miércoles, 19 de agosto de 2009

Anarquismo y post-estructuralismo

Como dije, el anarquismo no me parece simplemente una ideología, si por ésta entendemos una base de conceptos cerrados y establecidos para siempre. El anarquismo, desde sus mismos orígenes (no me gusta demasiado hablar de una anarquismo "tradicional" y otro, digamos, producto de una evolución, creo que se asume la evolución, pero existe un hilo conductor con la permanente crítica a épocas pasadas), desconfía de la representación y apuesta por el individuo y por la libre experimentación, no hay una base dogmática, y sí un análisis y vigilancia para todo lo que puede suponer el poder. A priori, la crítica de los post-estructuralistas a la búsqueda de una teoría general fuera de un conflicto concreto me parece en perfecta consonancia con el anarquismo. Frente a la división entre teoría y praxis, la realidad de una lucha específica en un ámbito local y con los valores libertarios como punto de partida. El enfrentamiento a un poder totalizador, que pretende la dominación de cualquier abstracción (de ahí, el interés por Stirner en el anarquismo), forma parte de las señas de identidad del ideal libertario. Los post-estructuralistas también desean, al igual que el anarquismo, aunque lo aceptan como un ideal probablemente irrealizable, una sociedad en la que las personas puedan decidir quiénes son, qué quieren y cómo desean vivir. Lo que me parece verdaderamente importante es el análisis que se produce en beneficio de ese ideal y las luchas que se promueven. Los primeros anarquistas consideraron que el ideal de libertad solo tiene sentido en el campo de lo social, por lo que verdaderamente importante son los espacios abiertos que se puedan producir en ese sentido, en tensión permanente con el poder totalizador. Frente a lo que el liberalismo o el marxismo han sostenido, y es el enfoque en un único punto para el cambio (ya sea la economía, en el caso de Marx, o en la regulación del Estado, para los liberales), el anarquismo hace un análisis del poder en todos los ámbitos en que se desarrolla el ser humano y busca la emancipación en luchas concretas en ese campo. Una excelente amiga mía, con grandes conocimientos de filosofía, insiste siempre en que la gran baza del anarquismo está en su ausencia de una teoría general, lo cual no significa que aporte un gran armazón en esos análisis de lucha contra el poder en cualquier microcosmos. La llamada revolución social no es algo semejante a un sistema totalizador, y si así se ha entendido es para mí un error, recordemos que la construcción de la sociedad libertaria se realiza desde lo más concreto a lo más general, desde abajo hacia arriba o, si se quiere, desde lo periférico hacia el centro (con la crítica constante hacia la representación, carente en cualquier caso de delegación de autonomía). Por revolución nunca ha entendido el anarquismo el cambio de poder de unas manos a otras y sí una labor de descentralización lo más profunda y extensa posible. Esta gran labor no excluye el constante análisis de lo local, "el bosque no debe impedirnos ver los árboles". La lucha en el campo económico (contra el capitalismo) y política (contra el Estado) me parece primordial, pero a estas alturas no podemos asumir que el poder se ejerce únicamente ahí, ni que su caída abre, necesariamente, la posibilidad de una sociedad mejor. La cosa parece bastante más compleja, Coincido con los llamados post-estructuralistas en que resulta difícil reducir el poder a un único lugar, e insisto en que esa posición está tomada del anarquismo, en que nuestra práctica cotidiana debe suponer una lucha contra todo deseo de dominación; la erradicación del racismo, de la discriminación de la mujer o de personas de diferentes orientaciones sexuales, entre muchas otras, supone un constante enfrentamiento al poder en una situación específica en el ámbito local. Es en esa situación concreta en la que las personas involucradas deberían decidir por sí mismas, hacer una evaluación ética y hallar una solución determinada. Los llamados post-estructuralistas parecen mostrarse recelosos frente a soluciones programáticos tipo "federalismo" o "democracia directa", pero la necesidad de que las personas decidan sobre los asuntos que les atañen y la crítica a la representación política obliga a una fuerte descentralización. Otro de los puntos críticos posmodernos, enfrentándose al que quieren denominar "anarquismo tradicional" (ya digo que no acepto una división tan clara), es en la aceptación de una supuesta naturaleza humana buena como base para el cambio social. Me parece que es simplificar excesivamente aceptar que los anarquistas hayan tenido una concepción tan nítida de la naturaleza humana. Más bien, y ahí podemos buscar un lugar de encuentro, la confianza se da en la idea de la libertad y la moral como conquistas sociales. Es por eso que resulta perfectamente compatible con la idea de esa lucha permanente contra el poder, que se manifiesta en cualquier ámbito social, en aras de una mayor libertad, de una libre experimentación y, adopto aquí una terminología que alguien llamaría también "tradicional", de la eliminación de los privilegios. Frente al campo difuso y pesimista que supone la llamada posmodernidad, este análisis concreto del post-estructuralismo me parece que tiene un gran valor y que resulta perfectamente compatible con el anarquismo (llámese "tradicional" o no, no debería gustarnos la tradición si constituye un obstáculo para algo mejor). El mundo de las ideas es importante, a pesar de que el exceso de información banal de las sociedades tecnológicas parece dificultar que tenga un auténtico peso; pero lo que rompe la división tradicional entre el idealismo y la realidad de los hechos es una práctica cotidiana en la que se busque el análisis frente a la dominación y el acercamiento al ideal ético.

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