miércoles, 24 de noviembre de 2010

El nacimiento del capitalismo moderno

El Renacimiento es, según lo expuesto por Erich Fromm en Miedo a la libertad, el comienzo del individualismo moderno. Sin embargo, si bien la época renacentista representó un grado de evolución alto del capitalismo industrial y comercial, en la que gobernaba un grupo reducido de individuos ricos y poderosos, se diferencia de la Reforma, momento crucial para la formación del sistema económico que llega hasta nuestros días, por ser ésta una era dominada por una religión propia de las clases urbanas medias y bajas y de los campesinos. Esa clase media urbana, como afirma también Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, será el fundamento del moderno desarrollo capitalista en el mundo occidental. Por eso, afirma Fromm que las dos épocas, el Renacimiento y la Reforma, fueron diferentes.

Hay que decir que, en la Edad Media, la actividades económicas estaban determinadas por una actitud ética. Tanto las doctrinas eclesiásticas, como las seculares, determinaban que los intereses económicos se subordinaran a los problemas de la vida (concretada tu significado en la "salvación"), la conducta económica era una parte de la conducta personal, y ésta estaba sometida a las reglas de la moralidad. Ni Erich Fromm, ni Richard Tawney al que cita, son sospechosos en lo más mínimo de quedar idealizar una determinada época, pero es preciso hacer este análisis para comprender los diversos cambios de paradigma que determinan la conducta del ser humano, a nivel sicológico y social, y que predominan durante toda la era contemporánea. En la ciudad medieval, podía hablarse de cierta estabilidad de la posición de artesanos y mercaderes, pero esa situación fue debilitándose hasta derrumbarse por completo en el siglo XVI. Ya en el siglo XV, las grandes compañías comerciales se estaban volviendo muy poderosas, desarrollándose en monopolios, y estaban amenazando tanto al pequeño comerciante como al consumidor. La ira y el miedo que tuvieron en aquella época los pequeños comerciantes contra los ricos monopolistas, y que tendría eco en algún escrito de Lutero, tienen un paralelismo con la situación que se producirá en el capitalismo contemporáneo. Tradicionalmente, había cierto equilibrio entre el trabajo que se realizaba en una corporación y la parte que se recibía, pero la nueva situación implicaría que muchos capitalistas no trabajaran y que muchos obreros asalariados no participaran en la empresa. Este desarrollo del capitalismo supuso una creciente división entre ricos y pobres, con el lógico descontento de estos últimos.

El desarrollo económico capitalista supuso cambios significativos en la atmosfera sicológica. A finales de la Edad Media, se desarrolla también el concepto del tiempo en sentido moderno; cada minuto empezaba a tener valor, por lo que las personas eran conscientes de emplear cada momento en algo útil. El trabajo se transformaba en el valor supremo, las clases medidas se volvían contra toda improductividad económica, incluida la propia de las instituciones eclesiásticas. Es el definitivo derrumbe del medievo, y con él la relativa seguridad que poseía el ser humano, y el comienzo del capitalismo. Frente a un orden inmutable, el individuo fue dejado a su propia merced y todo dependía ahora de su propio esfuerzo. Cada clase se vio afectada de manera diferente por este desarrollo: para los obreros y aprendices, y los pobres de las ciudades, supuso mayor explotación y empobrecimiento; para los campesinos, igualmente una presión individual y económica; la nobleza más baja, también sufrió decadencia, aunque de diferente manera. Por otra parte, la clase media urbana tuvo también una situación complicada, incluso los que participaban de cierta tendencia al alza, en el nuevo contexto, la situación personal era de inseguridad, aislamiento y angustia. El responsable de esta situación desfavorable, a nivel sicológico, era el papel creciente del capital, del mercado y de la competencia. Una fuerza impersonal estaba ahora determinando el destino económico de las personas, afectando como es evidente a su destino personal. Fromm establece un paralelismo entre el mecanismo del nuevo mercado, vasto e imprevisible, y la doctrina calvinista de la predestinación, en la que el individuo debía esforzarse al máximo para lograr la virtud, aunque su salvación o perdición estaba decidida de antemano.

La competencia fue otro factor en alza en la nueva situación de desarrollo del capitalismo. En la Edad Media, no es que no existiera, pero en su sistema económico tenía más peso la cooperación. Con el nacimiento de la empresa individualista, el hombre veía a los otros, no ya como aliados en un proyecto común, sino como feroces competidores. A menudo, el individuo debía optar entre su propia destrucción o la ajena. Estamos en el siglo XVI, y existe una situación que solo se acrecentará con el tiempo, habían nacido los elementos fundamentales del capitalismo moderno y, consecuentemente, unos efectos sicológicos sobre el individuo. Como es lógico y ocurre siempre, la nueva situación no era absolutamente negativa. El individuo se liberó de la reglamentación del sistema corporativo de la época anterior, pudo elevarse por sí mismo y tentar su suerte, se convertió en dueño de su destino gracias a su esfuerzo individual, aunque eran posibilidades limitadas a capitalistas prósperos. En cualquier caso, la nueva situación tuvo efectos importantes en la formación de la personalidad humana.

Recapitulemos: nos encontramos en una nueva situación, determinada por los cambios sociales y económicos  de los siglos XV y XVI, en la que la idea de la libertad tiene un carácter ambiguo; por un lado, el hombre se libera de los lazos económicos y políticos, y gana, en el sentido de libertad positiva, con un papel más activo en el nuevo sistema, por otro, la pérdida de esos mismos vínculos, le suponen inseguridad y falta de pertenencia, el mundo está tan lleno de posibilidades como terrible resulta. El ser humano se haya amenazada por fuerzas poderosas y suprapersonales, el capital y el mercado, y sus relaciones con el prójimo se convierten en hostiles; aunque libre a priori, está solo y aislado, acosado por todos los flancos. Estos sentimientos, de inseguridad, impotencia y duda, solo pueden ser aliviados por la posibilidad del éxito.

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