sábado, 9 de marzo de 2013

A propósito de la muerte de Chávez

La muerte de Chávez lleva, una vez más, a lo que considero debates estériles en los que chavistas y antichavistas polarizan la cuestión de manera caricaturesca y lamentable. Recuerdo a un compañero de trabajo venezolano, alguien no excesivamente conservador y con cierta cultura, con el que era imposible hablar sobre Chávez adoptando una posición previa pobremente absolutista; para él, todo lo que rodeaba al dirigente venezolano era falaz, un fraude. Otros compatriotas suyos afincados en España, más ponderados, reconocían al menos que sobre el papel los proyectos sociales de Chávez estaban muy bien, pero la cosa acababa siendo obstaculizada en la práctica. Diré, en primer lugar, en un análisis más bien superficial y tratando de no ser nunca visceral, que me interesa saber antes que nada si en determinado sistema la gente vive mejor, especialmente los más humildes y, por supuesto, que el bienestar de una clase no sea a costa de otra como ocurre en nuestro sistema económico globalizado. Dejando claro que el personaje Hugo Chávez me era detestable (y la palabra Caudillo, me da la impresión, se ajusta muy bien a ese intolerable y enajenante culto a la personalidad que tienen los regímenes estatistas), siendo justos, tampoco puedo hacer a nivel personal un juicio definitivo sobre su gestión.

Por otros venezolanos que conozco, algunos muy progresistas y, insisto, nada viscerales, la información que tengo es que su retórica revolucionaria se traduce en poca transformación real, la democracia de base es solo de boquilla (el control estatal es grande) y al final solo han cambiado los actores económicos para convertirse Venezuela en otra pieza más del capitalismo mundial. Si lo que predican en parte ciertos regímenes, presuntamente socialistas, fuera cierto la tendencia sería hacia menos centralización estatal y mayor autogestión social y política (y no parece que eso sea así, más bien todo lo contrario). Lo que sí parece cierto es que la delincuencia es intolerable, y no se trata de algo producto de la necesidad, sino de la corrupción institucional (insisto, me comenta gente que vive allí, no es algo que yo haya simplemente leído). A pesar de todo esto, y es algo que se olvida con facilidad para favorecer a unos u a otros en el poder, en todo sistema hay cosas buenas y malas, y de ahí que se juegue tanto con los datos hacia un lado o hacia otro; es increíble, y bien triste, la tendencia del ser humano hacia el rechazo o la adhesión incondicional.


Lo que tampoco parece verdad es que aquello tienda a ser una dictadura comunista, tal y como dicen los más conservadores y reaccionarios, a pesar de sus muy sospechosas simpatías hacia el régimen castrista o sus buenas relaciones con el iraní. En un análisis más profundo, desde una óptica socialista y libertaria, creo que la gestión de Chávez  (iba a decir el "régimen", pero tal vez no sea justo) está más que influenciada por la perversión de la izquierda, al menos, desde los año 60 con su definitiva militarización y su insistencia en fórmulas estatistas más que fracasadas. Los llamados gobierno de "izquierda" parecen realizar un importante papel en la perpetuación del capitalismo, y da la impresión de estar comprendiéndose, al menos en ciertos movimientos, de manera esperanzadora; la cara amable y progresista de un Estado no parece atenuar la intolerable acumulación del capital ni palia de manera significativa la lucha de clases. El sociólogo Rafael Uzcátegui, en su importante obra Venezuela: la revolución como espectáculo, concluye que la solidaridad ciega con una figura como Chávez es un síntoma de la crisis en las ideas revolucionarias.

Otros estudios, como "De silencios y complicidades: la izquierda latinoamericana en tiempos posneoliberales", de Pablo Dávalos, llaman la atención sobre esos cambios constitucionales, realizados por gobiernos supuestamente progresistas en la región latinoamericana, que quieren ser vistos como una introducción a ciertos procesos históricos, mientras que en realidad consolidan y ratifican al liberalismo político y económico, clausurando con ello las propuestas libertarias de los pueblos. Es seguro que para el cambio social, sean cuales fueren nuestras simpatías, son necesarios el debate, la crítica y la pluralidad, y cierta izquierda latinoamericana parece negarlo desde el poder. Otro libro, Territorios en resistencia, de Raul Zibechi, también llama la atención sobre el tránsito hacia nuevas formas de dominación, y poco importa que se haga desde fuerzas que se denominan de izquierda. Zibechi considera que no es casualidad que estas nuevas formas de gobernar se estén dando en ciertos países (Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador…) que poseen desde los años 70 una importante movilización y resistencia a la imposición de políticas neoliberales. Esas mismas prácticas y experiencias también fueron enseñando al poder que esos movimientos no pueden ser derrotados solo con la represión (si exceptuamos, claro está, el completo exterminio); por ello, desde dentro de la izquierda, gracias a determinados actores, como los partidos políticos y las ONG, se acaba quebrando y cooptando a los referentes individuales o colectivos de esos movimientos en origen autónomos. Los gobiernos progresistas se convierten en los más capaces para anular el carácter antisistema y transformador de los movimientos.

El comunicado que realizaron los compañeros de El libertario, tras la muerte de Chávez y reclamando la autonomía de los movimientos sociales, nos puede también acercar al asunto. Se recuerda el caudillismo, el grotesco culto a la personalidad, el nacimiento de la burguesía "bolivariana" y la corrupción , y ello sin olvidar la crítica a la oposición de derecha y socialdemócrata. El cuadro que se describe no es muy halagüeño: "…inflación desbocada, creciente desempleo y precariedad ocupacional, devaluación monetaria, espantosa inseguridad personal, crisis en los servicios de agua y electricidad, educación y salud por los suelos, falta de viviendas, obras públicas obsoletas o en ejecución atropellada, atención sólo demagógica para las extremas carencias de los más necesitados". Los libertarios reclaman, como no puede ser de otra manera, autonomía en la lucha social, democracia desde abajo, capacidad de autogestión y, en definitiva, dar sentido a las palabra libertad e igualdad sin el obstáculo de ninguna clase mediadora.

Esta profundización y comprensión, en las maneras de gobernar y en los movimientos  y cuestiones sociales, es más que necesaria, en cualquier caso. A otro nivel, y observando la innumerables opiniones viscerales sobre la llamada "revolución bolivariana", lo que también debería hacernos reflexionar es la imposibilidad de tener en la distancia una opinión definitiva; ello, a pesar de las numerosas "fuentes" que se quieran aportar (hay mucho intelectual "progresista" que parece seguir confundiendo los deseos con la realidad, por mucho prestigio que tenga; es el caso de Chomsky o de Galeano), y teniendo en cuenta esta odiosa tendencia nuestra a buscar confirmación de lo que ya pensamos o deseamos. No es de recibo despreciar una información, solo porque venga de determinada gente o de ciertos medios, cuando se acepta acríticamente todo lo que favorezca  una visión de la realidad más que cuestionable. En el caso de Chávez, mientras unos hablaban de un dirigente que estaba adoptando medidas para perpetuarse en el poder, con una progresiva concentración de poder (se habla incluso de una nula separación de poderes, aunque no sé si existe tal cosa en algún Estado), con la persecución de opositores y con el cierre de medios no afines, otros aseguraban que se trataba de un demócrata convencido que confiaba en que el pueblo eligiese continuamente y que se preocupaba por los más desfavorecidos; ¿cuál es la verdad? Tal vez es tan sencillo como utilizar una balanza y ver hacia donde se desborda el asunto. Otro ejemplo más de un mundo en el que fluye la información y, paradójicamente, no podemos estar más desinformados y enajenados sin contacto con la realidad en demasiados casos. Volviendo a un juicio (más bien, leve) sobre la gestión de Chávez, considero que vivimos en un sistema capitalista globalizado, con tantos problemas y tantos excluidos, que me da la impresión de que muchos tratan de aferrarse a cualquier cosa que parezca más humana.

2 comentarios:

Loam dijo...

Un tema, este, ciertamente complejo (como lo es el de Cuba con el que por cierto tiene ciertas afinidades), y que genera apasionados debates en los que procuro, precisamente por ser apasionados, no participar. Tu manera de plantearlo es, en mi opinión, tan acertada como inusual.

Tengo la impresión de que ambos bandos, chavistas y anti chavistas, se retroalimentan mediante una estrategia colmada de lugares comunes y dogmáticas proclamas. Para cualquier persona sensata que aspire a acercarse a la realidad político-social, en este caso la de Venezuela, es inaceptable y desproporcionado el beligerante cúmulo de adjetivos y descalificaciones descaradamente vertidos por los más reaccionarios medios de comunicación sobre Chávez y el chavismo; el grosero y reaccionario ataque de la prensa conservadora propicia la radicalización y termina por legitimar, de algún modo, al chavismo.
Por parte de los chavistas, se hecha de menos una argumentación razonada, sostenida por hechos más que por apasionadas soflamas, y una autocrítica constructiva que permitiera avanzar hacia una liberación sin tutelas personalistas ni de ninguna otra índole (mágica ni religiosa).
El chavismo, a juzgar por los múltiples informes de organismos nada sospechosos de parcialidad, ha propiciado significativos éxitos en ciertos ámbitos sociales, como el de la educación, la sanidad y la vivienda, éxitos que, lógica y legítimamente, la clase históricamente más desfavorecida aprecia y respalda. Al igual que tú, creo que hay que valorar dichos resultados y sopesarlos teniendo en cuenta, no obstante, que no pueden ni deben depender de factores coyunturales ni de personalismos, porque, en última instancia y más allá de mitos y caudillos, la única revolución legítima, real y efectiva es la revolución popular y permanente.

KRATES dijo...

¡Muy buenas!

Chávez y el bolivarismo representan la última versión del llamado populismo latinoamericano y, también, de aquello que se llamó «la vía militar al socialismo». Un líder carismático que moviliza a las masas, las cuales lo adoran con fervor cuasirreligioso, y esto sí que es peligroso.

Un movimiento político con caudillos no es un movimiento popular (aunque algunos lo denominen así), ya que la actividad del llamado «pueblo», se queda en un simple seguidismo sin iniciativa alguna. El poder viene desde arriba y, por ende, es poco democrático.

Pero, nuestros políticos occidentales que se autodenominan «democraticos», no son mejores. Es más, son peores. Ya que su parlamentarismo partitocrático, tiene menos base social que la «dictadura» de gente como Chávez. Y no olvidemos la prensa y otros medios, cuyo deber es dar una información veraz, lo más posiblemente objetiva, lo que hacen es opinar, distorsionar los hechos, mal informar. Y políticos populistas como Chávez o Correa, les recuerdan su deber, y por ello son criticados y vilependiados deshonestamente.

En un país como España, cuyo régimen, llamado democrático, tiene raíces franquistas (de ahí la llamada Transición española, que se ha vendido como modélica, y no es más que un fraude. Como su nombre indica: transición no supone ruptura), que nuestros periodistas y políticos pretendan dar lecciones a los populistas latinoamericanos es sorprendente e indignante.

No me gustan los gobiernos y los gobernantes de ningún pelaje, pero es preferible «dictadores» como Chávez que lo que tenemos por aquí, por estos lares. ¡Eso sí!..., nuestros dirigentes sí que saben llevar la cabeza muy alta, porque están de mierda hasta el cuello.

¡¡¡SALUD Y REVOLUCIÓN SOCIAL!!!