lunes, 20 de febrero de 2012

Problemas de la ética

En la entrada anterior, hicimos un somero repaso al concepto de la ética en la historia llegando hasta Kant, su influencia sobre Bakunin y sobre el posterior anarquismo. Las reflexiones kantianas tendrían grandes influencias sobre teorías posteriores, aunque en el siglo XX dominaron también otras corrientes, como es el caso del utilitarismo, el intucionismo, el evolucionismo o la que adopta un punto de vista sicológico respecto a todo problema ético. El evolucionismo ético, por ejemplo, renovó el naturalismo otorgándole un aspecto dinámico hasta ese momento desconocido; así, surgieron cambios revolucionarios en las concepciones éticas hasta el punto de invertir por completo las tablas de valores (como ocurrió con Nietzsche). Desde aquel momento, puede decirse que la ética entra en una fase muy activa de desarrollo, por lo que no será fácil ya presentar ningún punto de vista desde una escuela en concreto. Es por eso que es mejor hablar de los problemas éticos fundamentales y de las soluciones propuestas. Cuatro de estos problemas son: la esencia de la ética, su origen, su objeto o fin y el lenguaje ético.

Respecto a la esencia, existen dos concepciones antitéticas que se denominan ética formal y ética material. Hay que decir que ninguna de ellas aparece de forma pura, de tal manera que toda doctrina ética es una compuesto de formalismo y materialismo, algo que se ha mantenido constante a lo largo de toda la historia de las teorías y actitudes morales. No obstante, en la visión de Kant existe un predominio del elemento formal, mientras que en el resto ocurre lo contrario, prevalece el elemento material. Es por eso que el kantismo, contrapuesto a otras visiones morales, se presenta como uno de los primeros intentos para establecer lo a priori en la moral. Ello quiere decir que para Kant los principios éticos superiores, los imperativos, son absolutamente válidos a priori y tienen respecto a la experiencia moral la misma validez que las categorías con respecto a la experiencia científica. Insistiremos en que el formalismo moral kantiano aparta todo fundamento ético externo (como es el caso de Dios) y obliga a la autonomía moral o, lo que es lo mismo, la ley moral no es ya ajena a la personalidad de quien la ejecuta. Opuesto a este formalismo ético se encuentran todas las doctrinas éticas materiales, de las que cabe distinguir entre la ética de los bienes y la de los valores. La ética de los bienes comprende todas las doctrinas que se fundan en el hedonismo o en la consecución de la felicidad, y comienzan por plantearse un fin (así, la ética puede ser utilitaria, perfeccionista, evolucionista, individual, social...); a diferencia del rigorismo kantiano, en el que nociones como deber, intención, buena voluntad y moralidad cuestionan esa consecución de la felicidad, el carácter común de las doctrinas comprendidas en la ética de los bienes es que la bondad o maldad de todo acto depende de la adecuación o inadecuación con el fin propuesto. En cuanto a la ética de los valores, puede hablarse de una síntesis del formalismo y del materialismo, así como de una conciliación entre el empirismo y el apriorismo moral. Max Scheler es el mayor sistematizador de este tipo de ética, y él mismo la ha definido como un apriorismo moral material: empieza por excluirse todo relativismo, pero se reconoce al mismo tiempo la imposibilidad de fundar normas efectivas de la ética en un imperativo vacío y abstracto. Podemos reconocer el objetivismo que guía esta teoría ética con solo ver que se funda en los valores, y especialmente si tenemos en cuenta que el valor moral se halla ausente de la tabla de los valores; por lo tanto, se pide la realización de un valor positivo sin sacrificio de los valores superiores y acorde por completo con el carácter de cada personalidad.

En cuanto a problema del origen de la ética, el problema ha girado sobre todo en torno al carácter autónomo o heterónomo de la moral. Para los primeros, no existe verdadera moral si existe una fuerza o coacción externa; para los segundos, no existe posibilidad de acción moral sin esa fuerza extraña. Por supuesto, existen teorías conciliadoras que observan la necesidad de la autonomía moral, pero niegan que ello destruya el fundamento efectivo de las normas morales. Si de nuevo mencionamos la cuestión de la finalidad, equivale en parte a lo planteado en cuanto a la esencia de la ética, mencionándose las posiciones eudemonistas (consecución de la felicidad), hedonistas o utilitaristas; en definitiva, toda respuesta sobre una esencia de la ética se define de acuerdo con un bien muy concreto. Si atendemos al problema de un lenguaje ético, las diversas investigaciones tienen en común el hecho de haber reconocido un lenguaje propio, de naturaleza prescriptiva, que se expresa mediante mandatos o juicios de valor; no sería posible un estudio de la ética sin un previo estudio de su lenguaje.

Frente a todas las importantes teorizaciones de la ética, realizadas desde un punto de vista filosófico, insistiremos en una visión humanista que trata otorgar el mayor horizonte posible, teniendo en cuenta los problemas sociales y desterrando toda visión sobrenatural o metafísica. Hablamos de Kropotkin y su monumental obra Ética, muy importante a pesar de no poder completarse. Kropotkin observaba dos grandes tendencias en la historia de la ética desde la Antigüedad: la que sostiene que los conceptos morales son inspirados al hombre por una fuerza sobrenatural, por lo que se confunde moral con religión, y otra corriente que puede denominarse moral natural, independiente de toda sanción religiosa, que busca principalmente el placer o la felicidad. Por supuesto, los hedonistas para Kropotkin tampoco resuelven nada en su reduccionismo al placer inmediato, aunque algunos no renuncien a fines más elevados. Un hombre tan inteligente como Kropotkin no podía aceptar una resolución tan abstracta, como es el caso de la simple felicidad individual o social, sobre el problema de los fundamentos de la moral. El autor de La moral anarquista ya había percibido lo complejo de las teorizaciones éticas en el mundo moderno y había comprendido que el hombre había acabado justificando a lo largo de la historia las mayores aberraciones a las que le habían empujado sus instintos y pasiones. El ser humano debe encontrar un freno a sus pasiones, como pueden ser el rechazo al engaño o el sentido de la igualdad. Por supuesto, resulta encomiable y muy atractivo elaborar un a priori de lo pernicioso de la injusticia o de la falsedad, pero ello no es suficiente. Kropotkin, en su visión humanista, desea una comprensión máxima de por qué es perjudicial todo ello, tratar de dar una respuesta de una concepción ética todo lo amplia posible y así fortalecer una conciencia moral estrechamente vinculada a los problemas sociales.

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