miércoles, 12 de agosto de 2009

La noble acción constructora

El anarquismo no es, pues, un sistema cerrado de ideas, no hay otra filosofía de la libertad que haya indagado -y debe continuar haciéndolo, para refutar a los voceros que proclaman el fin de las ideologías, o más bien de aquellas ideologías que no les interesan- más profundamente en el individuo y en sus relaciones sociales. Los enormes valores del anarquismo son aplicables a cada proyecto que se lleve a cabo en la sociedad; como ya se ha dicho en otras ocasiones respecto al concepto de "utopía", el anarquismo en este caso (la más alta realización de las aspiraciones humanas, según mi entender) es como la brújula que debe guiarnos y tratar de acercarnos al puerto deseado. El anarquismo no tiene todas las respuestas, por supuesto, más bien admite que solo se ha esbozado hasta ahora una pequeña parte de lo que el ser humano es capaz de realizar; los valiosos principios anarquistas no tienen la solución mágica, pero suponen un punto de partida ético y vitalista para tratar de acercarnos en la medida de lo posible al máximo desarrollo individual y colectivo. No hay soluciones mágicas, tampoco externas al propio individuo, la única realidad, el único principio y el único fin es el propio individuo y la sociedad de la que se vale para llevar a cabo sus proyectos vitales. Si el principio individualista es inherente al anarquismo, se transforma en sociedad en principio federalista con el fin de entenderse y encontrarse con los demás individuos: la libertad de uno está condicionada por la de los demás. No somos simples islas en las que nuestra libertad queda tristemente acotada por la libertad del otro, tampoco tiranos que pretenden imponer la libertad propia pisando a los demás; lo que queremos es confirmar y equilibrar nuestra libertad con la del resto de integrantes de la sociedad. La vida social no es necesariamente limitación, puede ser enriquecimiento y confirmación de nuestros valores personales, en encuentro con valores incluso antagónicos, si tratamos de desterrar la imposición y la violencia. Pero confirmación de nuestra libertad en la libertad de los demás es un concepto tal vez demasiado idealista o abstracto. Si hablamos de federalismo, una tendencia libertaria absolutamente asumible, ya hablamos de un proyecto social concreto y realista, capaz de dar solución de los problemas de los individuos. La tendencia es a ser todo lo libres que seamos capaces en los asuntos que nos atañen y a buscar el entendimiento, a ser tal vez menos libres en lo individual, en asuntos que afectan a otros individuos. Podemos hablar de autonomía de individuos (no de territorios, ni naciones, ni abstracciones por el estilo) en una sociedad libertaria (sin imposiciones ni explotación) cuando la libertad esté entonces condicionada por el entendimiento con los demás y la sociedad funcione de abajo arriba, de lo más concreto a lo más general. En el terreno económico, tenemos que seguir hablando de socialismo (una palabra que, al igual que anarquismo, no puede detenerse en definiciones decimonónicas), hay que establecer alternativas concretas al monstruo capitalista (sinónimo de explotación, tan rechazable como cualquier forma estatalista, a pesar de lo que digan algunos anarquistas de nuevo cuño). Socialización de los medios de producción (en manos de los mismos productores), del transporte, del consumo..., pero tal vez revisión del concepto de propiedad (para nada un concepto "sagrado" ni impuesto a costa de las carencias de los demás) e incluso de mercado (libre experimentación si ello no implica la explotación del trabajo ajeno). No es fácil dar una solución global a los problemas de la humanidad y tampoco alternativas generales al liberalismo económico, el anarquismo insistió siempre en el federalismo y en la descentralización, en el entendimiento entre los diferentes grupos sociales en base al principio de la solidaridad. El fracaso del marxismo, con el que el anarquismo puede coincidir a priori en el campo económico, ha llevado al escepticismo más pobre de cara a alternativas sociopolíticas; pero el anarquismo demostró desde el principio mayor amplitud de miras, en conceptos como Estado, sociedad, individuo, libertad, y advirtió del fracaso de cualquier solución autoritaria. La famosa frase "la pasión por destruir es una pasión creadora", que podría parecer una justificación para la acción violenta, puede tener una lectura diferente que nos ayude a seguir confiando en el progreso y en el adecuado camino para el ideal libertario (que debemos empezar a recorrer aquí y ahora); la tarea destructiva por sí solo no significa nada, lo auténticamente significado es la acción constructiva (la cual implica por sí solo un abandono de lo viejo, pero dando soluciones posibles). Como ya han afirmado anarquistas en el pasado, la acción destructiva y construtiva deben realizarse simultáneamente, sin recurrir necesariamente al abandono del edificio por parte de los inquilinos (algo primordial, arrebata a las personas su medio de subsistencia sin darle alternativas y solo encontrarás oposición). Naturalmente, para llevar a cabo la inmensa tarea constructora, es necesario que nos preparemos severamente como operarios, ingenieros y arquitectos, no es suficiente con la especulación filosófica y con unas nobles ideas (por mucho que actúen como poderoso motor de la nueva sociedad). Teoría y práctica no deben estar separadas por ninguna línea, o más bien se busca la confirmación de la más alta idea en la acción creadora. Ya está bien de bellas teorías formuladas por personas elevadas a los altares, que solo hallan desvirtuación en la sucesivas generaciones, limitadas a repetir fórmulas y a vaciarlas de contenido. Los ácratas no creen en ninguna verdad revelada ni en ningúna limitación para la vida, también resulta rechazable el culto a la personalidad que solo es otra forma de deificación; precisamente, porque creemos en el individuo, reconocemos lo valioso de cada aportación y no se confunden medios con fines ni se pide ningún sacrificio individual. La nueva sociedad no va a suponer ninguna tabla rasa ni va a brotar de la nada; en mi opinión, habría que comprender que el ideal libertario es una tendencia de la humanidad que, con altibajos, posee una base de continuidad. Invierto otra famosa frase y diré que "para destruir, hay que construir".

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