean-Pierre Melville).

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