domingo, 2 de mayo de 2010

Bakunin y la ciencia

Las reflexiones que se hicieron los pensadores anarquistas del siglo XIX giraban en torno a la divinidad, el mundo y el hombre. En esto, eran similares a la mayoría de los grandes filósofos. De hecho, Bakunin bebe de Kant en muchos aspectos: en la superioridad del sujeto humano, en la autonomía de la voluntad o en la dialéctica razón pura-razón práctica. No obstante, puede ser real esta base kantiana del pensador anarquista, pero pretender reducir a eso a Bakunin resulta una tarea improbable. Los expertos dicen que el pensamiento bakuniano, por muy vitalista y original que sea, está insertado en determinadas corrientes de su tiempo o inmediatamente anteriores. Y este reconocimiento me resulta primordial, anticipando las críticas que se suelen hacer al anarquismo (aunque, son críticas que obvian a otros corrientes, como el propio liberalismo del siglo XVIII, del que es deudor el sistema imperante hoy en día). La confianza en la ciencia que tendrían autores como Bakunin o Kropotkin era casi de creencia religiosa; en mi opinión, hay que realizar esta gran crítica al anarquismo decimonónico señalando las falsas imparcialidad e inexactitud de la ciencia, reflejo del mismo hombre (al igual que la concepción divina y religiosa). En este terreno, se caía en una especie de objetivismo naturalista, algo que hay que observar siempre con recelo. Esa metodología positivista, de verificar experimentalmente y comprobar datos, se ha mostrado con el tiempo reduccionista. Feyerabend, y su bien llamado "anarquismo epistemológico", junto a otros autores han tratado de desmontar el mito de la ciencia y mostrar la importancia de la subjetividad y de sus aportaciones al conocimiento. Es un tema delicado, que nos puede llevar (como tantas veces ocurre) al campo metafísico. Diré, con mis palabras bastante elementales, que la cuestión estriba en mostrase críticos con toda abstracción (llámese divinidad, razón o ciencia), que siga manteniendo a los individuos subordinados y que genere, en el ámbito sociopolítico, una clase mediadora. En este sentido, sí hay que recordar las advertencias de Bakunin (anarquista, al fin y al cabo) sobre los peligros de esa nueva élite, a pesar de su confianza en las ciencias positivas. Éstas, se han mostrado parcialmente eficaces enfrentadas a supersticiones anteriores, aunque acabaron generando algo similar en ellas mismas, por lo que habría que ampliar su campo (el de la razón, en definitiva) y señalar la importancia de la subjetividad y de los valores humanos.

Bakunin fue definido, en cierta ocasión por Marx, como "idealista sentimental" (algo que el mismo ruso no negaba, por lo que parece). Si somos estrictos, el término y su apelativo parecen despectivos, pero como nos gusta ver las cosas de la manera más amplia posible, puede ser una tensión vital para nada desdeñable en una existencia, por muy gris y desesperanzada que se presente. Lejos de reduccionismos, ser un idealista como Bakunin, que no pierda nunca el horizonte de su existencia (llámese "materia", si se quiera) con el fin de tratar de acercase a ese ideal es algo que combate siempre la falsa placidez del conformismo; por otra parte, no encuentro problema alguna en dar importancia a los "sentimientos", algo en lo que el anarquismo no da su brazo a torcer (si hablamos, por ejemplo, de ese sentimiento tan bello que es la "solidaridad"). En cualquier caso, leer al gigante ruso siempre, a pesar lo que tenga de "hijo de su tiempo", es siempre grato y aporta aliento y fuerza vital de cara a unos tiempos que se muestran complicados y proclives a la mediocridad, al conformismo y a la subordinación. La visión de la naturaleza del ruso es la definidad por un conjunto de seres que constituyen un universo que se muestra indefinido, cosas de origen y apariencia diversos que ejercen, de la manera que fuere, una acción y reacción perpetuas. Este pensamiento bebe de una vieja tradición filosófica, el presocrático Heraclito ya afirmaba que la vida era constante movimiento producto de la tensión entre elementos contradictorios. La vida, para Bakunin, es un movimiento general producto de la combinación de las acciones y reacciones de la pluralidad antes mencionada. No hay, no obstante, en esta visión ninguna causa primera, ninguna preconcepción ni predeterminación; en tal caso, sería la negación de la libertad misma. La naturaleza, vista como un universo sin límites, no es cognoscible ni imaginable por el ser humano, aunque Bakunin habla de que sí es "necesaria" a su espíritu. De esa manera, solo los sentidos del hombre pueden aportarle una muestra infinitamente pequeña de una magnitud del universo solo intuida. El anarquista ruso abría la posibilidad de que el hombre, observando e indagando en la parte de la naturaleza que le rodea y que también está en sí mismo, pudiera advertir las leyes inherentes a las cosas (la forma particular de cada acción y de cada transformación). Entra en juego la anteriormente mencionada confianza en la ciencia positiva, con el afán de esclarecer las diversas leyes naturales, incluidas las diferentes manifestaciones surgidas de aquello que caracteriza al hombre: sentimiento, voluntad y espíritu. Aunque esto parece pertenecer al mundo ideal, Bakunin lo observaba como funcionamientos completamente materiales de los organismos vivos. Hay un deseo de conocer y potencial lo terrenal, de ahí que se hable de una espíritu, voluntad y sentimientos definitivamente trasladados al plano humano, desterrando las perversiones de teólogos y metafísicos.

Por lo tanto, el hombre puede descubrir las leyes generales y particulares gracias a la observación atenta y exacta de los fenómenos y acciones producidas en la naturaleza que le rodea y que le contiene. No obstante, Bakunin deja cierto lugar a la anomalía y a la excepción, no quiere hablar de principios absolutos. Señala lo incognoscible para el hombre de la infinita riqueza del desenvolvimiento natural, de las limitaciones de toda abstracción deducida por el espíritu. Estas limitaciones del ser humano se manifiestan por dos polos: lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. Tal y como yo lo veo, es una puerta abierta a la libertad (decisión sobre nuestro límite de influencia y transformación permanente sobre nuestro entorno gracias al conocimiento subjetivo) y a la pluralidad (aceptación de diversas visiones sobre la realidad, y de diversos niveles al respecto). En cualquier caso, y aquí entramos en el código genético del anarquismo, se trata en cualquier caso de rechazar el absolutismo. La confianza en la ciencia de Bakunin se produce, a pesar de todo, en el plano muy limitado del ser humano; solo es concebido el hombre como un animal algo más perfecto que otras especies, sin contar con ninguna trascendencia que le desvirtúe de todo compromiso verdaderamente humano, y contando con que algún día el hombre se verá sujete a esas leyes de transformación y a la concurrencia de los elementos más diversos. Es curioso como la literatura de ciencia-ficción, aquella que yo considero más tendente al ateísmo (aunque sus autores no empleen, tal vez, este término), ha incurrido en esa visión en la que el ser humano es solo parte de un proceso evolutivo en la vida. Aceptando estos presupuestos, tan asumidos por la especulación científica, es posible que podamos dar un nuevo vigor a la idea de progreso y al compromiso con unos valores trasladados definitivamente al ámbito humano. Para Bakunin, el uso de la abstracción de manera absoluta acaba llevando a dios (a la nada), tal y como se ha producido a lo largo de la historia. Lo que considera preciso es que el ser humano se sumerja en el análisis minucioso de los detalles con el fin de compensar la imagen falsa que pueden producir el sentimiento y la imaginación. Si puede hablarse de necesidad dentro de la naturaleza humana, la más notable es ese deseo de saber manifestado de manera progresiva para que el hombre se realice plenamente. Tal y como lo observa Bakunin, ese camino de comprensión es el definitivo para no caer en el fatalismo y para construir verdaderamente un mundo de libertad. El trabajo y la ciencia son los elementos para emprender esa tarea de otorgar sentido a la vida. Tal y como ya he dicho, podemos ser muy críticos con esta visión y confianza tan insertadas en una época histórica, pero esa empresa de tan considerable tamaño, que es construir un mundo más humano, pasa por otorgar mayor horizonte a las nociones de trabajo y de conocimiento. Para nada, negarlas o hacer una tabla rasa que nos lleve a la barbarie.

1 comentario:

Antonio Arbeig dijo...

Donde en Marx hay certezas, en Bakunin hay intuiciones. Marx se proclama científico y hace del socialismo una ciencia; Bakunin es un vigía que sólo nos muestra rutas y horizontes. Ahora, cuando el marxismo ha demostrado ser poco científico y cuando la ciencia nos ha mostrado su otra cara, como el dios Jano, nos queda la aventura "sentimental" de Bakunin. ¡Menos mal!