sábado, 18 de julio de 2009

Reflexión y compromiso

Liberación individual, liberación colectiva. Para el anarquismo, la primera solo se completa en el conjunto de una sociedad libre. Una sociedad donde las relaciones entre las personas no se vean perturbadas por factores externos, por ningún tipo de represión ni de explotación. Y ahí el anarquismo sigue poseyendo una victoria moral indiscutible, los experimentos políticos autoritarios son rechazados (en apariencia), y la esclavitud de cualquier tipo no tienen cabida en el imaginario popular ni en la inmensa mayoria de las culturas (en apariencia). Tarea importante es desenmascarar continuamente los nuevos mecanismos de dominación, mucho más sutiles y fragmentados, instalados en una cultura en la que el despotismo ha sido substituido por un relativismo, más amable en apariencia, pero no menos despótico de fondo y generador de males evidentes. El anarquismo busca la liberación colectiva en el análisis social sobre la libertad, por lo que la tarea hoy en día es algo más compleja al desprender a ciertos términos de significados concretos (pero no menos complejos y válidos). ¿Qué es la libertad? ¿Capacidad de elección en base a un individualismo insolidario, que desatiende a otros seres humanos? La libertad para la tradición libertaria es, además de individualismo (en el que el desarrollo personal se confirma con una serie de valores), también cooperación y comunicación racional. Llegar a una lectura social reflexiva en base a un impulso vital rebelde, y casi irreflexivo, no es empresa fácil en esto que llaman posmodernidad. A pesar de lo que se diga, es necesario recuperar el compromiso y los valores, los cuales nunca ha perdido de vista el ideal libertario, así como destronar cualquier abstracción déspota. O, para ser exactos, debemos destruir el trono; en él hemos tratado de colocar a Dios, al Hombre, a la Ciencia, a la Razón... y le hemos terminado dejando vacío para que se cuele cualquier aberración o banalidad. Hay suficientes oprimidos en el mundo, con motivos concretos para luchar en el terreno social y político (y, ahí, algunos de los viejos valores de la modernidad tienen todavía mucho que decir, con el valioso aprendizaje que proporciona la historia), como para para hablarles sin más de mera especulación filosófica. La reflexión y el pensamiento son primordiales, pero con su continua validación en la práctica, con un compromiso social y humano (que apenas he contemplado en los filósofos que he conocido, que parecen usar su supuesto saber para distanciarse del mundo); todavía la razón, el humanismo, el socialismo si se le quiere denominar así, tienen mucho que decir, pero dejando libre curso a su crecimiento, destruyendo las estructuras que perpetúan la dominación y la banalización cultural (y no hablo solo de instituciones políticas y sociales). Sea cual fuere el modelo de pensamiento imperante en la actualidad (algo que no me parece tan claro, cuestionando de entrada los supuestos polos entre el autoritarismo, político o religioso, y el relativismo posmoderno), el libre curso para la vida social, de abajo a arriba, que preconiza el anarquismo es una premisa incuestionable y perfectamente reivindicable en el tipo de sociedad sobre el que hablemos (donde, por ejemplo, el desarrollo tecnológico o económico pueda ser objeto de debate). Organización de la producción y de la distribución son tareas inherentes a la sociedad anarquista; también buscar nuevas posibilidades de vida, no solo en el terreno económico, pero dejando claro que la primera tarea es dotar a todos los miembros de la sociedad de las necesidades básicas y asegurar su participación en la gestión. Conciliar esta tarea, claramente socialista, a la que se añade la crítica permanente a la centralización y dominación política (al Estado), que siempre ha hecho el anarquismo, con la libre iniciativa de los individuos (otro factor primordial en el que siempre ha creído lo libertario) está dentro de ese libre curso de lo social. Pero la naturaleza del Estado no es solo económica (en el que ha perdido terreno en beneficio de un capitalismo reforzado de múltiples aristas) o política, es también moral. El Estado impone, de manera más o menos evidente, un modo de ser a los hombres en el que se obstaculizan las relaciones libres y predomina el servilismo, el arribismo o el autoritarismo. Este análisis libertario me parece que sigue siendo válido, aun teniendo en cuenta la complejidad de la era posmoderna potenciada por las nuevas tecnologías y los cuestionables nuevos medios de comunicación (precisamente, cuestionables, porque el análisis libertario es perfectamente aplicable a ellos).

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