Foucault, a la hora de analizar los métodos que utilizaba, tenía muchas facetas y consecuentemente, puede tener diferentes lecturas, aunque con cierto hilo conductor, a lo largo de su vida y obras, repasaremos algunos conceptos, que luego podrán ser posteriormente criticados.
La arqueología es uno de esos métodos, entendida como la búsqueda de las reglas que gobiernan y posibilitan la construcción de un determinado discurso como discurso de conocimiento válido. Los criterios para aceptar ese discurso como verdadero, como conocimiento, varían a lo largo de la historia, no se mantienen fijos. Estamos entonces ante una visión contraria a cualquier esencialismo, los regímenes de la verdad que gobiernan la legitimidad de un discurso, son históricos y cambian a lo largo del tiempo. Siendo así, Foucault entiende que no hay que detenerse en los contenidos de los discursos, no hay que intentar dilucidar su significado (como pretendería la hermenéutica), sino centrarse en el dispositivo que ha posibilitado la constitución de esos discursos, en los mecanismos o reglas que han dado lugar a una legitimidad para producir efectos de verdad.
La genealogía es otro método, que algunos autores atribuyen a un periodo nietzscheano de Foucault, que consiste en una clase de historia crítica, gracias a la cual se sabe que lo considerado hoy verdadero, necesario e irrefutable es en realidad temporal e histórico y, por lo tanto, redefinible. Ello posibilita un horizonte muy amplio para la libertad y para poder modificar las cosas, ya que siendo el presente contingente, no hay ninguna necesidad para que lo que hoy es continúe siendo como es. La genealogía es firme opositora a una concepción de la historia lineal, concebida desde un origen hasta un final. Se dice que esta visión teleológica de la historia, contra la cual se opone la genealogía, ha marcado toda la modernidad, desde Hegel hasta hoy en día.
La concepción de la historia como lineal y dirigida puede haber dado lugar a dos creencias importantes. Una sería pensar que lo que hoy conocemos es resultante de un proceso histórico que ha conducido necesariamente a ello. Se da una proyección en el pasado de la forma del objeto presente y se quiere ver cómo ha ido evolucionando hasta llegar a ser lo que hoy es. Puede decirse que se da un proceso de "esencialización" de los objetos. Como ejemplo puede ponerse la locura; tiende a pensarse que, lo que hoy es para nosotros, lo ha sido a lo largo de los tiempos, aunque con diferentes manifestaciones en períodos históricos y en culturas distintos. Esto último puede haber sido así en parte, pero con reacciones sociales y culturales diferentes en cada etapa y en cada sociedad, y también teniendo en cuenta que los saberes sobre la cultura también se han modificado, no siempre fueron los mismos que los que hoy conocemos. Puede decirse que esta creencia esencialista pretende que exista siempre lo mismo a lo largo de la historia, por debajo de diferentes expresiones que adopta. La locura es un buen ejemplo, como puede serlo la sexualidad, o cualquier otro objeto pensado desde una concepción teleológica.
La segunda creencia, producto de esa visión lineal de la historia, es la consideración de que existe un progreso en ese transcurrir histórico de "lo mismo", un avance hacia expresiones mejor realizadas. Esto supone que exista una presunta superioridad del presente sobre el pasado, sin posibilidad de disenso. Por lo tanto, la genealogía cuestiona la teleología y el esencialismo, por un lado, y las dos creencias consecuentes, continuidad y progreso. Foucault emplea la genealogía para tratarnos de mostrar que la locura, tal y como la entendemos hoy, es el resultante de una serie de prácticas científicas particulares (en psicología, siquiatría, etc.), las cuales han constituido ese objeto tal y como hoy es. La conclusión sería que la locura no existía antes de esas prácticas y de esa constitución. En su lugar, había otros procedimientos de construcción de la diferencia, pero no la locura tal y como es concebida en el presente. No puede ser, por lo tanto, proyectada la locura en el pasado y es imprescindible analizar la clase de prácticas que mantenían la creación y gestión de las diferencias. Lo que pretende Foucault es conseguir que todo lo que consideramos evidente, lo que damos como seguro e incuestionable, se torne todo lo contrario, susceptible de ser un problema, y acabe siendo cuestionado y repensado.
Este proceso puede llamarse "problematizar" las cosas: precisamente, lo que se considera aproblemático pretende cambiarse a todo lo contrario. Pero se trata de un proceso complejo, ya que en ello no entra únicamente la controversia, también el lograr entender el cómo y el por qué algo ha adquirido ese estatus de evidente e incuestionable. Lo más interesante de Foucault prodría ser que enseña a hacerse uno nuevas preguntas, no a responder de otra forma a la preguntas de siempre. Se da un proceso tan complejo y profundo, que se trata de indagar en lo que constituye nuestra misma forma de pensar. Es por eso que Foucault decía que lo propio del pensamiento es que después de ejercitarse cambia, no puede seguir pensándose lo mismo, siendo un pensamiento vivo y productivo. Otra cosa que puede aprenderse de Foucault es que esa actividad crítica no tiene que llevarse a cabo sobre asideros firmes ni tampoco llevarnos a metas fundamentales. El proceso de crítica puede consistir únicamente en repensar y cuestionar aquello considerado seguro, lograr que se transforme en cuestionable.
Si hablamos de la idea de poder en el pensamiento de Foucault, podemos tratar de llevarla a ese terreno de la problematización. Habitualmente, consideramos solo una parte por el todo y llamamos poder a lo que nos constriñe (Estado, ley, etc.), cayendo en una práctica reduccionista. El poder es eso, naturalmente, pero luchando solo contra ello posibilitamos que otras formas de poder se desarrollen sin obstáculos. Para Foucault, el poder se genera en cualquier ámbito social, no se produce únicamente desde una instancia superior que lo contamine todo hacia abajo. El proceso puede ir de arriba abajo, pero también a la inversa, el poder superior (el Estado) también está constituido por lo que viene de abajo. Hay que dejar claro que esta idea del poder, que también deberíamos tener en cuenta los anarquistas, aunque no se esté totalmente de acuerdo (y muchos no lo están), no supone la inacción en la lucha contra el poder político. Al contrario, en lugar de observar el poder solo como algo limitador y represor, se enriquece nuestra visión sociopolítica y se le ve como algo que también construye y constituye.
Foucault establece una relación indisociable entre el poder y el saber, y de ahí que el primero sea también productivo y productor. Para Foucault, nosotros mismos somos la producción del poder, entre otras muchas cosas. Cuando se habla en los movimientos libertarios de qué se defiende o a qué nos oponemos, hay que ajustar mucho la terminología en mi opinión. La palabra "poder" puede tener un sentido muy amplio, incluso positivo como manifiesta Foucault. Si le añadimos apelativos, la cosa cambia, "poder polítco", "económico" o "religioso"; ocurre algo parecido con el término "autoridad" (que necesita del acompañamiento de "coercitiva" para su concreción), o resulta mucho más interesante hablar directamente de "dominación" o "subordinación" como lo rechazable. Se puede establecer, también, una distinción entre ley y norma, ya que, si la primera prescribe (ordena), la segunda únicamente declara. El poder, para Foucault, funciona bajo la forma de la norma, la cual expresa un conocimiento legitimado que nos hace vernos cómo somos (no lo que debemos hacer) y abre la posibilidad para que nos convirtamos en otra cosa si no nos gusta lo que vemos.
Otro factor primordial en Foucault es que considera que toda relación de poder genera siempre una relación de resistencia. Su deseo es que se multipliquen las líneas de resistencia, paralelamente al desarrollo de líneas de intervención del poder, incluso sabiendo que aquellas han sido constituidas por el mismo poder. Pero Foucault desconfía de todo discurso y toda práctica emancipadores, ya que su función es únicamente resistir al poder en un momento determinado. Todo discurso, para este autor, incluido su propio pensamiento, conlleva efectos de poder. Parece que es una precaución sobre el dogmatismo y efecto instituyente que puede estar en el germen de toda teoría. En cualquier caso, la lectura que puede hacerse también del pensamiento de Foucault es que las prácticas de libertad son necesarias para el control de las nuevas relaciones de poder que conlleve todo discurso presuntamente emancipador. Puede decirse que es un proceso necesario en tensión constante hacia el peligro de la institución del poder, considerando o no su definitiva erradicación.
La arqueología es uno de esos métodos, entendida como la búsqueda de las reglas que gobiernan y posibilitan la construcción de un determinado discurso como discurso de conocimiento válido. Los criterios para aceptar ese discurso como verdadero, como conocimiento, varían a lo largo de la historia, no se mantienen fijos. Estamos entonces ante una visión contraria a cualquier esencialismo, los regímenes de la verdad que gobiernan la legitimidad de un discurso, son históricos y cambian a lo largo del tiempo. Siendo así, Foucault entiende que no hay que detenerse en los contenidos de los discursos, no hay que intentar dilucidar su significado (como pretendería la hermenéutica), sino centrarse en el dispositivo que ha posibilitado la constitución de esos discursos, en los mecanismos o reglas que han dado lugar a una legitimidad para producir efectos de verdad.
La genealogía es otro método, que algunos autores atribuyen a un periodo nietzscheano de Foucault, que consiste en una clase de historia crítica, gracias a la cual se sabe que lo considerado hoy verdadero, necesario e irrefutable es en realidad temporal e histórico y, por lo tanto, redefinible. Ello posibilita un horizonte muy amplio para la libertad y para poder modificar las cosas, ya que siendo el presente contingente, no hay ninguna necesidad para que lo que hoy es continúe siendo como es. La genealogía es firme opositora a una concepción de la historia lineal, concebida desde un origen hasta un final. Se dice que esta visión teleológica de la historia, contra la cual se opone la genealogía, ha marcado toda la modernidad, desde Hegel hasta hoy en día.
La concepción de la historia como lineal y dirigida puede haber dado lugar a dos creencias importantes. Una sería pensar que lo que hoy conocemos es resultante de un proceso histórico que ha conducido necesariamente a ello. Se da una proyección en el pasado de la forma del objeto presente y se quiere ver cómo ha ido evolucionando hasta llegar a ser lo que hoy es. Puede decirse que se da un proceso de "esencialización" de los objetos. Como ejemplo puede ponerse la locura; tiende a pensarse que, lo que hoy es para nosotros, lo ha sido a lo largo de los tiempos, aunque con diferentes manifestaciones en períodos históricos y en culturas distintos. Esto último puede haber sido así en parte, pero con reacciones sociales y culturales diferentes en cada etapa y en cada sociedad, y también teniendo en cuenta que los saberes sobre la cultura también se han modificado, no siempre fueron los mismos que los que hoy conocemos. Puede decirse que esta creencia esencialista pretende que exista siempre lo mismo a lo largo de la historia, por debajo de diferentes expresiones que adopta. La locura es un buen ejemplo, como puede serlo la sexualidad, o cualquier otro objeto pensado desde una concepción teleológica.
La segunda creencia, producto de esa visión lineal de la historia, es la consideración de que existe un progreso en ese transcurrir histórico de "lo mismo", un avance hacia expresiones mejor realizadas. Esto supone que exista una presunta superioridad del presente sobre el pasado, sin posibilidad de disenso. Por lo tanto, la genealogía cuestiona la teleología y el esencialismo, por un lado, y las dos creencias consecuentes, continuidad y progreso. Foucault emplea la genealogía para tratarnos de mostrar que la locura, tal y como la entendemos hoy, es el resultante de una serie de prácticas científicas particulares (en psicología, siquiatría, etc.), las cuales han constituido ese objeto tal y como hoy es. La conclusión sería que la locura no existía antes de esas prácticas y de esa constitución. En su lugar, había otros procedimientos de construcción de la diferencia, pero no la locura tal y como es concebida en el presente. No puede ser, por lo tanto, proyectada la locura en el pasado y es imprescindible analizar la clase de prácticas que mantenían la creación y gestión de las diferencias. Lo que pretende Foucault es conseguir que todo lo que consideramos evidente, lo que damos como seguro e incuestionable, se torne todo lo contrario, susceptible de ser un problema, y acabe siendo cuestionado y repensado.
Este proceso puede llamarse "problematizar" las cosas: precisamente, lo que se considera aproblemático pretende cambiarse a todo lo contrario. Pero se trata de un proceso complejo, ya que en ello no entra únicamente la controversia, también el lograr entender el cómo y el por qué algo ha adquirido ese estatus de evidente e incuestionable. Lo más interesante de Foucault prodría ser que enseña a hacerse uno nuevas preguntas, no a responder de otra forma a la preguntas de siempre. Se da un proceso tan complejo y profundo, que se trata de indagar en lo que constituye nuestra misma forma de pensar. Es por eso que Foucault decía que lo propio del pensamiento es que después de ejercitarse cambia, no puede seguir pensándose lo mismo, siendo un pensamiento vivo y productivo. Otra cosa que puede aprenderse de Foucault es que esa actividad crítica no tiene que llevarse a cabo sobre asideros firmes ni tampoco llevarnos a metas fundamentales. El proceso de crítica puede consistir únicamente en repensar y cuestionar aquello considerado seguro, lograr que se transforme en cuestionable.
Si hablamos de la idea de poder en el pensamiento de Foucault, podemos tratar de llevarla a ese terreno de la problematización. Habitualmente, consideramos solo una parte por el todo y llamamos poder a lo que nos constriñe (Estado, ley, etc.), cayendo en una práctica reduccionista. El poder es eso, naturalmente, pero luchando solo contra ello posibilitamos que otras formas de poder se desarrollen sin obstáculos. Para Foucault, el poder se genera en cualquier ámbito social, no se produce únicamente desde una instancia superior que lo contamine todo hacia abajo. El proceso puede ir de arriba abajo, pero también a la inversa, el poder superior (el Estado) también está constituido por lo que viene de abajo. Hay que dejar claro que esta idea del poder, que también deberíamos tener en cuenta los anarquistas, aunque no se esté totalmente de acuerdo (y muchos no lo están), no supone la inacción en la lucha contra el poder político. Al contrario, en lugar de observar el poder solo como algo limitador y represor, se enriquece nuestra visión sociopolítica y se le ve como algo que también construye y constituye.
Foucault establece una relación indisociable entre el poder y el saber, y de ahí que el primero sea también productivo y productor. Para Foucault, nosotros mismos somos la producción del poder, entre otras muchas cosas. Cuando se habla en los movimientos libertarios de qué se defiende o a qué nos oponemos, hay que ajustar mucho la terminología en mi opinión. La palabra "poder" puede tener un sentido muy amplio, incluso positivo como manifiesta Foucault. Si le añadimos apelativos, la cosa cambia, "poder polítco", "económico" o "religioso"; ocurre algo parecido con el término "autoridad" (que necesita del acompañamiento de "coercitiva" para su concreción), o resulta mucho más interesante hablar directamente de "dominación" o "subordinación" como lo rechazable. Se puede establecer, también, una distinción entre ley y norma, ya que, si la primera prescribe (ordena), la segunda únicamente declara. El poder, para Foucault, funciona bajo la forma de la norma, la cual expresa un conocimiento legitimado que nos hace vernos cómo somos (no lo que debemos hacer) y abre la posibilidad para que nos convirtamos en otra cosa si no nos gusta lo que vemos.
Otro factor primordial en Foucault es que considera que toda relación de poder genera siempre una relación de resistencia. Su deseo es que se multipliquen las líneas de resistencia, paralelamente al desarrollo de líneas de intervención del poder, incluso sabiendo que aquellas han sido constituidas por el mismo poder. Pero Foucault desconfía de todo discurso y toda práctica emancipadores, ya que su función es únicamente resistir al poder en un momento determinado. Todo discurso, para este autor, incluido su propio pensamiento, conlleva efectos de poder. Parece que es una precaución sobre el dogmatismo y efecto instituyente que puede estar en el germen de toda teoría. En cualquier caso, la lectura que puede hacerse también del pensamiento de Foucault es que las prácticas de libertad son necesarias para el control de las nuevas relaciones de poder que conlleve todo discurso presuntamente emancipador. Puede decirse que es un proceso necesario en tensión constante hacia el peligro de la institución del poder, considerando o no su definitiva erradicación.
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