Particularmente, aclaro que no estoy a priori en la línea de la crítica radical a la escuela como institución, que supone las teorías de la desescolarización. No obstante, el evidente vínculo que tiene con las propuestas libertarias, incluso con autores específicamente anarquistas que defienden esa postura, obliga a vencer los inevitables prejuicios, aprender más del asunto y comprobar las posibilidades que ofrece de cara a la transformación social. El punto de partida de esta teoría hay que situarlo en la obra de Ivan Illich, publicada a principios de los años 70, La sociedad desescolarizada; de hecho, el término desescolarización es un neologismo que nace del libro de Illich o, al menos, de la traducción que se le da al castellano. El autor propone una crítica radical a las instituciones escolares que, amparadas en la necesidad de cubrir necesidades básicas, en realidad se ocupan de generar mentes controladas y subordinadas. El ser humano acaba estando al servicio de una institución que termina escapando a su control, en lugar de a la inversa. Además de Illich, se suelen mencionar otros tres autores representativos de la línea teórica de la desescolarización: Everett Reimer, Paul Goodman y John Holt. La generación de autores que trabaja en esta corriente tuvieron la ciudad de Cuernavaca, en concreto el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC), coordinado por el propio Illich entre 1963 y 1976, como lugar de referencia para el debate, la reflexión y el intercambio de ideas. Recordemos que es en esta localidad mexicana, tal y como dijimos en la entrada anterior, donde se conocen dos autores tan importantes para la sociología, la pedagogía, y el pensamiento en general, como Erich Fromm y Paulo Freire.
Los pensadores de la desescolarización no escatimaron críticas a la institución educativa, denominando incluso la tarea que desempeñan como "destrucción cultural". Pero el empobrecimiento cultural no era tal vez lo peor que podían realizar, ya que el gran peligro estaba en la extensión de su influencia por el mundo entero, confirmada a principios del siglo XXI, a la sombra de los grandes planes de desarrollo promovidos por las compañías por los potencias económicas y por las organizaciones internacionales afines (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Iglesia Católica, Unesco…); los males objeto de la crítica, obstáculos para el cambio político, social y económico, serán: una sociedad de la meritocracia, la estimulación de la ignorancia, la incapacidad sicológica que se provoca en el individuo para resolver los propios problemas (sin recetas institucionales) o la idea de que el conocimiento y el aprendizaje puede ser medido, planificado y valorado según estándares uniformes. Los teóricos de la desescolarización realizan la propuesta de invertir las instituciones y poner al servicio de la personas la tecnología y los recursos; de esta manera, la escuela puede ser reemplazada por unidades descentralizadas donde se estimule lo que se denomina convivialidad (convivencia y jovialidad), sin que exista carácter obligatorio y con el propósito, sobre todo, de que exista una utilidad pública que garantice la información y los aprendizajes útiles para la vida. Por supuesto, la propuesta desescolarizadora no cambiará por sí sola el mundo, son necesarios cambios sociales profundos. El anarquista Paul Goodman, no tan radical como otros en el tema que nos ocupa, complementa la teoría de la desescolarización con rasgos comunitarios; promueve una comunidad educativa vivencial, donde discípulos y maestros se relacionen sin coerción alguna, y con las nociones libertarias de descentralización y autogestión muy presentes. En Goodman, como objetivo último está la idea de una nueva sociedad como proyecto comunitario en la que todos los sectores y adultos cumplan una función educativa: será entonces la ciudad la que eduque, no la escuela.
Al comienzo de los años 70, el CIDOC es ya un espacio de referencia a nivel internacional, un lugar al que acuden a estudiar, investigar y debatir autores de vanguardia de todo el mundo; el punto de partida será el estudio crítico de las instituciones modernas en los análisis y reflexiones, y amplios sectores de los movimientos sociales contestatarios de Latinoamérica participarán en las actividades. Era un encuentro de personas que deseaban aprender, sin requerimientos académicos para profesores o estudiantes, sin observar currículums ni grados y sin que existieran certificados ni créditos. En el CIDOC, en 1967, se organizará un semanario periódico con el nombre de Alternatives in Education con el objetivo de abordar cuestiones concretas de las instituciones educativas; ya a partir de 1970, los seminarios impartidos en el centro de Cuernavaca alcanzará una fama notable entre aquellos que planteaban criticas radicales a los sistemas educativos de diversas partes del mundo. A esta línea crítica contundente, se empezarán a unir autores fundamentales provenientes de la pedagogía radical estadounideanse, como Paul Goodman y John Holt. Puede decirse que la obra de Goodman, como es el caso de Growin Up Absurd (1960) y Compulsory Mis-education (1966), tenderá el puente hacia la crítica radical presente en La sociedad desescolarizada (1971). La critica realizada desde Cuernavaca y los nombres de Holt, Goodman, Illich o Reimer serán citados con insistencia y sus libros se leerán en las principales universidades de todo el mundo. No obstante, el CIDOC no tardará demasiado tiempo en cerrarse, se dice que la decisión estaba tomada desde 1973, ya que se llegó a la conclusión de que los objetivos con los que se fundó ya se habían realizado. Uno de las metas cumplidas por los teóricos de la desescolarización se cumplió en primera instancia, fue provocar un debate en el seno de las sociedades modernas industriales en relación con el papel que representaban las instituciones educativas.
Una vez finalizada la década de los 70, se producirá un giro conservador y las teorías de la desescolarización parecerán caer en el olvido. Incluso, a partir de los años 80, se calificarán a los autores más representativos de la desescolarización como un grupo de místicos intelectuales contrarios al progreso y al bienestar occidental; sus propuestas fueran reducidas de manera interesada y acabaron ocupando un lugar pequeño en los manuales de formación del profesorado y, en general, en la bibliografía. Otros factores para el abandono de estas teorías hay que buscarlos también en lo ocurrido con sus representantes: la muerte de Goodman en 1972; la no publicación de ninguna obra más por parte de Reimer, fallecido en 1988, después de La escuela ha muerto (1971); la radicalización de Holt a través de movimientos muy concretos de ayuda a aquellas personas que tomaron la decisión de no enviar a sus hijos a la escuela (el llamado homeschooling, fundado en 1977, o la escisión llamada unschooling en una nueva vuelta de tuerca radical más), o el desplazamiento del propio Illich hacia otras labores críticas con la modernidad. Después de aquel abandono durante dos décadas, en los últimos años se ha producido un nuevo interés por las teorías de la desescolarización, especialmente en Latinoamérica y en Estados Unidos. Un ejemplo de esta nueva situación es la publicación del libro Critical Pedagogy, Ecoliteracy & Planetary Crisis. The Ecopedagogy Movement (2010), de Richard Kahn, donde se formula la nueva teoría de la ecopedagogía, basada en gran parte en las propuestas de Paulo Freire y recogiendo el legado crítico de la desescolarización.
Desde planteamientos de confianza en lo que ofrecen las nuevas tecnologías, como son las herramientas 2.0 en Internet, también se ha producido un acercamiento a los planteamientos de la desescolarización. Lo más importante puede ser que ello ha abierto un debate sobre el modo en que la tecnología de las redes sociales abren nuevos paradigmas para la educación y el aprendizaje; las propuestas de los autores de Cuernavaca cobran una sorprendente actualidad en el nuevo contexto tecnológico y pedagógico. Otro ámbito que se menciona, como lugar de estudio de las teorías desescolarizadoras en la actualidad, es la alternativa de carácter indigenista al capitalismo; en ese sentido, la Universidad de la Tierra en México (existen dos ubicaciones, en Oaxaca y en San Cristobal de Las Casas, Chiapas) es un ejemplo muy concreto, que se define como comunidad de aprendizaje, estudio, reflexión y acción, y considera que debe ser el ejercicio ocioso de personas libres dejando a un lado la visión de la educación como un medio de escalar en la sociedad meritocrática. En este contexto de crisis del sistema capitalista, y de su modelo de desarrollo y progreso, junto al impacto de las nuevas tecnologías, empuja necesariamente, al menos, a tener en cuenta las propuestas de la desescolarización creadas hace cuatro décadas. No parece una alternativa que aplicar de manera literal, y sí más una postura radical sobre los postulados más autoritarios de la modernidad que provoque el pensamiento crítico, teniendo en cuenta que el progreso en esta época va unido al desarrollo del capitalismo y a una nueva forma de entender el autoritarismo en nombre de la educación y del conocimiento.
Los pensadores de la desescolarización no escatimaron críticas a la institución educativa, denominando incluso la tarea que desempeñan como "destrucción cultural". Pero el empobrecimiento cultural no era tal vez lo peor que podían realizar, ya que el gran peligro estaba en la extensión de su influencia por el mundo entero, confirmada a principios del siglo XXI, a la sombra de los grandes planes de desarrollo promovidos por las compañías por los potencias económicas y por las organizaciones internacionales afines (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Iglesia Católica, Unesco…); los males objeto de la crítica, obstáculos para el cambio político, social y económico, serán: una sociedad de la meritocracia, la estimulación de la ignorancia, la incapacidad sicológica que se provoca en el individuo para resolver los propios problemas (sin recetas institucionales) o la idea de que el conocimiento y el aprendizaje puede ser medido, planificado y valorado según estándares uniformes. Los teóricos de la desescolarización realizan la propuesta de invertir las instituciones y poner al servicio de la personas la tecnología y los recursos; de esta manera, la escuela puede ser reemplazada por unidades descentralizadas donde se estimule lo que se denomina convivialidad (convivencia y jovialidad), sin que exista carácter obligatorio y con el propósito, sobre todo, de que exista una utilidad pública que garantice la información y los aprendizajes útiles para la vida. Por supuesto, la propuesta desescolarizadora no cambiará por sí sola el mundo, son necesarios cambios sociales profundos. El anarquista Paul Goodman, no tan radical como otros en el tema que nos ocupa, complementa la teoría de la desescolarización con rasgos comunitarios; promueve una comunidad educativa vivencial, donde discípulos y maestros se relacionen sin coerción alguna, y con las nociones libertarias de descentralización y autogestión muy presentes. En Goodman, como objetivo último está la idea de una nueva sociedad como proyecto comunitario en la que todos los sectores y adultos cumplan una función educativa: será entonces la ciudad la que eduque, no la escuela.
Al comienzo de los años 70, el CIDOC es ya un espacio de referencia a nivel internacional, un lugar al que acuden a estudiar, investigar y debatir autores de vanguardia de todo el mundo; el punto de partida será el estudio crítico de las instituciones modernas en los análisis y reflexiones, y amplios sectores de los movimientos sociales contestatarios de Latinoamérica participarán en las actividades. Era un encuentro de personas que deseaban aprender, sin requerimientos académicos para profesores o estudiantes, sin observar currículums ni grados y sin que existieran certificados ni créditos. En el CIDOC, en 1967, se organizará un semanario periódico con el nombre de Alternatives in Education con el objetivo de abordar cuestiones concretas de las instituciones educativas; ya a partir de 1970, los seminarios impartidos en el centro de Cuernavaca alcanzará una fama notable entre aquellos que planteaban criticas radicales a los sistemas educativos de diversas partes del mundo. A esta línea crítica contundente, se empezarán a unir autores fundamentales provenientes de la pedagogía radical estadounideanse, como Paul Goodman y John Holt. Puede decirse que la obra de Goodman, como es el caso de Growin Up Absurd (1960) y Compulsory Mis-education (1966), tenderá el puente hacia la crítica radical presente en La sociedad desescolarizada (1971). La critica realizada desde Cuernavaca y los nombres de Holt, Goodman, Illich o Reimer serán citados con insistencia y sus libros se leerán en las principales universidades de todo el mundo. No obstante, el CIDOC no tardará demasiado tiempo en cerrarse, se dice que la decisión estaba tomada desde 1973, ya que se llegó a la conclusión de que los objetivos con los que se fundó ya se habían realizado. Uno de las metas cumplidas por los teóricos de la desescolarización se cumplió en primera instancia, fue provocar un debate en el seno de las sociedades modernas industriales en relación con el papel que representaban las instituciones educativas.
Una vez finalizada la década de los 70, se producirá un giro conservador y las teorías de la desescolarización parecerán caer en el olvido. Incluso, a partir de los años 80, se calificarán a los autores más representativos de la desescolarización como un grupo de místicos intelectuales contrarios al progreso y al bienestar occidental; sus propuestas fueran reducidas de manera interesada y acabaron ocupando un lugar pequeño en los manuales de formación del profesorado y, en general, en la bibliografía. Otros factores para el abandono de estas teorías hay que buscarlos también en lo ocurrido con sus representantes: la muerte de Goodman en 1972; la no publicación de ninguna obra más por parte de Reimer, fallecido en 1988, después de La escuela ha muerto (1971); la radicalización de Holt a través de movimientos muy concretos de ayuda a aquellas personas que tomaron la decisión de no enviar a sus hijos a la escuela (el llamado homeschooling, fundado en 1977, o la escisión llamada unschooling en una nueva vuelta de tuerca radical más), o el desplazamiento del propio Illich hacia otras labores críticas con la modernidad. Después de aquel abandono durante dos décadas, en los últimos años se ha producido un nuevo interés por las teorías de la desescolarización, especialmente en Latinoamérica y en Estados Unidos. Un ejemplo de esta nueva situación es la publicación del libro Critical Pedagogy, Ecoliteracy & Planetary Crisis. The Ecopedagogy Movement (2010), de Richard Kahn, donde se formula la nueva teoría de la ecopedagogía, basada en gran parte en las propuestas de Paulo Freire y recogiendo el legado crítico de la desescolarización.
Desde planteamientos de confianza en lo que ofrecen las nuevas tecnologías, como son las herramientas 2.0 en Internet, también se ha producido un acercamiento a los planteamientos de la desescolarización. Lo más importante puede ser que ello ha abierto un debate sobre el modo en que la tecnología de las redes sociales abren nuevos paradigmas para la educación y el aprendizaje; las propuestas de los autores de Cuernavaca cobran una sorprendente actualidad en el nuevo contexto tecnológico y pedagógico. Otro ámbito que se menciona, como lugar de estudio de las teorías desescolarizadoras en la actualidad, es la alternativa de carácter indigenista al capitalismo; en ese sentido, la Universidad de la Tierra en México (existen dos ubicaciones, en Oaxaca y en San Cristobal de Las Casas, Chiapas) es un ejemplo muy concreto, que se define como comunidad de aprendizaje, estudio, reflexión y acción, y considera que debe ser el ejercicio ocioso de personas libres dejando a un lado la visión de la educación como un medio de escalar en la sociedad meritocrática. En este contexto de crisis del sistema capitalista, y de su modelo de desarrollo y progreso, junto al impacto de las nuevas tecnologías, empuja necesariamente, al menos, a tener en cuenta las propuestas de la desescolarización creadas hace cuatro décadas. No parece una alternativa que aplicar de manera literal, y sí más una postura radical sobre los postulados más autoritarios de la modernidad que provoque el pensamiento crítico, teniendo en cuenta que el progreso en esta época va unido al desarrollo del capitalismo y a una nueva forma de entender el autoritarismo en nombre de la educación y del conocimiento.
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