lunes, 22 de noviembre de 2010

El cambio de paradigma al final del medievo

Hay un análisis histórico que realiza Erich Fromm, fundamental para comprender sus teorías en Miedo a la libertad. Según el mismo, habría dos deformaciones de la imagen de la Edad Media, una en la que se la considera meramente como un periodo de oscurantismo, de falta de libertad personal, de superstición e ignorancia; la otra, una visión idealizada por autores fundamentalmente reaccionarios, aunque también por alguno progresista crítico con el capitalismo, señalaría el sentido de la solidaridad, la subordinación de las necesidades económicas a las humanas, el trato directo y concreto entre los hombres, la seguridad y el principio supranacional de la Iglesia Católica. Lo que Erich Fromm quiere señalar es que ambas visiones del medievo son correctas, y lo que se ha hecho habitualmente es ignorar una para magnificar a la otra.

La gran característica de la Edad Media es la inexistencia de libertad individual, cada ser humano se hallaba encadenado al orden social, sin posibilidades de trasladarse geográficamente, ni tan siquiera de vestirse como quisiera ni de comer lo que le gustara. Del mismo modo que la vida personal, la económica y social obedecía a cierta reglas y obligaciones, sin que escapara prácticamente esfera alguna de la actividad humana. Pero el hombre, a pesar de que no poseyera la libertad en sentido moderno, encontraba una significación para su vida en ese pertenencia a un todo estructurado, a un orden social identificado con el orden natural, en el que tenía un determinado papel (campesino, artesano, caballero...). Fromm considera que, a pesar de todo, el individuo tenía en el medievo cierto grado de libertad para su vida laboral y emocional. La libertad moderna, con el ofrecimiento para el hombre de supuestas múltiples opciones entre diversos modos de vida, sería en gran parte abstracta. La época medieval ofrecía una seguridad fundamentada en una visión sencilla del mundo, aunque concreta, y al mismo tiempo mantenía al ser humano encadenado. Al no existir la noción de individuo (ausencia de conciencia sobre el yo individual), no puede hablarse de falta de libertad en ese sentido, pero sí de una atadura a unos vínculos primarios (recordemos, según la entrada anterior, que hablamos de las ataduras de un niño a su madre, o de un adulto a una comunidad, previas al proceso de individuación).

En el periodo posterior al medieval, cambian la estructura social y la personalidad del hombre. La unidad y centralización de la sociedad se debilita, y aumenta la importancia del capital, la iniciativa individual y la competencia; consecuentemente, se desarrolla una nueva clase adinerada. El individualismo crece en todos los ámbitos de actividad humana, pero es un proceso con diferentes reacciones sicológicas, según hablemos por un lado de una minoría de capitalistas ricos y prósperos, o de las masas campesinas y la clase media urbana, por otro. En este último caso, a pesar de que la nueva situación pudiera suponer nuevas perspectivas de riqueza y de iniciativa individual, también era una amenaza a su modo tradicional de vida. Es en Italia donde el derrumbe medieval se produce con mayor intensidad, y donde surge con más fuerza una poderosa clase adinerada motivada por la iniciativa, el poder y la ambición. A partir del siglo XII, la riqueza pasa a ser mucho más importante que cualquier estratificación social, y es esta progresiva destrucción de la estructura medieval lo que supone la emergencia del individuo en el sentido moderno. El hombre adquiere conciencia de sí mismo y de sus semejantes como individuos, como entes separados, y descubre la naturaleza como algo distinto a él mismo en dos aspectos: como objeto de dominación teórica y práctica, y como objeto de disfrute. Del mismo modo, se descubre el mundo y nace (de nuevo, apuntaría yo, ya que recordermos el helenismo, la historia no es un proceso lineal) un espíritu cosmopolita.

Sin embargo, al lado de la nueva libertad nacen nuevas formas de tiranía. En el Renacimiento, se fortalece una clase rica y poderosa, en un contexto de nuevas formas económicas, frente a unas masas desposeídas objeto de las más viles manipulaciones. Todos ellos, sin embargo, y según afirma Fromm, habían perdido el sentido de pertenencia que les daba el orden medieval. Frente a tanta visión del Renacimiento que tiende a la idealización, quedándose únicamente con una parte, Fromm recuerda que fue también una lucha despiadada por el mantenimiento del poder y de la riqueza. Podía ser el germen del capitalismo moderno, la solidaridad entre miembros de una misma clase se vio reemplazada por una actiud cínica e indiferente. El hombre pasó a ser utilizado por sus semejantes como un objeto, como un medio para conseguir un fin, y se daba un afán insaciable de poder y riqueza. Fromm duda, incluso, de que los señores renacentistas fueran tan felices como se les describe tan a menudo, y pone el acento para ello en esa pérdida de seguridad y confianza paralela al desarrollo del individuo. Esa contradicción aparece en los escritos filosóficos de los humanistas: junto a la reafirmación de la dignidad humana y de la fuerza individual, aparecen señales de inseguridad y desesperación. Las nuevas contradicciones y angustias del ser humano están en la base de la explicación de un rasgo del carácter distintivo de esa época, el anhelo de fama, forma de encubrir la falta de seguridad y acallar las dudas sobre el significado de la vida. El deseo de hacer conocido un nombre, y de perdurarlo en las generaciones posteriores, trasciende la vida individual y tiene aspiraciones de inmortalidad (los medios para alcanzar tal cosa solo estaban al alcance, obviamente, de unos pocos).

No obstante, Fromm no considera que en esta situación propia del Renacimiento italiano, por mucho que influyera en el desarrollo posterior del pensamiento, estén las raíces esenciales del capitalismo europeo. Las mismas, se encontrarían en la situación económica y social de la Europa central y occidental, así como en las doctrinas de Lutero y Calvino. En la siguiente entrada, profundizaré en todo ello, análisis histórico necesario para comprender las tesis de Fromm presentes en Miedo a la libertad, su visión sicológica y social sobre la libertad del hombre.

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