El autor de tan magnético título, Los sediciosos despertares de la anarquía, es Daniel Barret, alias de Rafael Spósito, del que ya hablé recientemente en este blog. Con el escenario de América Latina, se plantea en este libro un análisis actual del papel que el anarquismo puede ocupar en la época posterior a la caída del mal denominado "socialismo real", un momento en el que los profetas del neoliberalismo quisieron hacer creer que ninguna ideología era ya posible excepto la suya. El "despertar" anarquista se produce una y otra vez, y lo hace conforme a una configuración de pensamiento que responde a raíces sociales e históricas perfectamente ubicables. Spósito distingue al menos tres clases de factores que confluyen en el anarquismo organizado: en primer lugar, modos de pensar, de sentir y de actuar; en segundo, articulaciones sociales, políticas y económicas, y por último, y tal vez más importante, los conflictos, luchas y conflagraciones que se dan en una época determinada. Es lo que se define como una historicidad de la que apropiarse, sin determinismo alguno, sino como condiciones de posibilidad y como campo de oportunidades. Por supuesto, la teoría y la praxis anarquistas, junto al movimiento consecuente, se consuman en una configuración abierta de pensamiento y acción. Lo que Spósito quiere expresar es que el anarquismo no se ajusta a un esquema rígido e inmóvil, sino que va construyendo su historia como un movimiento sujeto al influjo de las condiciones en que actúa. No estamos ya en los tiempos de la Primera Internacional ni en los de la Revolución española, y tampoco en el más reciente, situándonos en el escenario latinoaméricano, de la confianza ingenua en la revolución cubana y en la militarización de la izquierda concretada en las guerrillas.
Existen procesos que exigen al anarquismo una adecuación, lo que conlleva cierta renovación teórico-ideológica, e incluso pueden darse nuevos modelos de organización y acción; en definitiva, Spósito reclama un nuevo paradigma revolucionario, el cual no tiene necesariamente que coincidir con los que hubo en otras épocas. No desea el autor de Los sediciones despertares... establecer dicho paradigma, sino señalar su necesidad, y ello sin caer en ninguna acomodación a realidad alguna ni apostar por los extraños mejunjes ideológicos que tantas veces se quieren dar. No, Spósito no habla de "posibilismo", entendido como claudicación de convicciones y adaptación a circunstancias que son ajenas a las ideas libertarias, ni tampoco por la unión con aquellas corrientes oportunistas en cuanto a lo que entiende el anarquismo como socialismo y revolución social. Tal y como él mismo lo expresa, se trata de "un ejercicio de reafirmación" en las ideas libertarias, el cual se funda en "una crítica radical al poder y en una incomovible ética de la libertad"; es por eso que resulta imposible toda negociación ni ningún atajo que desvíen al anarquismo organizado de su propio horizonte y objetivos. El libro fue escrito entre los años 2002 y 2007, como un intento de recoger los aspectos más generales de lo que es el resurgimiento libertario de los últimos años; en los dos artículos llamados "Los sediciosos despertares de la anarquía" y "El anarquismo hoy: ¿moda o tendencia?", trata de esclarecer las características del resurgir anarquista y las razones que lo motivan en la época que vivimos. Como ya se ha insinuado, hay una serie de factores relevantes: el fin de los regímenes socialistas, y la hecatombe política que ello supone; el fracaso de las políticas conservadoras, a pesar de que desapareciera su gran rival, y en último lugar la aparición de movimientos sociales autónomos con creciente protagonismo, lo cual no tiene por qué ser posterior a los acontecimientos anteriores. Es en ese espacio en el que confluyen todas esas circunstancias en el que el anarquismo, en cuanto a pensamiento y a prácticas, de nuevo crece con sus originales propuestas: "el aliento de la utopía, el ejercicio implacable de la crítica en profundidad y el despliegue de las rebeldías consiguientes".
Es en el texto llamado "El mapa del despertar en América Latina" donde se examina con detalle el anarquismo organizado en una región concreta, aquella que el autor lógicamente tiene más a su alcance. Son centenares las organizaciones anarquistas que se desvelan en este trabajo, desigualmente distribuidos en latinoamérica, y algunas de ellas con solo unos años de existencia. Ese escenario mostrado da una imagen inequívoca de un despertar anarquista, aunque Spósito en "El movimiento anarquista latinoamericano de nuestros días: realidades y tareas" recuerda que todavía hay mucho por hacer y muchas deudas por saldar; el anexo del libro, llamado "El Encuentro Anarquista Uruguayo" (2003) está en la misma línea del análisis anterior con el territorio que mejor conoce el autor. A pesar del optimismo inmediato que nos puede producir el escenario mostrado por esta obra, lo que se pide enseguida al anarquismo organizado es una redefinición actualizada de sus trazos con el objetivo de adquirir sus propias señas de identidad, todo lo sólidas y atractivas posibles; es por lo tanto, también una llamada de atención sobre un posible agotamiento de ese despertar sin consecuencias memorables, y hay que entenderlo como un nuevo campo de oportunidades y desafíos sujetos a una historicidad concreta. Así, honestamente, Spósito también muestra en su obra las lógicas limitaciones que obstaculizan el desarrollo del movimiento anarquista. El nuevo paradigma dentro del anarquismo debería recoger, y al mismo tiempo expresar de modo crítico, las nuevas formas de pensar, de sentir y de actuar, las nuevas articulaciones sociales, políticas y económicas, y también las muchas formas que se producen en la sociedad de enfrentamiento con el poder establecido y con las aspiraciones a serlo.
Huelga decir que Spósito no habla en absoluto de renunciar a la rica historia, de pensamiento y de acción, del anarquismo, y ni siquiera de dar por periclitados aquellos modelos históricos que tanto éxito tuvieron en el pasado: el anarcosindicalismo y las organizaciones específicas. Lo que se reclama es, precisamente, recoger todas esas experiencias y elaborar una nueva síntesis con lo mejor y más apropiado que la enseñanza de la historia nos proporciona. Es la ausencia de una paradigma revolucionario sólido lo que supone que se produzcan tantas corrientes dentro del anarquismo, como nunca antes se dieron, lo que conlleva junto a una deseable pluralidad una importante ambigüedad; es por eso que otra tarea a realizar es la de limar asperezas y llegar a un terreno de entendimiento y de solidaridad. Spósito no entra a juzgar unas u otras corrientes, aunque su deseo de establecer un sólido y realista paradigma revolucionario ya parece anunciar que ciertas ideas estrafalarias, por muy antiautoritarias que se presentan, tendrán difícil acomodo en él. En cualquier caso, no hay fórmulas infalibles y dicha tarea solo puede llevarla a cabo el esfuerzo colectivo de la generación en curso siempre con una aspiración internacionalista. Parece imprescindible, en aras de potenciar un movimiento anarquista con un horizonte diáfano, seguir estableciendo redes provisorias en las más diversas extensiones regionales como intercambio de preocupaciones y de experiencias, así como buscar siempre la participación libertaria en aquellos movimientos sociales que recogen algunas prácticas afines con el fin de tratar de consolidar su autonomía y horizontalidad.
Existen procesos que exigen al anarquismo una adecuación, lo que conlleva cierta renovación teórico-ideológica, e incluso pueden darse nuevos modelos de organización y acción; en definitiva, Spósito reclama un nuevo paradigma revolucionario, el cual no tiene necesariamente que coincidir con los que hubo en otras épocas. No desea el autor de Los sediciones despertares... establecer dicho paradigma, sino señalar su necesidad, y ello sin caer en ninguna acomodación a realidad alguna ni apostar por los extraños mejunjes ideológicos que tantas veces se quieren dar. No, Spósito no habla de "posibilismo", entendido como claudicación de convicciones y adaptación a circunstancias que son ajenas a las ideas libertarias, ni tampoco por la unión con aquellas corrientes oportunistas en cuanto a lo que entiende el anarquismo como socialismo y revolución social. Tal y como él mismo lo expresa, se trata de "un ejercicio de reafirmación" en las ideas libertarias, el cual se funda en "una crítica radical al poder y en una incomovible ética de la libertad"; es por eso que resulta imposible toda negociación ni ningún atajo que desvíen al anarquismo organizado de su propio horizonte y objetivos. El libro fue escrito entre los años 2002 y 2007, como un intento de recoger los aspectos más generales de lo que es el resurgimiento libertario de los últimos años; en los dos artículos llamados "Los sediciosos despertares de la anarquía" y "El anarquismo hoy: ¿moda o tendencia?", trata de esclarecer las características del resurgir anarquista y las razones que lo motivan en la época que vivimos. Como ya se ha insinuado, hay una serie de factores relevantes: el fin de los regímenes socialistas, y la hecatombe política que ello supone; el fracaso de las políticas conservadoras, a pesar de que desapareciera su gran rival, y en último lugar la aparición de movimientos sociales autónomos con creciente protagonismo, lo cual no tiene por qué ser posterior a los acontecimientos anteriores. Es en ese espacio en el que confluyen todas esas circunstancias en el que el anarquismo, en cuanto a pensamiento y a prácticas, de nuevo crece con sus originales propuestas: "el aliento de la utopía, el ejercicio implacable de la crítica en profundidad y el despliegue de las rebeldías consiguientes".
Es en el texto llamado "El mapa del despertar en América Latina" donde se examina con detalle el anarquismo organizado en una región concreta, aquella que el autor lógicamente tiene más a su alcance. Son centenares las organizaciones anarquistas que se desvelan en este trabajo, desigualmente distribuidos en latinoamérica, y algunas de ellas con solo unos años de existencia. Ese escenario mostrado da una imagen inequívoca de un despertar anarquista, aunque Spósito en "El movimiento anarquista latinoamericano de nuestros días: realidades y tareas" recuerda que todavía hay mucho por hacer y muchas deudas por saldar; el anexo del libro, llamado "El Encuentro Anarquista Uruguayo" (2003) está en la misma línea del análisis anterior con el territorio que mejor conoce el autor. A pesar del optimismo inmediato que nos puede producir el escenario mostrado por esta obra, lo que se pide enseguida al anarquismo organizado es una redefinición actualizada de sus trazos con el objetivo de adquirir sus propias señas de identidad, todo lo sólidas y atractivas posibles; es por lo tanto, también una llamada de atención sobre un posible agotamiento de ese despertar sin consecuencias memorables, y hay que entenderlo como un nuevo campo de oportunidades y desafíos sujetos a una historicidad concreta. Así, honestamente, Spósito también muestra en su obra las lógicas limitaciones que obstaculizan el desarrollo del movimiento anarquista. El nuevo paradigma dentro del anarquismo debería recoger, y al mismo tiempo expresar de modo crítico, las nuevas formas de pensar, de sentir y de actuar, las nuevas articulaciones sociales, políticas y económicas, y también las muchas formas que se producen en la sociedad de enfrentamiento con el poder establecido y con las aspiraciones a serlo.
Huelga decir que Spósito no habla en absoluto de renunciar a la rica historia, de pensamiento y de acción, del anarquismo, y ni siquiera de dar por periclitados aquellos modelos históricos que tanto éxito tuvieron en el pasado: el anarcosindicalismo y las organizaciones específicas. Lo que se reclama es, precisamente, recoger todas esas experiencias y elaborar una nueva síntesis con lo mejor y más apropiado que la enseñanza de la historia nos proporciona. Es la ausencia de una paradigma revolucionario sólido lo que supone que se produzcan tantas corrientes dentro del anarquismo, como nunca antes se dieron, lo que conlleva junto a una deseable pluralidad una importante ambigüedad; es por eso que otra tarea a realizar es la de limar asperezas y llegar a un terreno de entendimiento y de solidaridad. Spósito no entra a juzgar unas u otras corrientes, aunque su deseo de establecer un sólido y realista paradigma revolucionario ya parece anunciar que ciertas ideas estrafalarias, por muy antiautoritarias que se presentan, tendrán difícil acomodo en él. En cualquier caso, no hay fórmulas infalibles y dicha tarea solo puede llevarla a cabo el esfuerzo colectivo de la generación en curso siempre con una aspiración internacionalista. Parece imprescindible, en aras de potenciar un movimiento anarquista con un horizonte diáfano, seguir estableciendo redes provisorias en las más diversas extensiones regionales como intercambio de preocupaciones y de experiencias, así como buscar siempre la participación libertaria en aquellos movimientos sociales que recogen algunas prácticas afines con el fin de tratar de consolidar su autonomía y horizontalidad.
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